China trata de reforzar su control a raíz del resurgimiento religioso

PEKÍN. Las finanzas de los grupos religiosos quedarán bajo un escrutinio más intenso. Los estudiantes de teología que vayan al extranjero podrían ser monitoreados más de cerca. Y la gente que le rente o proporcione espacio a iglesias ilegales podría enfrentarse a fuertes multas.

Esos son algunas de las medidas que se espera que sean adoptadas cuando el gobierno chino promulgue dentro de unos días unos reglamentos que reforzarán su control de la religión. Esta es la medida más reciente del presidente Xi Jinping para fortalecer el dominio del Partido Comunista sobre la sociedad y combatir las influencias extranjeras que considera subversivas.

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Estas reglas son los primeros cambios en más de diez años a la regulación de la religión. Consideran también imponer restricciones a las escuelas religiosas y límites al acceso a documentos religiosos extranjeros, particularmente en Internet. Se esperaba que fueran adoptadas desde el viernes, al término de un periodo de comentarios públicos, aunque el gobierno no ha hecho ningún anuncio al respecto.

La religión ha florecido en China a pesar de los esfuerzos del Partido Comunista por controlarla y, a veces, suprimirla. Cientos de millones de chinos han adoptado las principales religiones del país _ el budismo, cristianismo, islam y taoísmo _ en los últimos años. Pero muchos chinos practican fuera de las iglesias, templos y mezquitas oficiales del gobierno, en congregaciones no autorizadas que el gobierno teme que puedan llegar a desafiar su autoridad.

En septiembre se publicó un borrador de las nuevas regulaciones, varios meses después de que Xi Jinping convocara a una rara conferencia sobre política religiosa e instara al partido a estar en guardia contra los esfuerzos extranjeros de infiltrar China mediante la religión.

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“Eso podría significar que quienes no sean parte de una iglesia del gobierno, ya no van a existir”, observó Xiao Yunyang, uno de 24 pastores y abogados destacados que el mes pasado firmaron una declaración pública criticando las regulaciones por considerarlas vagas y potencialmente nocivas.

La reglamentación vino después de promulgarse una ley sobre organizaciones no gubernamentales que reforzó el escrutinio financiero de los grupos de la sociedad civil e igualmente restringió sus contactos con organizaciones extranjeras. También se lanzó una agresiva campaña para reducir la presencia de las iglesias, echando abajo cruces en una provincia del este donde el cristianismo tiene numerosos seguidores.

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Pero las reglas sobre la religión también aspiran a proteger a los sitios sagrados de la comercialización, permitir que los grupos espirituales se dediquen al trabajo caritativo y a hacer más transparente la supervisión del gobierno. Eso da a entender que, si bien Xi Jinping está dispuesto a aceptar la existencia de la vida religiosa en China, quiere que el gobierno la supervise más de cerca.

“Se ha reconocido que la religión puede ser útil, incluso en una sociedad socialista”, afirmó Thomas Dubois, profesor de la Universidad Nacional Australiana en Canberra. “Efectivamente hay un intento de recortarle los límites, pero dejándole a la religión un espacio particular protegido.”

Aunque el Partido Comunista requiere que sus 85 millones de miembros sean ateos, sus líderes han alabado algunos aspectos de la vida religiosa, por instilar moralidad en la popular en general y han emitido directivas para dar marcha atrás en los ataques de línea dura contra la religión que caracterizaron a la era de Mao Zedong.

En los últimos años, esto ha permitido un sorprendente renacimiento religioso en China, manifiesto en el auge de construcción de templos, mezquitas e iglesias. El cristianismo es la fe de más rápido crecimiento. Ahora hay hasta 67 millones de fieles, al menos la mitad de los cuales practican en las iglesias no registradas que han proliferado por toda China,llamadas iglesias clandestinas o caseras.

Las nuevas regulaciones son más explícitas sobre el requerimiento de que todos los grupos religiosos se registren con el gobierno, que ha estado vigente desde hace mucho tiempo. La oposición más abierta hasta ahora ha surgido de los ministros protestantes renuentes a registrarse.

“Esas regulaciones de hecho obligan a las iglesias caseras a adquirir un carácter ilegal”, observa Yang Xingquan, abogado que fue uno de los signatarios de la declaración pública. “Eso está muy claro.”

Muchos cristianos aseguran que las iglesias aprobadas por el gobierno son instrumentos del estado, pues los sermones se revisan para evitar cuestiones políticas y sociales controvertidas. Los clérigos, por lo demás, son nombrados por el gobierno en lugar de los congregantes o, en el caso de la Iglesia Católica, por el Vaticano.

Las nuevas reglas establecen prácticas contables más estrictas en las instituciones religiosas, amenazan a “quienes proporcionen las condiciones de actividades religiosas ilegales” con multas y confiscación de bienes, y requieren que muchos seminarios privados se sometan al control del estado.

Otros artículos de las reglas restringen el contacto con instituciones religiosas del extranjero, lo que afectaría a los católicos que estudian teología en Filipinas, los protestantes que asisten a seminarios en Estados Unidos y los musulmanes que estudian en las madrasas de Malasia y Pakistán.

Las iglesias y activistas extranjeros con lazos con los cristianos chinos han sido mordaces en sus ataques a los nuevos reglamentos. En su reporte anual sobre la persecución religiosa dado a conocer el miércoles, China Aid, un grupo con sede en Texas, señaló que estas reglas violan la constitución, que garantiza la libertad de creencias religiosas.

Las reglas también dicen por primera vez que la religión no debe dañar la seguridad nacional, lo que podría darles a los servicios de seguridad chinos mayor autoridad para poner en su mira a los grupos espirituales con lazos con el extranjero.

Los funcionarios chinos ya les han prohibido a los residentes que asistan a algunas conferencias religiosas en Hong Kong. También han reforzado la supervisión de los programas del continente manejados por pastores de Hong Kong, lo que ha suscitado temores en la vibrante comunidad cristiana de la ciudad.

En el caso de las religiones chinas tradicionales, el budismo y el taoísmo _ que son practicadas por entre 300 y 400 millones de personas y a las que el partido ve con mejores ojos _, las regulaciones parecen tener la intención de abordar un problema diferente: la comercialización grosera.

Muchos templos se ven obligados por el gobierno local a cobrar la entrada, dinero que básicamente va a parar al estado y no al lugar de culto. Recientemente fueron detenidas unas 600 personas en el monte Wutai, sitio de peregrinación budista en el noreste del país, por hacerse pasar por monjes para pedir dinero y leer, la suerte, pedir limosna y dar espectáculos callejeros, según informaron medios del estado.

Las nuevas regulaciones señalan que se debe de “salvaguardar” los sitios espirituales del turismo y el desarrollo. Las reglas también requieren que los gobiernos locales tramiten la solicitud de construir nuevas casas de culto en un plazo de 30 días y que expliquen los detalles por escrito.

Los estudiosos advierten que no se sabe qué tan estrictamente se van a aplicar las regulaciones, observando que los funcionarios locales suelen tolerar e incluso fomentar actividades religiones que formalmente son ilegales, en especial las iglesias caseras.

“Las regulaciones anteriores no impidieron el crecimiento de la religión en China”, señala James Tong, profesor de ciencias políticas de la Universidad de California en Los Ángeles, que ha escrito extensamente sobre la regulación religiosa en China. “Y no creo que estas nuevas lo vayan a impedir.”

Ian Johnson
© The New York Times 2016