El abogado de Trump acumula influencia en la Casa Blanca

WASHINGTON – A últimas fechas, una nueva figura se ha extendido por el Ala Occidental, un hombre con cabello plateado, peinado hacia atrás en toda la cabeza, con anteojos sin armazón sobre la nariz, y pañuelo blanco muy bien acomodado en el bolsillo del saco; un gusto por el pugilismo legal y una función incierta en un edificio en el que se confrontan un montón de amenazas políticas y legales.

Marc E. Kasowitz, un abogado litigante civil neoyorquino, quien representó al presidente Donald Trump durante 15 años en negocios y hace alarde porque dicen que es el abogado más duro en Wall Street, se ha convertido, de pronto, en el mariscal de campo de una Casa Blanca bajo sitio. Es un abogado personal del presidente, no un empleado del gobierno, pero ha estado hablando de establecer una oficina en el complejo de la Casa Blanca, donde pueda manejar la defensa legal.

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Sus visitas a la Casa Blanca han planteado las cuestiones de la línea borrosa entre los intereses públicos y privados de un presidente que encara problemas jurídicos. En los últimos días, Kasowitz ha aconsejado a los asesores de la Casa Blanca que hablen tan poco como sea posible de la indagatoria sobre la interferencia de Rusia en las elecciones del año pasado, dijeron dos personas involucradas. En una reunión, les dijo a algunos asesores que habían preguntado si ya era el momento de contratar a abogados privados que todavía no era necesario, según otra persona con conocimiento directo.

Tales conversaciones entre un abogado privado del presidente y los empleados gubernamentales que trabajan para su cliente son excesivamente inusuales, según veteranos de gobiernos anteriores. Kasowitz evadió la Oficina del Abogado de la Casa Blanca al sostener estas conversaciones, según una persona familiarizada con ellas, quien, como otros, solicitó el anonimato para hablar de asuntos internos. Y la inquietud sobre el papel de Kasowitz llevó a que por lo menos dos prominentes abogados de Washington rechazaran ofrecimientos para integrarse al personal de la Casa Blanca.

“El abogado privado del presidente está representando solo sus intereses, no los intereses del gobierno de Estados Unidos, ni los intereses individuales del personal de la Casa Blanca”, dijo Robert F. Bauer, quien fue abogado de la Casa Blanca con el ex presidente Barack Obama.

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El gobierno le refirió preguntas a Kasowitz. Uno de sus portavoces dijo que las caracterizaciones de sus conversaciones con el personal eran “imprecisas”, pero no especificó de qué forma. “Los abogados no revelan conversaciones que hayan sostenido con nadie”, escribió Mark Corallo, el vocero, en un correo electrónico. “Claro que la gente es libre de contratar a un abogado o de hablar con quien quiera”.

Kasowitz no es el primer abogado privado que representa a un presidente que enfrenta problemas legales. El ex presidente Bill Clinton conservó a Robert S. Bennet para que lo defendiera de una demanda por acoso sexual que presentó Paula Jones, y David E. Kendall y Nicole K. Seligman para que lo representaran en las investigaciones de Whitewater y Monica S. Lewinsky.

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La línea entre los abogados gubernamentales que representan al gobierno y los abogados privados que representan al presidente siempre ha sido algo vaga. Sin embargo, una diferencia importante era que las conversaciones del presidente con los abogados privados estaban protegidas por el secreto profesional entre éstos y sus clientes, mientras que las que sostenían con los de la Casa Blanca no lo estaban.

Para muchos empleados en Washington, Kasowitz, de 64 años – quien representó a Trump durante sus problemas financieros en un casino de Atlantic City y representa a otros clientes, como Bill O’Reilley, el ex presentador de Fox News – parece una opción inverosímil para la misión. Si bien tiene amplio respeto como un abogado fiero y exitoso, tiene poca experiencia en casos penales de gran perfil o las investigaciones políticamente cargadas de Washington.

Dos de los otros clientes de Kasowitz – Sberbank, el banco paraestatal más grande de Rusia, al que el gobierno de Obama impuso sanciones, y Oleg Deripaska, un magnate ruso, cercano al presidente Vladimir Putin y quien tuvo negocios con Paul Manafort, otrora coordinador de la campaña electoral de Trump – también provocan desaprobación.

Si bien no se sabe que se esté investigando a Trump por la posible colusión con Rusia, Robert S. Mueller, III, el abogado especial que encabeza la indagatoria sobre Rusia, tiene la autoridad de investigar el encubrimiento. Algunos en el Congreso han dicho que el hecho de que Trump haya despedido al ex director de la FBI, James Comey, junto con sus propias declaraciones sobre él, podrían verse como evidencia de obstrucción de la justicia en grado de tentativa.

No está claro que Kasowitz esté teniendo algún efecto en su cliente. Aconsejó a Trump que bajara el ritmo en el uso de Twitter, y cuando hubo silencio en la cuenta durante casi 48 horas la semana pasada, más o menos en el momento de la audiencia de Comey en el Senado, algunos especularon que el responsable era Kasowitz. Sin embargo, Trump empezó a atacar la declaración de Comey el viernes por la mañana y en forma desafiante les ha dicho as sus amistades que, a pesar de las instrucciones de su abogado, no ha cambiado su comportamiento.

En cuanto a las conversaciones con los asesores presidenciales, es típico que la Oficina del Abogado de la Casa Blanca las supervise para asegurarse de que los asesores entiendan sus derechos y no se sientan presionados para ayudar a un abogado que no representa sus intereses, dijeron expertos legales. La participación del abogado es todavía más crítica en este caso, dijeron, porque muchos de los asesores – testigos potenciales en una indagatoria gubernamental – no tienen abogados personales en este momento.

El consejo de Kasowitz al personal gubernamental puede beneficiar más al presidente que a los propios asesores, dijeron los expertos. Las conversaciones que tiene con ellos podrían moldear su declaración antes de que Mueller tenga la oportunidad de entrevistarlos, en caso de que se los llama como testigos.

En parte debido a las inquietudes de que Kasowitz esté minando a la Oficina del Abogado de la Casa Blanca, al menos dos abogados veteranos de Washington – Emmet Flood, un socio en Williams & Connolly, y William A. Burck, uno en Quinn Emanuel – rechazaron ofrecimientos para integrarse a la Oficina del Abogado para ayudar a representar al gobierno en la indagatoria de Rusia, según personas familiarizadas con las discusiones sobre las contrataciones, aunque es posible que todavía representen a funcionarios de la Casa Blanca en lo individual.

Otros connotados abogados penalistas han rechazado ofertas similares para integrarse al equipo legal privado de Trump debido a una gama de incertidumbres, incluida qué tanto control ejerce Kasowitz sobre su cliente, si su consejo sería secundario al de él y si Trump pagaría los costes jurídicos. Además de Kasowitz, el equipo legal de Trump incluye a su socio Michael J. Bowe y a Jay Sekulow, un abogado de Washington especializado en libertad de expresión y libertades religiosas.

“Kasowitz está buscando a por lo menos un experto penalista, pero el problema es que Trump es un cliente difícil, notorio por no seguir el consejo legal y por no pagar sus deudas”, dijo Norman Eisen, el abogado en ética de la Casa Blanca con Obama y un crítico frecuente de Trump.

REBECCA R. RUIZ y SHARON LaFRANIERE
© 2017 New York Times News Service