El apetito de China lleva al borde a los bancos de peces

JOAL, Senegal ⎯ Hubo una vez que los mares rebosaban de macarelas, calamares y sardinas, y la vida era buena. Pero, ahora, en lados opuestos del planeta, los pescadores curtidos por el sol se lamentan mientras recogen sus redes casi vacías.

“La red estaba tan llena de pescados que uno apenas podía subirla al bote”, dijo Mamadou So, un pescador de Senegal de 52 años de edad, gesticulando hacia la escasa variedad de pececillos que se agitaban en su canoa de madera.

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A un mundo de distancia en el este de China, Zhu Delong, de 75 años de edad, también sacudió la cabeza mientras su red extraía una variedad decepcionante de camarones del tamaño del meñique y corvinas amarillas jóvenes. “Cuando era niño, se podía lanzar el anzuelo en la puerta trasera de la casa y pescar enormes corvinas amarillas”, dijo. “Ahora el mar está vacío”.

La sobrepesca está vaciando los océanos en todo el planeta, y 90 por ciento de las zonas pesqueras del mundo están totalmente explotadas o enfrentan el colapso, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés). Desde los pescadores de cangrejo rey rusos en el oeste del Mar de Bering hasta los barcos mexicanos que atrapan furtivamente huachinango frente a la costa de Florida, las prácticas pesqueras insostenibles amenazan el bienestar de millones de personas en el mundo en desarrollo que dependen del mar para sus ingresos y su alimentación, dicen expertos.

Pero China, con su población enorme, su creciente riqueza para comprar pescados y mariscos y la mayor flota de embarcaciones de pesca en mares profundos del mundo, está teniendo un efecto enorme.

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Tras vaciar los mares cerca de casa, los pescadores chinos están navegando más lejos para explotar las aguas de otros países, y sus travesías a menudo son subsidiadas por un gobierno más preocupado por el desempleo y la seguridad alimentaria en el país que por la salud de los océanos del mundo y los países que dependen de ella.

Cada vez más, la creciente armada de embarcaciones de pesca en aguas distantes de China se encamina a las aguas de África Occidental, atraída por la corrupción y la débil aplicación de la ley por parte de los gobiernos locales. El África Occidental, dicen expertos, ahora ofrece la enorme mayoría de la pesca atrapada por la flota de aguas distantes de China. Y, según algunas estimaciones, hasta dos tercios de esos barcos se involucran en prácticas de pesca que contravienen las leyes internacionales y nacionales.

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La flota de pesca en aguas distantes de China ha crecido a casi 2,600 embarcaciones (Estados Unidos tiene menos de una décima parte de esa cantidad), con 400 barcos que entraron en servicio solo entre 2014 y 2016. La mayoría de los barcos chinos son tan grandes que pueden extraer tanta pesca en una semana como los barcos senegaleses capturan en un año, lo que cuesta a las economías del África Occidental 2,000 millones de dólares al año, según un nuevo estudio publicado por la revista especializada Frontiers in Marine Science.

Muchos de los dueños de barcos chinos dependen del dinero del gobierno para construir embarcaciones y para el combustible para sus travesías a Senegal, un viaje de un mes desde los atestados puertos en China. En general, los subsidios gubernamentales para la industria pesquera alcanzaron casi los 22,000 millones de dólares entre 2011 y 2015, casi el triple de la cantidad gastada durante los cuatro años anteriores, según Zhang Hongzhou, un investigador en la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur.

Esa cifra, dijo, no incluye las decenas de millones en subsidios y exenciones fiscales que las ciudades y provincias chinas costeras ofrecen para apoyar a las compañías pesqueras locales.

Según un estudio de Greenpeace, los subsidios de algunas compañías pesqueras chinas representan una parte importante de sus ingresos. Para una gran compañía estatal, CNFC Overseas Fisheries, el subsidio para diesel de 12 millones de dólares recibido el año pasado marcó la diferencia entre las utilidades y las pérdidas, según un documento corporativo.

“Las flotas chinas están en todo el mundo ahora y, sin estos subsidios, la industria simplemente no sería sostenible”, dijo Li Shuo, asesor de política mundial en Greenpeace East Asia. “Para Senegal y otros países del África Occidental, el impacto ha sido devastador”.

En Senegal, una nación pobre de 14 millones de habitantes, los bancos de peces están desplomándose. Los pescadores locales que trabajan desde canoas talladas a mano compiten con mega traineras cuyas enormes redes capturan virtualmente a todas las cosas vivientes.

“Estamos enfrentando una crisis sin precedentes”, dijo Alassane Samba, ex director del instituto de investigación oceánica de Senegal. “Si las cosas siguen por ese camino, la gente tendrá que comer medusas para sobrevivir”.

Cuando se trata de las operaciones pesqueras mundiales, China es el indiscutible rey del mar. Es el mayor exportador de pescados y mariscos del mundo, y su población representa más de un tercio de todo el consumo de pescado, una cifra que crece en 6 por ciento cada año.

La industria pesquera de la nación emplea a más de 14 millones de personas, en comparación con cinco millones en 1979, y 30 millones más dependen de la pesca para ganarse la vida.

“La verdad es que los terrenos de pesca tradicional en las aguas chinas existen solo de nombre”, dijo Zhang de la Universidad de Nanyang. “Para los líderes de China, asegurar un suministro constante de productos acuáticos no solo gira en torno de los aspectos económicos positivos sino de la estabilidad social y la legitimidad política”.

Pero a medida que se dirigen a otros países, los pescadores chinos se han enredado en un creciente número de disputas marítimas.

Indonesia ha incautado a veintenas de barcos chinos atrapados pescando en sus aguas y, en marzo del año pasado, las autoridades argentinas hundieron una embarcación china que trató de embestir a un barco de la guardia costera. Los choques violentos entre los pescadores chinos y las autoridades sudcoreanas han dejado media docena de muertos.

Para Senegal, que se extiende más de 482 kilómetros a lo largo del Atlántico, el océano es el salvavidas económico y parte de la identidad nacional. Los productos del mar son la principal exportación, y las industrias relacionadas con la pesca emplean a casi 20 por ciento de la fuerza laboral, según el Banco Mundial.

El ceebu jen, un sustancioso guiso de pescado, es el platillo nacional, y el pez sierra ⎯ antes abundante pero ahora raro ⎯ adorna los billetes. Ninguna tarjeta postal senegalesa está completa sin una imagen de piraguas, los botes exuberantemente pintados que usan los pescadores.

Pese a los bancos de peces en declive, la constante sequía vinculada al cambio climático ha llevado a millones de senegaleses rurales a la costa, incrementando la dependencia que la nación tiene del mar.

Como dos tercios de la población tiene menos de 18 años de edad, la presión ha ayudado incrementar la ola de senegaleses jóvenes que tratan de llegar a Europa.

“Los extranjeros se quejan de que los migrantes africanos lleguen a sus países, pero no tienen problema en venir a nuestras aguas y robarse nuestros peces”, dijo Moustapha Balde, de 22 años de edad, cuyo primo adolescente se ahogó después de que su barco se hundió en el Mediterráneo.

La migración a la costa ha transformado a esta ciudad costera, Joal, de ser una aldea pesquera bajo la sombra de las palmeras a convertirse en una ciudad de 55,000 habitantes. Abdou Karim Sall, de 50 años de edad y presidente de la asociación de pescadores local, dijo que había ahora 4,900 piraguas en Joal, en comparación con unas cuantas docenas cuando él era adolescente.

“Siempre pensamos que la vida marina era inagotable”, dijo mientras patrullaba la costa. Ahora, añadió, “estamos enfrentando una catástrofe”.

La mayor parte de su ira se dirige a las traineras extranjeras de gran capacidad. En estos días, más de 100 barcos grandes trabajan en aguas senegalesas, una combinación de embarcaciones con banderas europeas, asiáticas y locales, según cifras del gobierno. Ese número no incluye a barcos que ondean banderas senegalesas pero son propiedad de empresas chinas.

Tampoco se cuentan los barcos que pescan ilegalmente, a menudo en la noche o en el borde de la zona económica exclusiva de 321 kilómetros de ancho de Senegal, fuera del alcance de la pequeña armada del país.

Dyhia Belhabib, una experta en pesca que trata de cuantificar la captura ilegal a lo largo de la costa africana, dijo que los barcos chinos estaban entre los peores infractores; en África Occidental, reportan solo 8 por ciento de su captura, comparado con 29 por ciento de las embarcaciones con bandera europea, dijo.

Según sus estimaciones, los barcos chinos roban 40,000 toneladas de pescado por año de aguas senegalesas, una cantidad con un valor de 28 millones de dólares.

Pekín se ha vuelto sensible a las acusaciones de que su enorme flota pesquera está ayudando a llevar al borde del colapso a los bancos de peces.

El gobierno dice que está reduciendo agresivamente los subsidios al combustible ⎯ para 2019 habrán sido recortados en 60 por ciento, según un funcionario de pesca ⎯ y legislación pendiente requeriría que todas las embarcaciones de aguas distantes fabricadas en China se registren con el gobierno, permitiendo una mejor supervisión.

“La era de la pesca como quieran y donde quieran ha terminado”, dijo Liu Xinzhong, subdirector general de la Oficina de Pesca en Pekín. “Ahora necesitamos pescar según las reglas”.

Pero las críticas a las prácticas de pesca de China, añadió, a veces son exageradas, y argumentó que las embarcaciones chinas que viajan a África simplemente están respondiendo a la demanda de pescados y mariscos de los países desarrollados, los cuales han estado reduciendo sus propias flotas.

“La gente acude a mí y pregunta: ‘Si China no pesca, ¿de dónde recibirán los estadounidenses sus pescados para comer?’”, dijo.

Andrew Jacobs
© 2017 New York Times News Service