A medida que empiezan las negociaciones del ‘Brexit’, el impacto económico no se ha sentido

LONDRES ⎯ El mundo no terminó. No se desarrolló una recesión. Nueve meses después de que Gran Bretaña votó para abandonar la Unión Europea, ignorando las advertencias de las funestas consecuencias económicas, una nación famosa por seguir adelante con calma aparentemente lo ha hecho de nuevo.

Mientras la primera ministra Theresa May iniciaba oficialmente el 29 de marzo la salida de gobierno de Europa ⎯ el Brexit, en el lenguaje cotidiano ⎯, la ausencia de desastres fue pregonada por aquellos que dirigen la partida como un signo de pocos problemas a futuro.

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“Hubo predicciones sobre lo que sucedería con la economía si el Reino Unido votaba para salirse”, dijo May ante el Parlamento. “Esas predicciones no han resultado ser correctas. Vemos una economía fuerte”.

Pero las declaraciones tranquilizadoras no consideraron un detalle significativo. Nada ha pasado realmente todavía.

May solo ha puesto en marcha los complejos y políticamente cargados procedimientos de divorcio a través de los cuales Gran Bretaña debe arreglar sus asuntos con los 27 miembros de la Unión Europea a los que deja plantados. El resultado casi seguramente será costoso: Gran Bretaña ha puesto en riesgo su relación comercial con Europa, su cliente más grande para las exportaciones, mientras pone en peligro el estatus de Londres como banquero del planeta.

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Los mercados esencialmente se encogieron de hombros. La medida era tan esperada como el siguiente Súper Tazón. La libra esterlina se deslizó un poco. También las acciones en la bolsa de valores de Londres.

El impacto inmediato de la acción de May fue empezar las negociaciones sobre los futuros tratos a través del Canal de la Mancha. Esas conversaciones tienen una fecha límite de dos años. Si no se llega a ningún acuerdo antes de entonces, Gran Bretaña y Europa caerían en un estado de caótica incertidumbre.

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El comercio revertiría a las reglas de la Organización Mundial de Comercio, haciendo a las exportaciones de Gran Bretaña hacia Europa vulnerables a aranceles y otras barreras comerciales, incluyendo las reglas de salud y seguridad.

Los banqueros de Londres quedarían efectivamente separados de Europa, y muchas transacciones para clientes basados en el continente se volverían ilegales.

Hasta ahora, esos problemas estaban envueltos en capas de planteamientos hipotéticos, y sus detalles eran dejados para algún día indeterminado en que el gobierno de Gran Bretaña lo hiciera real. Ese día llegó.

Aunque la industria financiera ha estado preparándose para trasladar empleos a otras capitales financieras en anticipación de un Brexit desordenado, otras industrias han estado a la espera de claridad. Ahora, sentirán la presión de actuar; trasladando algunas líneas de negocios a capitales europeas, quizá archivando los planes de expansión en Gran Bretaña.

Gigantes de la banca mundial como Citigroup, HSBC y JPMorgan Chase podrían pronto llevar a cabo sus planes de trasladar miles de empleos a centros financieros en la Unión Europea. Goldman Sachs confirmó recientemente que está mudando cientos de empleos de Londres mientras amplía sus oficinas en Fráncfort y París.

Vodafone, el gigante de telecomunicaciones, dijo después del referendo que podría trasladar sus oficinas centrales de Londres.

“El hecho de poner a andar este reloj es importante, porque dos años para muchas empresas es tiempo suficiente para que se adapten, pero lo bastante corto para que tengan que empezar a tomar decisiones realmente con mucha rapidez”, dijo Nicolas Véron, un economista y miembro de Bruegel, un instituto de investigación en Bruselas. “Empezaremos a ver consecuencias concretas y muy observables del Brexit muy pronto”.

Gran Bretaña ha aprovechado su inclusión en el enorme mercado único de Europa para convertirse en un centro dominante para compañías multinacionales tan variadas como de aviación, farmacéuticas y financieras. Estas han establecido fábricas, equipos de mercadotecnia y pisos de remates en Gran Bretaña mientras venden a clientes desde Irlanda hasta Grecia, como si esta extensión de la geografía ⎯ que alberga a 500 millones de personas ⎯ fuera un solo país.

Se acabó.

Los líderes europeos han reafirmado consistentemente que permanecer en el mercado único requiere que Gran Bretaña acepte el libre movimiento de personas. Eso choca con un objetivo primario de muchos simpatizantes del Brexit: restringir la inmigración.

Después de meses de fingir que se podría encontrar una salida diplomática, May declaró en enero la decisión de su gobierno: incluir límites a la inmigración, despedirse del mercado único.

Mucho antes de este ajuste de cuentas político con la realidad, ejecutivos en los bancos mundiales estaban meditando cuáles empleos trasladar de Londres a otras ciudades en la UE: Dublín, Fráncfort, París, Ámsterdam, Luxemburgo.

“La gente tendrá que mudarse”, dijo William Wright, fundador y director administrativo de New Financial, un instituto de investigación en Londres. “No hay otra opción”.

Predecir cuántos empleos se trasladarán se ha vuelto una próspera industria local. Oliver Wyman, la consultoría mundial, concluyó que si, como ahora parece probable, las transacciones en Londres para clientes europeos se reducen significativamente, pudieran desaparecer hasta 35,000 empleos británicos, así como 24,800 millones de dólares en ingresos.

Después de la votación del Brexit, May se reunió con el director ejecutivo de Nissan para ofrecerle garantías de que su gobierno haría lo que fuera necesario para mantener competitiva a la manufactura automovilística. Nissan dijo que continuaría produciendo vehículos SUV en Sunderland, una ciudad en el norte de Inglaterra.

Los simpatizantes del Brexit llamaron al resultado un esquema de cómo un gobierno británico pragmático evitaría que las empresas abandonaran su territorio: con recortes de impuestos, regulación amistosa y negociación de acuerdos. Pero, si Gran Bretaña prometió algo significativo a Nissan, probablemente violó las reglas de la Organización Mundial de Comercio. Nissan ha dicho desde entonces que continúa evaluando la economía incierta de Gran Bretaña. Ford y BMW también están reevaluando sus fábricas británicas.

Por ahora, Gran Bretaña se las ha ingeniado para evitar los pronósticos económicos más aterradores.

Antes del referendo de junio, la Tesorería británica predijo que una votación a favor de salirse pudiera contraer la economía en hasta 6 por ciento anualmente durante los dos primeros años.

La economía creció en 1.8 por ciento el año pasado. Los consumidores británicos siguieron gastando. Las fábricas británicas siguieron produciendo autos, dispositivos médicos y partes de aviones, muchos de ellos destinados a Europa.

En marzo, Toyota anunció planes para invertir 297 millones de dólares adicionales en una fábrica en Derbyshire, aunque matizó que requería de acceso confiable a Europa. Snap, la compañía matriz del consentido de las redes sociales Snapchat que recaudó 3,400 millones de dólares en una oferta pública inicial, seleccionó recientemente a Londres como sede de sus oficinas centrales internacionales.

Pero el gasto de consumo ha sido pagado cada vez más por medio de deuda. La libra británica ha perdido 17 por ciento de su valor frente al dólar desde el referendo, elevando el costo de los productos importados. La inversión está decayendo.

Una libra esterlina débil ayuda a las exportaciones, lo que hace a los productos británicos más baratos en los mercados mundiales. Pero las exportaciones también han sido ayudadas por el factor que Gran Bretaña está tratando de hacer desaparecer: la inclusión en Europa.

Los proponentes del Brexit tienden a restar importancia a Europa como un territorio que es líder solo en el número de varones desempleados que se están mudando con sus padres. Se supone que la próxima era de Gran Bretaña se centrará en el comercio con naciones innovadoras y de más rápido crecimiento como Estados Unidos.

Gran Bretaña y Europa deben negociar un acuerdo comercial que evite una ruptura del comercio. Durante la campaña, los simpatizantes del Brexit argumentaron que Europa finalmente lo aceptaría porque su miembro más importante, Alemania, ahora envía un desfile de autos BMW, Audi y Volkswagen a Gran Bretaña.

Pero las negociaciones comerciales son vulnerables a las manipulaciones de las industrias políticamente protegidas. Esta parece particularmente propensa a la acritud. Los líderes europeos enfrentan amenazas existenciales para su unión, con partidos políticos en todo el continente que son hostiles a sus poderes. Muchos tienen intención de usar a Gran Bretaña para ejemplificar lo que afirman sucede cuando un miembro se va: nada bueno.

“Es sentido común”, dijo Véron, el economista. “No se permite que alguien que abandone el club tenga mejores condiciones que alguien que está en el club, o de otro modo el club no significa nada”.

Peter S. Goodman
© 2017 New York Times News Service