Con 100 años de historia, la samba se renueva al son de las generaciones

Bajo una palmera solitaria, los lunes parecen sábados en Pedra do Sal. En la “Pequeña África” de Rio de Janeiro, donde se dice que nació la samba hace 100 años, los jóvenes se reúnen al caer la noche para escuchar y corear viejas canciones convertidas en himnos.

En medio de la multitud, un grupo de siete músicos, también jóvenes, tocan sentados alrededor de una mesa el cavaquinho, la cuica o el pandeiro como en el siglo XIX empezaron a hacer de forma clandestina los esclavos negros de Bahía que se asentaron en esta zona portuaria de la antigua capital.

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“¡La samba es nuestra, gente, la samba es de ustedes!”, grita al micrófono Walmir Pimentel, un corpulento percusionista de rastas de 34 años, entre los aplausos de un público en catarsis que sofoca el calor con cerveza y caipiriñas.
Durante años, esta zona del centro de Rio permaneció en silencio, abandonada por las autoridades.

Fue apenas a partir de 2006 cuando el grupo de Pimentel instaló esta “roda” cada lunes, que la fiesta y la samba volvieron a su cuna, a los pies de las escaleras donde los esclavos descargaban sacos de sal.

También fue en este espacio simbólico, frecuentado cada vez más por turistas, donde se conocieron en 2012 las “Moça Prosa”, el único grupo de samba formado exclusivamente por mujeres.

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Aunque el género brasileño más internacional no hubiera nacido sin las reuniones que organizaban las “tias” (señoras bahianas) en sus casas, el ritmo que durante años se asoció a los “malandros” no siempre ha sido agradecido con las mujeres.

Y las “Moça Prosa” quieren demostrar que los tiempos están cambiando para la samba, que este 2 de diciembre celebra su día mundial.

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“Al principio, hay hombres en el público que se asustan. Dicen: wow, ¿estas chicas tocan samba? Siempre miran con desconfianza, pero cuando llega la ‘roda’, ven que tocamos igual”, explica Fabiola Machado, la cantante del grupo, de 35 años.

– La escuela de Lapa –

Presente en calles y bares de todo Brasil e incluso fuera de sus fronteras, la samba es un género camaleónico.

Desde que hace 100 años se registró la primera canción bajo ese denominativo, “Pelo Telefone” (Por el teléfono), el género pasó de unas primeras melodías influenciadas por el tango argentino a la eclosión de su vertiente más americanizada con la bossanova, atravesando el “boom” de las escuelas de carnaval, hasta llegar al samba-rock o el samba-funk.

En constante evolución, fue a finales de los 90 que una nueva generación de sambistas surgió con fuerza en Rio gracias a la revitalización del barrio de Lapa.

Como lo fue Copacabana en los 60, locales de esta zona céntrica como Carioca da Gema o Rio Scenarium fueron catalizadores para una nueva ola de sambistas más formados y profesionalizados, pero curtidos en esas “rodas” callejeras alrededor de una mesa.

Entre esta nueva camada, destacan nombres como el de Moyseis Marques, Teresa Cristina, Mariene de Castro, Julio Estrela, Nilze Carvalho o hijos de conocidos sambistas como Serginho Procopio.

“Nuestra generación tiene esa conciencia de que todo es samba. Entonces, no tenemos pudores en colocar una guitarra, un piano… Buscamos más la armonía, el arreglo, sin que la música deje de tener esa cosa medio desarreglada, esa pegada, esa batucada”, explica Moyseis Marques, de 37 años.

– Del teléfono al WhatsApp –

Y aunque hay temas universales que nunca dejarán de inspirar la samba, sus letras también se van adaptando a los nuevos tiempos.

Si en la primera samba registrada se hablaba del teléfono, hoy Arlindo Cruz, uno de los exponentes del festivo y no siempre unánime subgénero del pagode, habla de redes sociales y chats.

“Ella ni siquiera me agregó / No le dio like ni me aceptó / Mi corazón se ralentizó (…) entonces yo whatsappeé para ella / yo whatsappeé para ella”, canta.

“La samba está viva, fuerte, creativa”, reconoce el historiador André Diniz, autor de “Almanaque do Samba”. “Pero ya no es un género de masas. Su público pasó a ser de una cierta intelectualidad, de clase media”, matiza.

Con grandes “maestros” del género aún sobre el escenario como un faro para los más jóvenes, la convivencia entre lo viejo y lo nuevo, tradición e innovación, no es rara.

El miércoles, una de las hijas del emblemático compositor Paulinho da Viola, Beatriz Rabello, reunió sobre el escenario a su padre, de 74 años, y a Moyseis Marques en la presentación de su primer disco de samba.

Desde el público, asistían atentos dos mitos vivientes: Monarco, el compositor de 84 años de la escuela Portela, y Nelson Sargento, de la escuela Mangueira, de 92.

Del puño de Sargento, que casi ha vivido la historia entera de la samba, salió una de las canciones más coreadas hasta hoy: “Samba / agoniza mas não morre / alguém sempre te socorre / antes do suspiro derradeiro” (Samba / agonizas pero no mueres / alguien siempre te rescata / antes del último suspiro).