El muy activo nonagésimo año de un director de orquesta

FILADELFIA ⎯ Muchas personas se están jubilando más tarde en su vida, y los directores de orquesta razonablemente sanos pueden tener carreras particularmente largas. Pero sigue causando asombro el ritmo que lleva el maestro sueco Herbert Blomstedt, quien cumplirá 90 años en julio y está dirigiendo más de 90 conciertos este año con las principales orquestas del mundo.

Su agenda de trabajo pondría a prueba a alguien de la mitad de su edad: dirigirá a la Real Orquesta Concertgebouw en Ámsterdam y las Filarmónicas de Berlín y Viena en sus ilustres salas de concierto, y presentará a Bach en la Iglesia de Santo Tomás en Leipzig, donde el gran compositor fue cantor. Recientemente terminó dos semanas con la Sinfónica de San Francisco, donde fue director musical de 1985 a 1995, y visitará otras orquestas a las que alguna vez dirigió. Regresará a la Staatskapelle de Dresde, a la cual dirigió antes de la caída del Muro de Berlín, y hará una gira por Europa y Asia con la Orquesta Gewandhaus de Leipzig.

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Muestra pocos signos de desaceleración, pese a una reciente caída que lo obligó a dirigir a la Orquesta de Filadelfia desde una silla durante un ensayo de la Tercera Sinfonía de Brahms el 15 de febrero en el Kimmel Center en Filadelfia. Blomstedt, un hombre delgado con una espesa mata de cabello blanco, siguió mostrándose como un dínamo, deteniéndose repetidamente para pulir los detalles más ínfimos, cantando frases como quería escucharlas, y describiendo una melodía como “una remembranza, un recuerdo de algo hermoso”.

Después, Blomstedt, quien recientemente dirigió a la Filarmónica de Nueva York en las séptima y octava sinfonías de Beethoven, charló sobre una vida en la música, su fe en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, y su activo nonagésimo año. No come carne ni bebe alcohol o café; una botella de suero de leche había sido colocada en su camerino en el Kimmel Center. A continuación, fragmentos editados de la conversación.

P: ¿Cuál es el secreto para cumplir con una agenda tan demandante?

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R: Me encanta la música. ¿Cómo pudiera uno negarse a estar junto al ser amado? Algunos periodistas quieren que diga, por supuesto, que es porque nunca fumé, o porque soy vegetariano, o porque cumplo con el Sabbat. Pero esa no es la razón. Es un regalo. No puedo decir: “Mírenme, sean como yo, tendrán buena salud”. No es así. Algunas personas que vivieron vidas largas y activas vivieron una vida no muy inteligente. Churchill bebía mucho whiskey y fumaba enormes puros, y vivió hasta los 90 años más o menos.

P: Usted nació en Massachusetts, su padre era ministro y su madre maestra de música, pero se mudó a Suecia en su niñez. ¿Cómo se sintió de regresar a estudiar con Leonard Bernstein en Tanglewood?

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R: Fue en 1953. Yo había oído de Tanglewood. Sabía que Bernstein estaba involucrado en la enseñanza ahí, y sabía que vivía junto al Carnegie Hall en ese entonces, así que me armé de valor y fui y toqué a la puerta. A él le gustaban los jóvenes, como sabe, y fue muy amable; me aceptó como estudiante aun cuando ya habían terminado de recibir solicitudes. Y me consiguió una beca, porque yo no tenía dinero.

P: También estudió música contemporánea en el curso de verano en Darmstadt, Alemania. ¿Cómo fue eso?

R: Estuve ahí en el 49, justo después de la guerra. Hindemith era el gran profeta del que teníamos que aprender. También fui en el 56, siete años después; una atmósfera completamente diferente. John Cage era el gran nombre. Me reuní con él una vez, en un día libre. Él estaba recolectando hongos. Me dijo: “Ese es un buen ejemplo de lo que estoy tratando de decirte: Mira estos hongos. No crecen en líneas rectas, o en triángulos, o en círculos. Uno aquí, uno allí, uno allá. Cuando la temperatura y la humedad son las correctas, brotan. Esto es lo que quiero: el objetivo final es liberar tu mente y deshacerte de todas esas reglas”.

P: ¿Fue difícil para usted, como Adventista del Séptimo Día, decir a las orquestas que no ensayarían los sábados, el Sabbat?

R: Recibí una oferta de la Filarmónica de Berlín en los 70 para un concierto que involucraba un ensayo en sábado. Les dije: “Desafortunadamente, no puedo hacer eso. ¿Podamos cambiar el calendario?” Y Recibí la carta, muy negativa: “Debe entender que tenemos nuestros calendarios especiales, y si no puede adaptarse a eso no estamos interesados en usted”. Esa fue una experiencia importante. Ahora nunca es un problema, toco cada año con la Filarmónica de Berlín.

P: ¿Pero decidió que estaba bien actuar los sábados?

R: Pensé en mi padre: preparaba su sermón con mucha satisfacción durante la semana; el viernes al anochecer, cerraba sus libros y se unía a la familia; pero en el Sabbat daba su sermón. Me encanta ensayar, trabajar con la orquesta. Pero en el Sabbat, ya no estudiamos, solo tocamos lo que aprendimos juntos. Y esa es una bendición para todos nosotros.

Michael Cooper
© 2017 New York Times News Service