Aquí yace un cementerio donde se unen Oriente y Occidente

SINGAPUR ⎯ En el centro de esta nación isleña de autopistas y rascacielos se ubica una marca en el tiempo: Bukit Brown, uno de los cementerios chinos más grandes del mundo.

Ahora descuidado y con maleza crecida, ofrece una increíble variedad de lápidas, estatuas y santuarios unos 6.5 kilómetros al norte del los bancos, centros comerciales y oficinas centrales regionales que se encuentran en el centro.

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Durante años, el sitio de 86 hectáreas fue destino de quienes buscaban emociones fuertes en Halloween y de los observadores de aves, un refugio de verdor en un país excesivamente poblado. Pero en los últimos años se ha convertido en algo mucho más poderoso: un sitio de peregrinación para los singapurenses que tratan de reconectarse con el pasado en desvanecimiento de su país.

Eso ha puesto a Bukit Brown en el centro de un importante movimiento social en un país que rara vez ha tolerado el activismo comunitario: una batalla entre el Estado, que planea aplanar parte del cementerio, y un grupo de ciudadanos dedicados a su preservación.

Sorprendentemente, en una cultura de incesante modernización, sus defensores están anotándose algunos éxitos en limitar el daño al cementerio y despertar la conciencia sobre la colorida historia de la isla.

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Construido en 1922, Bukit Brown fue el lugar de descanso final de unas 100,000 familias singapurenses hasta que fue cerrado en 1972. Su importancia es mayor de lo que implica su historia de 50 años relativamente reciente porque muchas tumbas históricas fueron reubicadas ahí desde otros cementerios que fueron pavimentados.

Si se suma un cementerio abandonado aledaño para un prominente clan chino, los expertos estiman que hasta 200,000 tumbas están dispersas en medio de los bosques tropicales circundantes, incluidas aquellas de muchos de los ciudadanos más famosos de Singapur.

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“Se tiene que pensar en el cementerio como un asombroso archivo histórico”, dijo Kenneth Dean, director del departamento de estudios chinos en la Universidad Nacional de Singapur. “Pero dado cómo se han desarrollado las cosas recientemente, tengo profunda preocupación sobre cuánto tiempo sobrevivirá”.

Esa preocupación tiene que ver con el apetito insaciable de esta ciudad-estado por las tierras. Los 5.7 millones de residentes de Singapur viven en solo poco más de 717 kilómetros cuadrados, un poco menos que el área de la Ciudad de Nueva York, pero los terrenos tienen que dan cabida a más que las necesidades de un municipio. Deben contener la infraestructura de un país, incluyendo bases militares, rellenos sanitarios, presas, parques nacionales y uno de los aeropuertos y puertos más activos del mundo.

Más de 20 por ciento del país está construido sobre tierras reclamadas, lo que llevó a sus dos vecinos inmediatos, Malasia e Indonesia, a prohibir la exportación de arena a Singapur para proteger sus propias tierras. Y con planes que establecen que la población de Singapur aumente a 6.9 millones para 2030, las tierras están en gran demanda.

Parte de la solución ha sido mirar hacia adentro. En 2011, el gobierno decidió reducir una curva en la autopista que cruza la isla de norte a sur pasando por Bukit Brown. Poco después, el gobierno anunció que dentro de 40 años el resto también sería pavimentado.

Después de ver la destrucción de muchos de sus monumentos y vecindarios mejor conocidos en las últimas décadas, los singapurenses empezaron a emprender acciones; un punto de inflexión que la gente aquí compara con la destrucción en 1963 de la Estación Pensilvania, una obra maestra de las bellas artes en la Ciudad de Nueva York cuya pérdida fue el catalizador de la preservación histórica en Estados Unidos.

En el centro está un grupo informal de dos docenas de voluntarios que se hacen llamar “Brownies”. Ofrecen recorridos gratuitos y operan un sitio web que detalla la historia del cementerio e incluye testimonios de residentes locales y visitantes.

Uno de los primeros Brownies fue Raymond Goh, de 54 años de edad, un farmacéutico que acostumbraba encabezar recorridos de Halloween por el cementerio. (Como en muchas partes del mundo cultural chino, Singapur está obsesionado con las historias de fantasmas.) Después de un tiempo, Goh empezó a leer cuidadosamente las inscripciones en las lápidas y se sorprendió de la antigüedad de las tumbas.

“Noté muchas tumbas que se veían muy antiguas y, de hecho, que algunas eran de la época de Raffles”, dijo Goh, refiriéndose al fundador colonial británico de Singapur, Sir Stamford Raffles. “Me pregunté: ‘¿Cómo nadie me dijo que estaba esto aquí?’”

Cuando se anunciaron los planes del gobierno en 2011, Goh y su hermano Charles se preguntaron cómo salvar a Bukit Brown. Empezaron capacitando a otros voluntarios, incluidos profesores familiarizados con el mundo de la investigación académica, ex periodistas que ayudan con las relaciones públicas y empresarios que ofrecen participación comunitaria y financiamiento. En otras palabras, era una sección amplia de singapurenses de clase media que se sentían nostálgicos sobre la ciudad perdida de su juventud y estaban ansiosos por entender mejor sus raíces culturales.

Los Brownies me han guiado por el sitio varias veces en los últimos meses, y pensé que realmente era una maravilla. La frondosa vegetación nos hacía sentir apartados de la próspera ciudad moderna, mientras que las lápidas eran hermosas en sí mismas, incluso sin explicaciones.

Algunas son como mini fortalezas, vigiladas por leones chinos o británicos de piedra, o incluso soldados sijs. Otras estaban decoradas con imágenes y símbolos taoístas y confucianos. Algunas hablaban de la lealtad de una persona muerta a un partido político o una dinastía perdida.

Gracias a las explicaciones de guías como Ian Chong, profesor de la Universidad Nacional de Singapur; Ang Yik Han, ingeniero; Fabian Tee, abogado; y Claire Leow, ex periodista, empecé a comprender cómo esta ciudad-estado fue crucial para las posesiones asiáticas del Imperio Británico.

Sondeamos el enorme mausoleo de On Sam Leong, un proveedor de mano de obra para la Isla de Navidad, quien murió en 1917 y cuya tumba fue reubicada aquí. También vi la tumba de Tam Kim Cheng, quien presentó a Anna con el rey de Siam, y las de revolucionarios que apoyaron a Sun Yat-sen cuando estaba conspirando la finalmente exitosa caída de la última dinastía de China.

Muchas de las tumbas estaban decoradas con los azulejos distintivos usados por los inmigrantes chinos veteranos en estas regiones, mientras que otras mostraban la fuerte influencia de la cultura malaya.

“Aquí es donde se juntaron el Este y el Oeste”, dijo Ang. “Estamos parados en el centro de la isla, el vientre del dragón, y no podemos permitir que sea diseccionado”.

No pude evitar pensar en muchos de los otros grandes lugares de descanso del mundo. En términos de árboles y vida silvestre, Bukit Brown evocaba a Highgate Cemetery en Londres; como un retiro de la vida diaria se sentía como Green-Wood en Brooklyn, Nueva York; y como un registro de la gente famosa de un país era reminiscente de Père Lachaise en París o el Cementerio de la Recoleta en Buenos Aires, Argentina.

Para Dean, estas lápidas muestras los ricos lazos entre el sudeste asiático y regiones específicas de China. Bajo su dirección, un equipo de investigadores está introduciendo datos de las lápidas en bases de datos, permitiendo el desarrollo de mapas que muestran cómo los clanes y las aldeas migraron de la China costera a estos litorales lejanos.

Recientemente, uno de los proyectos de Dean recibió financiamiento del gobierno. Aunque funcionarios rechazaron numerosas solicitudes por teléfono y fax de entrevistas sobre el cementerio, parecen estar llegando a comprender su importancia.

El gobierno ya ha cedido a algunas de las demandas de los Brownies. Originalmente, iban a ser retiradas 5,000 tumbas, pero ese número se redujo a 3,700. Y en vez de pulverizar las lápidas, están siendo catalogadas y guardadas en un almacén. Además, el gobierno ha establecido un consejo de evaluación del patrimonio para revisar los proyectos futuros.

Esta disposición al compromiso parece reflejar un sentimiento más amplio en una sociedad que ha avanzado tan rápidamente que la gente se siente desarraigada y sin lazos profundos con su país. Durante un paseo por el cementerio, me encontré con un funcionario del Ministerio de Defensa que pidió que solo se usara su nombre de pila, Pete, debido a lo delicado de su posición.

“Nuestra nación es joven, y hemos estado tan enfocados en el futuro que a veces olvidamos el pasado”, dijo. “Bukit Brown es un enorme tesoro de historias”.

Ian Johnson
© 2017 New York Times News Service