Al prepararse para el Brexit los británicos pasan apuros en su país

LONDRES – Más o menos ahora, Eddie Stamton, un trabajador de la construcción, normalmente estaría haciendo preparativos para salir corriendo de vacaciones de verano a una franja del Mediterráneo. No este año.

En el año desde la impactante votación en Gran Bretaña para abandonar a la Unión Europea, la libra británica ha perdido 13 por ciento de su valor contra el euro, con lo que ha aumentado el costo de las apreciadas vacaciones europeas. También los alimentos de otras tierras – carne, queso, vino – son más caros. Igual que la gasolina.

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La aceleración en la inflación puede ayudar a explicar el impresionante reproche electoral a la primera ministra Theresa May y a su gobernante Partido Conservador, así como el inesperado fortalecimiento del Partido Laborista en las elecciones parlamentarias del jueves. Los consumidores están batallando con los precios al alza y los salarios no han mantenido el paso. La economía se está debilitando.

Stamton, de 51 años, vive en el noreste de Londres, es tradicional y ha votado por los conservadores, aunque esta vez le dio su apoyo al Partido Independencia del Reino Unido, uno marginal que ha defendido desde hace tiempo que Gran Bretaña abandonara a Europa. No importa que las consecuencias de esa posición, la caída de la libra, hayan producido la indignidad al llegar: cambiar la playas bañadas por el sol en Grecia por los parques sombreados en el sur de Londres.

“Viajar es más caro”, comentó Stamton. “Solo me voy a quedar en la casa”.

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Aquí está el telón de fondo económico del periodo tumultuoso de la incertidumbre política que está evolucionando ahora. May y su partido han perdido la mayoría gobernante justo cuando Gran Bretaña tiene que negociar los términos de su complicado divorcio de Europa – el “brexit”, como se le conoce ampliamente. Mientras los conservadores tratan de aferrarse al control del gobierno, es probable que el debilitamiento de la economía intensifique el sentido de reclamo entre los británicos comunes que no han recibido el botín de los años recientes de crecimiento.

La economía se expandió solo 0.2 por ciento durante el primer trimestre del año, en comparación con el trimestre anterior, muchísimo menos que el ritmo de 0.7 por ciento que se vio a finales del 2016. Creció a un ritmo anualizado de dos por ciento durante el trimestre.

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El gasto del consumidor constituye casi dos tercios de la actividad económica británica, lo que significa que los problemas de la gente común pueden tener una influencia decisiva en la economía, y, para el caso, en la política. Para el trabajador promedio, los precios al alza de los bienes de consumo cotidiano se dan encima de una década de estancamiento en los salarios.

Son pocos los economistas que esperan que haya una recesión en Gran Bretaña, pero el consenso es que habrá un decepcionante crecimiento económico que oscilará entre el 1.5 y el 1.75 por ciento anual durante este año y el siguiente.

El referendo del “brexit” del año pasado fue, en parte, un rechazo a la elite económica de parte de millones de trabajadores que han sufrido el declive en los salarios mientras observan a Londres transformarse en un carnaval de riqueza para los financieros trotamundos.

La primera ministra llamó a elecciones con base en la fuerza de su partido porque las encuestas de opinión mostraban que capturaría una mayoría amplia en el Parlamento, lo que solidificaría su posición al negociar con Europa los términos de la salida. Sin embargo, la miserable participación en las urnas el jueves sugiere que las mismas fuerzas que produjeron el “brexit” han embestido al gobierno que se supone que lo ejecutará: muchos británicos están insatisfechos con su destino económico.

En la docena de años desde que Vaidas Zelskis entró en Gran Bretaña procedente de su nativa Lituania para buscar trabajo como carpintero, su salario ha aumentado de unas 120 libras diarias (alrededor de 224 dólares al tipo de cambio de ese entonces) a unas 180 libras ahora. Sin embargo, al mismo tiempo, su conjunto usual de provisiones han aumentado de unas 50 libras a la semana a algo más cercano a las 120 libras.

“Los ricos siempre pueden pagar lo que quieren”, dijo Zelskis mientras tomaba un receso para fumar un cigarrillo, una mañana reciente, afuera de su empleo en Shard, un icónico rascacielos en el sur del río Támesis. “Pero la clase media realmente lo siente”.

En gran parte como en Estados Unidos, la mayoría de los trabajadores en Gran Bretaña todavía tienen que recuperarse por completo de la traumática crisis financiera que comenzó en el 2008.

El salario semanal promedio en Gran Bretaña es ahora más bajo de lo que era hace una década, después de considerar la inflación, notó Martin Beck, el principal economista británico en Oxford Economics en Londres. Esto, a pesar del hecho de que la tasa de desempleo británica cayó a 4.6 por ciento en abril, un nivel visto por última vez en 1975.

“Para la mayoría de las personas, no ha habido una recuperación real durante años”, notó Beck.

En los últimos años, el desempleo bajo ha tendido a hacer que suban los salarios, porque los empleadores se vieron forzados a pagar más para competir por un grupito más reducido de trabajadores. El porqué esta dinámica que típicamente enriquece no ha surgido ahora es tema de un debate considerable entre los economistas.

Los sindicatos son muchísimo más débiles que hace años. La economía de los trabajitos ha remplazado a los empleos de tiempo completo con lapsos de medio tiempo o temporales, lo que diluye el poder de los trabajadores para demandar remuneraciones más altas.

Un exceso de incertidumbres mundiales – el “brexit”, las amenazas del presidente Donald Trump de desmantelar las instituciones en el corazón del orden mundial – han, quizá, hecho que las compañías sean renuentes a añadir costos.

La libra más débil ha reforzado las exportaciones británicas, haciendo que tengan menor precio que sus competidores europeos y estadounidenses. El whiskey, el salmón y el chocolate británicos se han estado vendiendo en volúmenes cada vez mayores.

Sin embargo, Gran Bretaña importa más alimentos de los que exporta. Muchas de las industrias de exportación claves del país – automotriz, aeroespacial y aparatos médicos –, se abastecen con proveedores de Europa para las partes. Aun cuando la libra débil hace que los precios de los artículos ya terminados sean más competitivos, también aumenta los costos.

La economía también encara la pérdida de los empleos bancarios de alta remuneración a medida que se confrontan los desafíos que representa el “brexit” para el estatus de Londres como un prominente centro financiero internacional. Aproximadamente un tercio de los movimientos del sector implica el manejo de transacciones de clientes europeos. Una vez que Gran Bretaña esté fuera de la Unión Europea, gran parte de ellas podría ser, efectivamente, ilegal, lo que requeriría que los bancos cumplieran con proclividades de los reguladores en los 27 miembros restantes del bloque.

El sector financiero ha estado cabildeando ante el gobierno para forjar un acuerdo con Europa por el cual se mantendría el “statu quo”, permitiendo que el dinero siga fluyendo sin impedimentos. En la posición más debilitada de May, es posible que las elecciones hayan incrementado las posibilidades de que ella suavice su línea y acceda a compromisos que preservarían la inclusión de Gran Bretaña en el mercado europeo.

Aun así, los bancos mundiales no pueden darse el lujo de esperar con la expectativa de que se pueda llegar a un acuerdo útil. Ya están elaborando planes para cambiar los empleos a ciudades en otras partes de la Unión Europea, mientras buscan asegurar que – sea lo que sea lo que llegue – podrán ejecutar todas las actividades. Gran Bretaña podría sufrir pérdidas de entre 15,000 a 80,000 empleos en los próximos dos años, según algunas investigaciones.

Las inversiones siguen creciendo modestamente porque se requieren años para planear y ejecutar los grandes proyectos. Sin embargo, la mayoría de los economistas supone que será lento a medida que el “brexit” separa a Gran Bretaña del resto del mercado europeo, minando el incentivo de las compañías multinacionales para usarla como un centro regional.

“Conforme los lineamientos de las negociaciones del ‘brexit’ empiezan a adquirir forma, las compañías van a estar mucho más preocupadas”, notó Peter Dixon, un economista en finanzas mundiales en el Commerzbank AG en Londres. “Aun si las compañías no cortan las inversiones, es probable que pospongan las expansiones”.

Por ahora, el escrutinio se concentra en el cada vez más atribulado consumidor británico.

Los balances sin pagar de las tarjetas de crédito en toda Gran Bretaña fueron casi 10 por ciento más altos en abril, en comparación con un año antes, el ritmo más rápido de crecimiento en más de una década, reveló el Banco de Inglaterra. Eso cebó las preocupaciones de que pronto los consumidores podrían agotar sus fuentes de dinero ya que sus salarios habrán disminuido efectivamente debido a la inflación.

“La gente ha podido pedir prestado para mantener el crecimiento del gasto del consumidor más rápido que los ingresos reales”, notó John Hawksworth, el economista en jefe del PwC UK en Londres. “Hay un signo de interrogación en cuánto más pueden los consumidores mantener en marcha a la economía por sí solos”.

Jennifer Corbin, de 48 años, con cinco hijos, vive en Wembley, al noroeste de Londres, ya tiene una respuesta a esa pregunta: su familia está economizando, ha renunciado a su viaje anual del verano a las Islas Canarias, donde abunda el sol.

“Comida, alojamiento, viaje. Ahora todo es más caro”, dijo al inicio de un fin de semana de tres días, mientras ella y su familia esperaban el tren para ir a un destino costero que estaba más cerca: la playa de Brighton, en los confines sureños de Inglaterra.

Allí, el pronóstico era lluvia fría, seguida de lluvia más fría.

PETER S. GOODMAN
© 2017 New York Times News Service