Aunque enemigo de la pena de muerte. Kaine la ejecuto cuando era Gobernador

Con la colaboración en la investigación de Kitty Bennett.

Los abogados de Kevin Green le pedían indulgencia al gobernador.

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Era la primavera del 2008, y Green, de 31 años, quien había matado a tiros al dueño de una tienda de abarrotes, estaba en el corredor de la muerte en Virginia. Sus infortunios, dijeron sus abogados, se remontaban a su infancia. Nació con el cordón umbilical alrededor del cuello, repitió tres años de la educación básica y nunca aprendió a atarse las agujetas de los zapatos.

La de Green fue el tipo preciso de ejecución por la que un joven Tim Kaine, abogado, formado en Harvard, con una repulsión profundamente sentida por la pena capital, habría trabajado muchísimo para detener.

“El asesinato está mal en el gulag, en Afganistán, en Soweto, en las montañas de Guatemala, en el condado de Fairfax”, declaró alguna vez cuando estaban a punto de matar a uno de sus clientes. “E, incluso, en la penitenciaría de la calle Spring”.

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Sin embargo, la noche del 27 de mayo, condujeron a Green hasta la cámara de ejecución en el centro correccional Greensville, lo ataron a una camilla y le colocaron una vía intravenosa.

Poco después de las 10 p.m., se convirtió en la quinta persona a la que ejecutaban cuando Kaine era el gobernador de Virginia.

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Para Kaine, ahora un senador y recién nombrado compañero de fórmula por Hillary Clinton, ningún tema ha sido tan difícil política y personalmente como la pena de muerte. El cómo manejó la pena de muerte revela una verdad central sobre Kaine: es tanto un hombre de convicciones como muy político; un hombre de fe inquebrantable que, no obstante, reconoce _ y ante la que, convenientemente, se doblega, sugieren sus críticos _ la realidad del Partido Demócrata y del estado al que representa.

Se opone tanto al aborto como a la pena de muerte, ha dicho, porque “mi fe enseña que la vida es sagrada”. No obstante, apoya con firmeza el derecho de las mujeres a decidir y tiene una calificación de 100 por ciento en planeación familiar. Y Kaine presidió 11 ejecuciones cuando era gobernador, retrasó algunas, pero solo otorgó el indulto una vez.

Emitía sus decisiones en términos simples: como gobernador de Virginia, juró defender la ley _ un mensaje que lo ayudó a que lo eligieran para el cargo. Calmado, nunca deja que la pasión se sobreponga a la razón y abierto al compromiso, a Kaine, de 58 años, lo quieren bien hasta muchos republicanos con los que ha trabajado. Su atractivo centrista es una de las razones por las que Clinton lo agregó a su fórmula.

Sin embargo, algunos oponentes de la pena de muerte califican sus decisiones como sobrevivencia política y ambición.

“Tim es un político”, dijo Jack Payden-Travers, quien fungió como director ejecutivo de la organización Virginians for Alternatives to the Death Penalty cuando Kaine era el gobernador. “Aun cuando dicen que no se están postulando para el siguiente cargo, siempre hay algo que se presenta”.

Muy dentro, dicen los aliados de Kaine, su papel al presenciar las ejecuciones lo afectó mucho. Los días en los que estaba programada una ejecución, dijo Wayne Turnage, su exjefe de gabinete, el gobernador, normalmente extrovertido, “estaba menos comunicativo y silenciosamente pensativo”, y cuando se acercaba el momento, se retraía a su oficina en una esquina y se quedaba ahí, solo.

Cuando había concluido, un asesor entraba silenciosamente para informar sobre las últimas palabras del muerto.

“No puedo decir que lo haya visto rezar”, recordó Larry Roberts, quien fuera el jefe de abogados de Kaine. “Estoy seguro que lo hizo”.

Siempre que Kaine podía cumplir con sus ideales, lo hacía, dicen sus partidarios. Si bien solo conmutó una sentencia, a cadena perpetua, Roberts dijo que el equipo del gobernador concluyó que el interno no estaba mentalmente apto para la ejecución, con base en una interpretación extensa de un precedente de la Corte Suprema que es probable que los predecesores de Kaine no habrían empleado.

Cuando la Corte Suprema se ocupó de la constitucionalidad de la inyección letal en el 2008, Kaine suspendió las ejecuciones hasta que la Corte fallara para permitir el procedimiento.

Y cuando, en la Asamblea General, los republicanos trataron de expandir el uso de la pena de muerte a más crímenes, el gobernador los bloqueó.

“Si se presentaba cualquier iniciativa de ley sobre la pena de muerte, iba a dar al incinerador, eso sí les digo”, comentó Turnage. “No había ningún sentimiento para expandir la pena de muerte. Eso no iba a pasar”.

Kaine declinó una entrevista. Sin embargo, en una realizada en el 2009, con The Virginian-Pilot, hacia el final de su mandato, dijo que cada decisión que tomó sobre indulto había sido “muy dolorosa”, aunque lo había preparado su experiencia como abogado.

“He comido la última comida y he sostenido la mano del tipo y he ido ante la Corte Suprema y he asistido a las protestas y sé esto muy, pero muy bien”, dijo. “Y debido a eso, estuvo algo desmitificado”.

En el 2005, cuando fue vicegobernador y contendía por la gubernatura contra Jerry Kilgore, quien fuera procurador general del estado, combatía la percepción de que era demasiado liberal para dirigir a la entidad. El tema número uno era la pena de muerte; Virginia era el segundo estado, después de Texas, en ejecuciones desde 1976.

“La gente pensaba que era casi para descalificar estar en contra de la pena de muerte en Virginia”, dijo Bob Holsworth, un analista político de tiempo atrás en la entidad. Era habitual que se descartara a los candidatos que sostenían esa posición, dijo, por considerarlos “suaves respecto al crimen”.

Así es que el equipo de Kaine preparó, desarrolló un mensaje en el que se presentaba al tema en términos de su fe, y se señalaba su trabajo como misionero jesuita en Honduras. Luego, en octubre, Kilgore sacó un anuncio en el que se presentaba al padre de una víctima de asesinato a cuyo asesino representó Kaine. “Tim Kaine dice que Adolfo Hitler no cualifica para la pena de muerte”, dijo el dolido padre.

La referencia a Hitler generó condenas y el equipo de Kaine respondió con su propio anuncio, en el que aparecía él mirando fijamente a la cámara y diciéndole al electorado que quería “dejar las cosas claras” y explicar que, a pesar de sus objeciones religiosas, “como gobernador, ejecutaré las sentencias de muerte que entreguen los jurados de Virginia porque esa es la ley”.

Los anuncios y los mensajes con temas religiosos resultaron ser el punto de inflexión, comentó David Eichenbaum, el estratega mediático de Kaine. “Una vez que estos electores se enteraron de que se trataba de un hombre de un fe profunda y que, de hecho, fue misionero”, comento, “de pronto, ya no era tan liberal”.

La primera gran prueba de la promesa de Kaine fue en abril del 2006, tres meses después de tomar posesión del cargo.

Estaba programada la ejecución de Dexter Lee Vinson, de 43 años, por haber secuestrado y matado a su exnovia, cuyo cuerpo mutilado se encontró en una casa vacía. Un representante del Vaticano y unos obispos católicos romanos en Arlington y Richmond, en Virginia, le pidieron a Kaine que lo indultara.

Jewel Bailey, una de las hermanas de Vinson, expresó su esperanza de que ganaran las convicciones religiosas de Kaine.

“Lo que yo digo es: ‘¿Por qué aceptaste la posición que tienes cuando no crees en la pena de muerte?’”, dijo en ese entonces. “La Biblia dice: ‘No matarás’ y eso es lo que yo voy a sostener. No matarás”.

Dentro de la oficina del gobernador, Kaine y sus abogados seguían un protocolo cuidadoso, diseñado por un asesor de un gobernador demócrata anterior, L. Douglas Wilder.

El gobernador no tendría ningún contacto directo con familiares o abogados de los internos. En lugar de eso, sus abogados le prepararían un memorando detallado, con argumentos opuestos: los más agresivos por el indulto y los más agresivos para la ejecución.

La de Vinson fue la primera ejecución durante el mandato de Kaine. Se ejecutaría a diez más, incluidos John Allen Muhammad, uno de los “francotiradores de D.C.”, y Green, en cuya petición de indulto, dirigida a Kaine, se decía que era “un hombre mentalmente retardado de conformidad con cualquier medida científica”.

“Se trataba de un caso en el que habría intervenido y no se habría” requerido decir demasiado, “me preocupa lo suficiente para no permitir que prosiga la ejecución’”, dijo Robert Lee, quien trabajó en la petición de indulto de Green, en la que se le pedía a Kaine que “pecara del lado de la misericordia y la vida”.