Cuando el maestro y los alumnos no se entienden

CIUDAD DE MEXICO (proceso).- En el país existen alrededor de 72 mil escuelas primarias generales con al menos un niño hablante de lengua indígena, pero ningún maestro que hable su lengua. Esto significa que en la mitad de las escuelas del país hay un millón 46 mil niños indígenas que tienen al castellano como segunda lengua, pero son educados y evaluados como si ésta fuera la primera.

Por ese y otros factores la educación es precaria para las personas hablantes de lenguas indígenas, tanto que 25% es analfabeta, apenas dos de cada 10 terminan la primaria, siete de cada 100 terminan el bachillerato y sólo 3.6% obtiene un título universitario.

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Los datos mencionados aparecen en el Panorama Educativo de la Población Indígena publicado en agosto pasado por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), en coautoría con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Este estudio –basado en información estadística del ciclo escolar 2013-2014– describe la situación en la que estudian casi 4 millones de niños indígenas, de los cuales un millón 800 mil son hablantes de su lengua materna.

Durante más de un siglo especialistas y políticos discutieron la forma en que debía educarse a la población indígena. Impusieron el castellano a través de campañas feroces que prohibían el uso de lenguas originarias. María Bertley Busquets, investigadora del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas), recuerda en su ensayo “Panorama histórico de la educación de los indígenas en México” (Ciesas 2002) que en 1978 un grupo de expertos presionó lo suficiente para oficializar la educación indígena. Y fue hasta 2003 que se tomó en consideración la atención a los indígenas de zonas urbanas por medio del Programa Educativo Intercultural Bilingüe.

En peligro de extinción

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A casi 500 años de la Conquista sobreviven 68 lenguas con 364 variantes, según los datos del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), un organismo desconcentrado de la Secretaría de Educación Pública (SEP) que, con datos de 2010, estima en 64 las variantes en “muy alto riesgo de desaparición” y 43 en “alto riesgo”. En total, 107 variantes están en extinción, 19 de las cuales tienen entre ninguno (lengua ku’al) y menos de 100 hablantes (maya k’iche, con 97 hablantes).

El único indígena con cargo de dirección en el gobierno peñanietista fue el director del INALI, Javier López Sánchez –maya-tzeltal que aprendió español a los siete años de edad y es de los pocos indígenas mexicanos con doctorado, en su caso, en educación–, quien concluyó su periodo en octubre pasado. El exfuncionario asegura que el sistema educativo debe ser un factor importante en la conservación de las lenguas.

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Sin embargo, una revisión de datos oficiales demuestra que en esa materia el Estado mexicano ha fallado. Los indígenas están expuestos al abandono, a las malas prácticas sindicales y a la clase política que los usa. Sólo a través de una resistencia cultural y de presionar –en muchos casos al sistema educativo– los indígenas han logrado preservar su lengua y cultura.

Un ejemplo: el pasado 22 de septiembre, la escuela Alberto Correa echó a la calle a 15 niños otomíes, un huichol y dos no indígenas, porque la Administración Federal de Servicios Educativos del Distrito Federal consideraba como matrícula mínima 25 alumnos. Los padres de familia y algunos maestros protestaron, llamaron a Proceso para hacer público el caso, y sólo después de que el portal de este semanario difundió una nota lograron revertir la orden.

La historia de esa escuela es relevante. Fue ahí donde se implementó el Programa Educativo Intercultural Bilingüe que se proponía atender a los niños indígenas en zonas urbanas.

En la colonia Roma de la Ciudad de México viven en hacinamiento alrededor de 5 mil otomíes, cuyos hijos asisten a la escuela Alberto Correa durante el turno vespertino, pues por las mañanas venden chicles en la Zona Rosa y en la Glorieta de Insurgentes.

El 7 de marzo de 2003 esa comunidad recibió en dicha escuela al entonces presidente Vicente Fox. El evento fue como suelen ser los actos oficiales: honores a la bandera, anuncio de becas, discursos y, en ese contexto, la promoción de las aspiraciones presidenciales de la esposa del mandatario, Marta Sahagún, que repartió su Guía de Padres, fruto de la alianza de su Fundación Vamos México con la entonces dirigente magisterial Elba Esther Gordillo.

El 30 de noviembre de 2005 Fox regresó a la escuela para “revisar avances”. El Programa incluía el envío de docentes hablantes de otomí y, según los discursos localizados en el archivo de la Presidencia, la medida era tan efectiva que ahí había “líderes, médicos, ingenieros y profesores en formación”.

Meses después del acto presidencial los padres de familia protestaron porque, siendo hablantes de otomí de la variante de Santiago Mexquititlán, Querétaro, los profesores hablaban la variante del Valle de Mezquital, Hidalgo, y no se entendían con sus alumnos.

Lo que sucedió en esta escuela no es un caso aislado. De acuerdo con el reciente estudio del INEE, en la cuarta parte de las escuelas indígenas del país los profesores hablan una lengua indígena distinta a la de sus alumnos.

En septiembre de 2016, cuando la comunidad otomí de la colonia Roma se opuso al cierre de la escuela, lo único indígena que quedaba era su alumnado, pero con clases en español. Ningún pequeño de la generación que fue visitada por Fox llegó a la universidad. Algunos murieron sumidos en la desnutrición o en las adicciones, mientras que otros son los padres y madres de familia que protestaron para que la escuela siguiera abierta.

“La brecha de los indicadores”

Hasta agosto pasado nadie sabía oficialmente en qué escuelas había niños ni maestros indígenas. Tampoco en qué condiciones estudiaban, cuál era su situación al egresar ni cómo evolucionaba un pequeño indígena en su proceso educativo.

Especialista en educación intercultural y con una larga trayectoria en el sector educativo, Sylvia Schmelkes del Valle fue la encargada de implementar el Programa Educativo Intercultural Bilingüe. Hoy preside el INEE, que acaba de publicar el mencionado Panorama Educativo de la Población Indígena.

–Usted implementó el programa y ahora tiene estos resultados ¿qué fue lo que pasó? –se le pregunta.

–Que no hubo cambios importantes ni siquiera desde antes de que se creara el programa. La situación general de los niños indígenas en México es así desde hace muchísimos años y ha sido muy difícil cerrar la brecha de indicadores: el nivel de logro, las escuelas, el personal, la forma de enseñar… Y eso sucede porque las políticas educativas no han tenido en la perspectiva mejorar la calidad de la educación indígena.

En el caso de la escuela Alberto Correa, una vez concluido el sexenio foxista, los especialistas que crearon y dieron seguimiento al programa fueron despedidos, incluida Schmelkes, que ahora como presidenta del INEE está por emitir una serie de lineamientos a la SEP con los que se propone abatir los indicadores negativos.

El Panorama del INEE-UNICEF es la aproximación “más fina a la realidad, escuela por escuela”, señala Schmelkes, quien, sin embargo, acepta que en ese informe existe una subestimación debido a que alrededor de 50% de las escuelas de Chiapas, Guerrero y Oaxaca no fueron censadas.