Chef abandona el bourbon y empieza una nueva búsqueda

CHARLESTON, Carolina del Sur ⎯ Sean Brock entró en rehabilitación.

Eso quizá no parezca terriblemente notable, en la era dorada de las recuperaciones. Pero se trata de Sean Brock, el predicador culinario sureño con el brazo cubierto de tatuajes vegetales, quien había coleccionado botellas clásicas de bourbon estadounidense como un curador de museo maniático.

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Brock no era el tipo de chef que bebiera durante el trabajo, peo a menudo era el último hombre en pie al final de una noche saturada de Budweiser y Jagermeister. En algunos círculos, su nombre se había convertido en un verbo. Después de un largo periodo en la línea, un cocinero podía mirar a otro y decir: “Vamos a Brockear”.

Todo eso se derrumbó en enero, cuando sonó el timbre de la puerta de su casa en Nashville. Estaba empacando para otro vuelo cotidiano a Charleston, donde opera Husk, McCrady’s y Minero. Brock, de 39 años de edad, pensó que le estaban entregando un paquete. En vez de ello, tres de las personas a las que más admira estaban temblando en el umbral.

“En el momento en que abrí la puerta supe exactamente qué estaba sucediendo”, dijo en una entrevista reciente en una cafetería aquí. “Nos sentamos y tuvimos una intervención al viejo estilo”.

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Fue un alivio, realmente. A las pocas horas, él estaba volando al Desierto de Sonora para pasar seis semanas en el Meadows, el centro de tratamiento de Arizona donde han buscado ayuda Michael Phelps y Tiger Woods.

Según todas las versiones, regresó como un hombre notablemente diferente del chef estrella enojado y aislado de quien más de una persona, incluyendo el propio Brock, sospechaba que podría morir joven. Había estado haciendo frente a una enfermedad autoinmune que amenazaba a su visión, pero también estaba desmoronándose emocionalmente.

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“Me preocupaba que me estuviera matando no por decisión, sino por ser poco saludable y miserable”, dijo.

Los consejeros diagnosticaron trastorno de estrés postraumático, no por un solo acontecimiento sino por una acumulación de ellos. Le dijeron que la parte de su cerebro que controla el comportamiento y la emoción estaba esencialmente congelada.

“El congelamiento es el lugar más atemorizante y más oscuro que uno pueda imaginar”, dijo. “La única emoción que conocía era la ira. Era miserable y estaba enojado con el mundo”.

Hoy, su risa está de vuelta, y ha perdido unos nueve kilos. Brock nunca había experimentado ni una pizca de terapia personal hasta que fue a Meadows. Ahora, pasa algunas horas al día en actividades para cuidar de sí mismo como meditación y reiki y es asistente habitual de grupos de apoyo y consultorios de terapistas.

Ha emprendido la sanación interior, el establecimiento de límites y otros actos emocionales fundamentales de la recuperación con la misma intensidad que lo llevó a criar un cerdo de la isla Ossabaw para poder obtener una rebanada perfecta, curada y cubierta de jarabe de sorgo y laurel de la variedad Persea borbonia, como parte de su menú de degustación de 115 dólares en McCrady’s.

Y tiene una nueva misión. Olvídense de cocinar camarones y sémola de maíz, dijo, usando una expresión mucho más fuerte. “Cualquiera puede hacer eso”, comentó. “Tengo esta oportunidad ante mí. Si puedo inspirar a las personas a cuidar mejor de sí mismas en esta industria, eso será mi mayor contribución”.

No se trata solo del alcohol, dijo. Se trata de enseñar a la gente en la industria restaurantera cómo pedir ayuda.

“El sufrimiento es sufrimiento”, dijo. “No importa si uno es adicto a la pornografía en internet o es codependiente o es adicto a los juegos de apuesta o si es adicto a ‘The Real Housewives of Atlanta’. Uno está sufriendo, y eso es lo que nos mete en problemas”.

Aunque, por otro lado, Brock pudiera estar aun montado en lo que la gente en recuperación llama una nube rosa. A los amigos les preocupa que al hablar tan públicamente sobre su recuperación pudiera ponerla en peligro, pero lo apoyan.

“Es una forma de ser responsable y hacer un servicio”, dijo su novia, la publicista Adi Noe. “Le dije que en lugar de ser conocido por el bourbon, podía ser conocido por elegir recuperarse y elegir la salud”.

La conciencia sobre las adicciones se ha dado en oleadas en las últimas décadas en la industria de la hospitalidad, que ha sido clasificada en el nivel más alto entre las profesiones por la incidencia de trastornos de abuso de sustancias, según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos.

Hubo un periodo de toma de conciencia en los años 90 después de los excesos impulsados por la cocaína de los 80. El libro de 2000 de Anthony Bourdain, “Kitchen Confidential”, con sus descripciones crudas del abuso de drogas y la vida en los restaurantes, desencadenó otra ronda de examen de conciencia.

Kat Kinsman, la periodista gastronómica y autora del reciente “Hi, Anxiety: Life With a Bad Case of Nerves”, empezó un sitio web en 2016 llamado Chefs With Issues (Chefs con problemas), subtitulado “para el cuidado y alimentación de las personas que nos alimentan”. Pensó que conseguiría unos cuantos cientos de respuestas a un sondeo anónimo sobre salud mental que publicó. Más de 2,000 personas lo han llenado.

Como parte de ese trabajo, Kinsman ayudó a dirigir un panel de discusión sobre salud mental para chefs, su personal y sus familiares en el Festival de la Comida y el Vino de Atlanta en junio. Los restauranteros Scott Crawford y Steve Palmer establecieron un “espacio de relajación” en el festival como parte de Ben’s Friends, un grupo de apoyo en casos de adicciones que lleva el nombre de un amigo mutuo que se suicidó.

El festival fue el primero al cual Brock asistía sobrio. Fue anfitrión de un seminario sobre jamón y bourbon con los destiladores de Kentucky Preston Van Winkle y Drew Kulsveen. Ninguna de las 60 personas que asistieron le preguntó por qué no estaba bebiendo. Posteriormente, subió al espacio de relajación. “Era el más seguro que haya sentido jamás”, dijo.

Durante el almuerzo en Atlanta al día siguiente, Brock dijo que esperaba que la intervención fuera un punto final en años de altibajos extremos.

Creció en la parte rural de Virginia con un padre que trabajaba horas extras palando carbón y una madre que leía la revista Gourmet. Tenía 11 años cuando su papá murió de un ataque cardiaco; lo presenció, algo que ni siquiera había contado a Noe hasta recientemente.

Para cuando tenía 15 años, estaba trabajando en un restaurante. “Encontré un lugar para ocultarme en la sombras”, dijo. “Encontré un lugar donde estaba seguro, me sentía seguro y estaba rodeado de personas como yo. Nunca lo dejé”.

Hay otro acontecimiento que lo tomó por sorpresa en la historia de Brock. En enero de 2014, mientras estaba encerrado en su departamento de Nashville recuperándose de una rótula que se había roto en una caída en el hielo, despertó con visión doble. Sus párpados no respondían. Después de año y medio de pruebas y varias cirugías oculares brutales, le dieron el diagnóstico de miastenia gravis, una rara enfermedad autoinmune que interfiere con la forma en que se comunican los nervios y los músculos.

En el peor de los casos, puede impedir tragar y, eventualmente, respirar. En el mejor, podría entrar en remisión. El manejo de los síntomas requiere descanso y un coctel de medicamentos que incluyen el esteroide prednisona.

David Howard, presidente del Neighborhood Dining Group, cuya cartera incluye al Husk, McCrady’s y Minero, fue una parte esencial de la intervención conforme empeoraban los problemas de Brock. Es el socio de negocios de Brock, pero también, tras 11 años juntos, una figura paterna. Ayudó a despejar la agenda de Brock durante 45 días y a pagar el viaje a Meadows.

“En un periodo de tiempo corto, ha pasado de ser un joven originario de una pequeña localidad en Virginia a un punto en que no puede caminar por la calle en Charleston o Nueva York sin que alguien lo identifique”, dijo. “Eso es una bendición y una carga, y requiere que la persona esté siempre a la altura. Con eso vienen las adicciones”.

En los próximos meses, él y Howard planean abrir restaurantes Husk en Greenville, Carolina del Sur, y Savannah, Georgia. Un importante proyecto televisivo está en preparación.

Brock es un embajador oficial de la Fundación de la Miastenia Gravis y está planeando una serie de cenas para recaudar fondos con chefs que han ganado estrellas Michelin. Se ha unido al consejo de la Fundación del Patrimonio, que pretende ayudar a empleados de restaurantes con problemas de salud mental.

Principalmente, planea disfrutar su libertad.

Kim Severson
© 2017 New York Times News Service