Es complicado: el camino de una historia de amor israelí-Palestina

JERUSALÉN – La historia de amor de Dorit Rabinyan se estaba vendiendo bastante bien a pesar de, y quizá por ellos, los amantes: una israelí y un artista palestino que se conocieron en la helada de un invierno neoyorquino, no mucho después de los ataques del 11 de septiembre. Está basada en el romance real de la autora, al que convirtió en una novela que ganó un premio en el 2014.
Después, Rabinyan, una escritora muy conocida aquí desde sus veintitantos años, se convirtió en una causa nacional. A finales del 2015, el ministerio israelí de educación anunció que retiraría el libro, cuyo título en inglés, tentativo, en ese momento era “Borderlife”, de su lista de material aprobado para segunda enseñanza. La medida se produjo en medio de un debate más general sobre las medidas enérgicas del gobierno derechista en contra de los oponentes, desde las organizaciones por los derechos hasta los soldados desilusionados.
“¡Una mujer me escupió!”, recordó. “Me dijo: ‘¡Eres más baja que incluso el suelo bajo las botas de los soldados!’”.
Las ventas de su libro se duplicaron entonces. Las personas compraron múltiples ejemplares y publicaron fotografías de ellas sosteniendo algún libro en las librerías. La novela mostró que la izquierda israelí puede estar comatosa, pero no está muerta del todo.
Bajo el nuevo título en ingles, “All the Rivers”, Random House sacó el libro a la venta el mes pasado en Estados Unidos, y Rabinyan, de 44 años, pareció algo nerviosa. Quería que los estadounidenses leyeran la novela por lo que ella dijo que es – una historia de un amor específico y sus limitaciones – y no por la controversia de la libertad de expresión aquí o el telón de fondo de un conflicto que no sanará ahora, 50 años después de que Israel tomara el control de Cisjordania, Gaza y Jerusalén del Este.
Liat, el personaje principal, una joven traductora israelí responsable, se enamora de Hilmi, un pintor palestino. Ella debe decidir qué tan lejos llevar un amor que sabe que su familia y amistades van a desaprobar, y la verán como una traidora a su crianza y su carácter judaico.
“Ella lo saca a él de la multitud y reconoce la humanidad de él, la humanidad de ella”, comenta Rabinyan. “El no es el pueblo palestino. El es una persona”.
No obstante, el libro está estrechamente tejido alrededor del conflicto. “Esto es lo que llamamos ‘la situación’”, anotó. “Es como el clima. Otra estación del año, una quinta”.
El libro empieza cuando a Liat, quien, como Rabinyan, es de ascendencia iraní judía, la están interrogando investigadores de terrorismo. Para ellos, Liat tenía aspecto de ser de Oriente Medio, no necesariamente judía. Poco después, conoce a Hilmi. El es originario de Hebrón y Ramala, la capital palestina “de facto”; ella es de Tel Aviv, su propia burbuja de mar y secularidad en Israel.
Hilmi le dice tres cosas sobre sí mismo, las cuales terminan por ser importantes: no sabe manejar. Nunca disparó un arma. No sabe nadar, en parte porque Cisjordania, a diferencia de Israel, no tiene el mar que Liat ama tanto. (El libro está dedicado a quien fue el amante de Rabinyan, el artista Hasan Hourani, quien se ahogó en el 2003. Le escribió una conmovedora despedida un año después en “The Guardian”.)
El romance se intensifica rápidamente, pero, de principio a fin, a Liat no le preocupa tanto él, como que su relación va contra todo lo que le enseñaron.
“Termina esto de inmediato”, Liat se dice a sí misma después de la primera noche que pasan juntos. “Decide con un corazón apesadumbrado, pero firme que es mejor así, mejor para los dos. Y nunca lo vuelvas a ver”.
Huelga decir que sí lo hace.
“En Nueva York se vuelven más el uno como la otra, el mismo territorio, las mismas experiencias”, dijo Rabinyan sobre sus personajes. “Entraron en esta burbuja”.
La pareja encuentra que sus similitudes y diferencias son muy complicadas. Liat, una mujer noble, instruida, de izquierda, ve la única solución como dos Estados, justa pero separación, al final. Hilmi piensa que no hay que dividir a los dos pueblos en el mismo territorio. (Este argumento, claro, solo se ha intensificado.)
El libro está delineado demasiado finamente para un simbolismo fácil, pero en un punto, Liat resume lo que han pensado casi todos los israelíes, a sabiendas o no, de sus vecinos palestinos, a veces no tanto con antagonismo, como con el deseo de que, simplemente, no fuera un problema insistente e interminable.
“Solo 10 minutos”, regaña. “Solo desaparece de mi vida por 10 minutos”.
El libro es también, en gran medida, espacio y tiempo: la gente se comunicaba principalmente por líneas terrestres, sin las pantallas de los teléfonos inteligentes que distraen. No había Facebook, Twitter ni Tinder. Cuando Liat regresa a Tel Aviv, se siente molesta porque no tiene ninguna fotografía con Hilmi.
“Ahora parece imposible”, dijo Rabinyan. “Todos están tomando selfis, selfis de parejas, selfis después de tener sexo. Si en el 2002 decías ‘hashtag’, la gente habría pensado que era una raza de un perro”.
Rabinyan, en persona es tanto fiera como agradable, encontró el éxito a una edad temprana. A los 22 años, la aclamaron por su primera novela, “Persian Brides”, basada en dos días de los recuerdos de su abuela iraní. Sus deseos, dijo, “se hicieron realidad aun antes de que tuviera la oportunidad de pedirlos”.

A su segunda novela, “Strand of a Thousand Pearls”, también le fue bien. En el 2002, Rabinyan asistió a un prestigioso taller de escritores en Iowa, al que resumió, en términos bastante estadounidenses, como “increíble, bastante hermoso, alentador”.
Ella trabajó en una tercera novela, que guardó después de seis años. Escribir “All the Rivers” le llevó otros seis años.
Si bien las historias de amor entre israelíes y palestinos son comunes, ésta provocó la ira del gobierno Likud del primer ministro Benjamín Netanyahu. Popular entre los lectores más jóvenes, se recomendó al libro como lectura para segunda enseñanza, luego, de repente, y públicamente, se quitó por posiblemente fomentar los matrimonios mixtos.
“Grandes porciones de la sociedad no ven a las relaciones íntimas y, desde luego que la opción disponible de institucionalizarlas con el matrimonio y el inicio de una familia – aun si ello no pasa en la historia – entre judíos y no judíos, como una amenaza para las identidades separadas”, le dijo Dalia Fenig, una funcionaria del ministerio de educación, a Ynet, un destacado sitio israelí de noticias en diciembre del 2015.
El contragolpe se produjo rápidamente, en un momento en el que grupos derechistas estaban atacando a los principales ídolos literarios del país, izquierdistas – como Amos Oz, A.B. Yehoshua y David Grossman –, por ser “infiltrados en la cultura”, que no se dedican lo suficiente a la causa israelí.
El ministerio se hizo para atrás un poco y permitió que algunos maestros utilizaran a la novela en los salones de clase. De lo que se enteró Rabinyan, la perturbó: fueron los alumnos, en medio del giro palpable del país hacia la derecha, quienes no querían leer el libro, que, en general, había sido popular.
“Hoy día los chicos en Israel y en Palestina se han dejado llevar tanto por esta ola de nacionalismo, que explota sus instintos”, dijo. “Los chicos mismos rechazaron el libro. Dijeron: ‘Es un libro izquierdoso. Yo no quiero leerlo’”.
Las perspectivas de la paz parecen tan sombrías como siempre, aunque, para sorpresa de algunos, el presidente Donald Trump ha estado presionando desde muy temprano en su gobierno para hacer lo que llamó “el acuerdo máximo”. Se reunió este mes con Mahmud Abás, el presidente de la Autoridad Palestina, en la Casa Blanca.
Rabinyan dijo que no abandonaría la esperanza, sin importar cuán remoto pueda parecer un acuerdo ahora (que, alerta de información anticipatoria, son casi tan remotas como las posibilidades de que Liat pudiera alguna vez rendirse por completo a Hilmi).
“Me niego a abandonar mi instinto de estar en contacto con el dolor de otros”, notó. “Esto es darle la espalda. Me niego”.

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Ian Fisher
© 2017 New York Times News Service