Bin Laden estaba preocupado por el “envejecimiento” de Al Qaida

Meses antes de ser abatido por un comando estadounidense, Osama Bin Laden estaba preocupado por el “envejecimiento” de Al Qaida, la organización que dirigía, según documentos desclasificados de la CIA.

Los últimos expedientes recuperados por los SEAL (principal fuerza de operaciones especiales de la Armada de los Estados Unidos) en Pakistán, durante la operación que concluiría con la muerte de Bin Laden en su guarida de Abbottabad, en 2011, muestran a un líder de Al Qaida preocupado por la evolución de su organización.

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Una carta redactada por uno de sus lugartenientes pone en evidencia la frustración creciente de Bin Laden, casi diez años después de los atentados de septiembre de 2001. Bin Laden “habla del miedo de ver a nuestra organización envejecer y deslucirse de a poco, al igual que otras organizaciones”, subraya la carta.

Estos documentos, principalmente de 2010, algunos escritos por Bin Laden y otros a su nombre, muestran también a un jefe de Al Qaida determinado a conservar a Estados Unidos como enemigo principal.

“Los enemigos actuales de la ‘umma’ [palabra árabe que designa a la comunidad musulmana] son como un árbol dañino”, escribió, “y el tronco de este árbol es Estados Unidos”.
Los documentos revelan además a un padre inquieto que advierte a sus hijos sobre toda tentativa de equiparlos a sus espaldas con un chip electrónico que permitiría controlar sus movimientos.

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Otro aspecto que queda evidenciado es el tiempo que Bin Laden dedicaba a gestionar los secuestros de extranjeros operados por algunas filiales de su grupo, así como la atención que ponía sobre los acontecimientos en Yemen, donde tomaba forma Al Qaida en la Península Arábica (AQPA), una de sus nuevas filiales.

En una carta a Nasir al Wuhayshi, el fundador de AQPA, Bin Laden recomendaba no actuar demasiado rápido contra el poder instalado, dado que las condiciones no eran favorables en ese entonces a la instauración de un Estado islámico que pudiese gobernar y resistir a los ataques del exterior.

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“La sangre no debería ser derramada, salvo que los elementos prueben que las condiciones están dadas para instaurar un Estado islámico y mantenerlo en el poder, o solamente si llegar a esos objetivos justificara el derrame de sangre”, escribió.

Esto “podría provocar una reacción muy fuerte que nos llevaría a una verdadera guerra”, advirtió.