Colinas como su hogar en Laos, y ahora un cultivo también

HAYFORK, California ⎯ Las amapolas de opio rojas y moradas que su familia cultivaba en una ladera a medio mundo de distancia estaban llenas de una savia embriagadora y pegajosa que su madre comerciaba por monedas de plata para alimentar a sus hijos y pagar su escape.

Adam Lee sonríe con el recuerdo de su niñez en el Laos desgarrado por la guerra y la travesía hasta Estados Unidos, donde pasó décadas adaptándose a la vida en las grandes ciudades.

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Ahora de 47 años de edad, Lee ha regresado a las montañas ⎯ Trinity Alps en el norte de California ⎯ y a una carrera atendiendo un cultivo diferente que altera la mente para ganarse la vida: la mariguana.

“Hemos tenido grandes sueños”, dijo Lee en la cima de una colina desde donde se domina su granja de mariguana.

Lee es parte de una diáspora de unas mil familias Hmong étnicas que han venido a este remoto y relativamente pobre rincón de California a cultivar mariguana.

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California alberga a la población más grande de Hmong en Estados Unidos, con casi 100,000 personas, y la mayoría se asentó inicialmente en el Valle Central. En la última década, muchos se han mudado al norte, y otros de todo el país están migrando a esta parte de California para aprovechar el creciente comercio de mariguana.

Son una pequeña porción de lo que se ha convertido en una industria enorme en todo el estado. En el Condado de Trinity, están revitalizando un área rural en apuros que estaba perdiendo población.

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La legalización de la mariguana recreativa en noviembre desencadenó una llamada fiebre verde en California, que ha sido el centro del cultivo del cannabis durante décadas. Como los mineros del oro que exploraban las mismas colinas en el norte de California hace 150 años, los emprendedores de la mariguana han llegado a esperar que ganarán grandes fortunas.

Los Hmong, una tribu de las colinas que combatió al lado de la CIA en una guerra encubierta contra las fuerzas comunistas en Laos en los años 60 y 70, eran conocidos por sus habilidades como cultivadores de opio. El comercio sigue ayudando a financiar a las insurgencias en una parte del sudeste de Asia conocida como el Triángulo Dorado. No pasa inadvertido para algunos Hmong aquí que ahora viven en una parte de California llamada Triángulo Esmeralda, que recibe ese nombre por el próspero comercio de la mariguana.

Muchos en el estado ven el cultivo de la mariguana como una oportunidad comercial, pero para los Hmong, muchos de los cuales pasaron apuros para integrarse en California en los primeros años, también es la oportunidad de regresar a sus raíces agrícolas y su estilo de vida rural.

Para algunos de los Hmong de más edad, quienes trabajaban como personal de limpieza y obreros cuando llegaron a Estados Unidos, el entorno bucólico ayuda a mitigar el perdurable trauma de la guerra y les permite estar entre familiares y amigos largo tiempo perdidos.

“Es la independencia de vivir libre; se puede vivir de la tierra”, dijo You Ping Vang, un Hmong étnico que nació en Estados Unidos y es el fundador de Lonestar Trade, una compañía que vende la mariguana cultivada aquí. “Esta es la vida que dejaron. Les encanta”.

En un condado que es más de 85 por ciento blanco, los Hmong son visibles. Su integración sigue siendo una obra en progreso, dicen los residentes.

“Nos hemos esforzado por determinar cómo podemos incorporar sus tradiciones”, dijo Debbie Miller, la superintendente del Distrito Escolar Unificado de Mountain Valley, donde 30 de los 280 estudiantes son Hmong.

“Hemos tenido una inscripción en declive por un tiempo, y ellos nos han traído niños”, dijo Miller. “Espero que vengan más de ellos”.

En noviembre, Bobbi Chadwick, una agricultora, fue elegida para un puesto en el consejo de Supervisores bajo el slogan Trinity Unida, que se entendió como una señal para unir a los Hmong y la población blanca. Chadwick ha hecho amistad con sus vecinos Hmong, organizó un banquete y comparó técnicas de sacrificio de animales.

“Vinieron seis hombres al rancho, y sacrificamos a dos cerdos y una cabra”, dijo Chadwick.

Desde las selvas y campamentos de refugiados del sudeste asiático, los Hmong vinieron a Estados Unidos a partir de 1975, durante la toma comunista de Laos y la caída de Saigón. Llegaron pobres, desorientados por la sociedad industrial que se encontraron y, en su mayor parte, insuficientemente educados. Se dispersaron en todo el país en climas que eran ajenos a sus entornos en las colinas tropicales, soportando inviernos bajo cero en Minnesota y Wisconsin y el calor ardiente de los veranos del Valle Central de California.

Mark E. Pfeifer, un experto en el sudeste asiático y editor de la publicación Hmong Studies Journal, describe a los Hmong como una historia de éxito de inmigrantes, quienes abandonaron la dependencia de la asistencia del gobierno y encontraron nichos en la economía de Estados Unidos, como los restaurantes asiáticos en Michigan y la industria de las flores en el estado de Washington.

En 2015, la Oficina del Censo estimó que había 285,000 Hmong en Estados Unidos.

En un área aquí llamada Trinity Pines, tres montañas conectadas por una red de caminos de terracería irregulares, los Hmong de mayor edad han recuperado un estilo de vida que les es familiar, cultivando pequeñas parcelas en laderas empinadas.

Conduciendo su camioneta a través de los Pines, Vang enumeró los estados de donde migraron sus vecinos Hmong.

“Estos tipos son de Alaska, y ellos son de Arkansas”, dijo Vang. “Texas. … Minnesota. … Él es de Wisconsin”.

El padre de Vang, Neng Vang, trabajó para la CIA como operador de radio en Laos durante lo que se conoce como la Guerra Secreta. Era teniente del ejército de Vang Pao, el líder del ejercito anticomunista Hmong que trabajó al lado de los asesores militares estadounidenses.

“Estábamos dispersos en todo Estados Unidos, norte, sur, este, oeste”, dijo Vang padre.

Ahora, a los 61 años de edad, lo estremecen y complacen las reuniones al azar llenas de lágrimas. Se topa con antiguos compañeros del ejército, amigos de la niñez y primos largo tiempo perdidos, todos los cuales han venido a Hayfork para cultivar mariguana.

En una estación de gasolina en la ciudad, se encontró con un oficial de nivel inferior, su ex subordinado en Laos.

En una tienda local de suplementos para jardinería, un antiguo compañero de clases lo detuvo.

“Me dijo: ‘Pensé que seguías en Laos. Pensé que habías muerto’”, dijo Vang. “No nos habíamos visto desde que vinimos a este país”.

Un visitante en la granja de los Vang es recibido por recordatorios de su patria. En la cocina hay un cuchillo de carnicero al lado de un grueso corte transversal de pino usado como tabla de picar. Sobre el quemador de gas está una olla en forma de reloj de arena para cocinar arroz grumoso. Un mortero sirve para aplastar especias.

Vang padre dijo que aun cuando los Hmong se sentían en casa en el Condado de Trinity, no estaba seguro de cuánto tiempo se quedarían. Las regulaciones que los funcionarios del condado y estatales están imponiendo a los cultivadores de mariguana ⎯ cada parcela de cultivo debe tener una casa con ciertas especificaciones ⎯ están llevando a muchos Hmong a cuestionarse la rentabilidad futura del negocio. Los cultivadores a pequeña escala en todo el estado están cada vez más en contra de las granjas industriales mucho más grandes.

Los Hmong no son los primeros asiáticos orientales en llegar en tropel al Condado de Trinity durante un periodo de auge. En Weaverville, a 45 minutos en auto desde Hayfork, todo lo que queda de la comunidad china que acudió durante la fiebre del oro del siglo XIX es un templo taoísta que ha sido convertido en museo.

Vang dijo que esperaba que los Hmong recibieran permisos e hicieran del Condado de Trinity un hogar más permanente.

“Si nos permiten cultivar, los Hmong se quedarán”, dijo.

Thomas Fuller
© 2017 New York Times News Service