Defensa de la soberanía, lección de la historia ante EU

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- De Guadalupe Victoria a Enrique Peña Nieto, la relación entre México y Estados Unidos ha sido una historia de encuentros y desencuentros, en la cual el vecino país ha mantenido una posición de ventaja económica, política y militar, y en muchos momentos de amenazas, ataques y guerras.

Entrevistados por Proceso, los historiadores Carlos Aguirre Rojas, Guadalupe Jiménez Codinach, Emilio Kourí, Carlos Martínez Assad, Ricardo Pérez Montfort, Carlos San Juan Victoria y Josefina Zoraida Vázquez recuerdan que la historia de agravios comenzó a mediados del siglo XIX con el despojo de la mitad del territorio mexicano.

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Pese a la situación dispar, la historia arroja momentos memorables en los cuales el gobierno mexicano ha logrado sobreponerse a la política imperialista estadounidense con verdaderos actos de valentía, dignidad y defensa de la soberanía, mismos que hoy constituyen una lección frente a las agresiones y “fanfarronerías” de Donald Trump.

El problema es que el gobierno de Peña se enfrenta a una situación inédita, debido no sólo a la personalidad inasible del presidente estadounidense, sino porque está en sus niveles más bajos de credibilidad, con una sociedad al límite del hartazgo, una dependencia del vecino país como nunca se había tenido, y por estar más preocupado en preservar los intereses de las clases dominantes.

 

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Tiempo de cambiar

Carlos San Juan Victoria, profesor e investigador en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), señala vía correo electrónico:

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“La historia se podrá olvidar, ocultar o tergiversar, pero muchos mexicanos la tienen en la piel. Hay tatuajes imborrables. Estados Unidos se hizo nación con la mitad de nuestro territorio y actualmente, antes de Trump, con él y después de él; sus élites nos consideran parte de su espacio vital: energético, de mano de obra barata fija y migrante, y con muchos recursos bióticos, agua y minerales. Y su escudo ante un sur que camina hacia ellos, como migrantes. La pérdida de control soberano del tiempo de Antonio López de Santa Anna, como en un círculo fatal, se empata con las muchas cesiones de ahora. Nuestro mayor problema como país es que las élites mexicanas aceptan y pelean por esta integración, pues se consideran, y lo son, socios de estos términos que lastiman la dignidad y los horizontes vitales de millones.

 

Política de altura

Investigador emérito en el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, Carlos Martínez Assad rememora que el primer encuentro entre un presidente de México y uno de Estados Unidos se dio en Ciudad Juárez, entre Porfirio Díaz y William Taft, en 1909, “y fue importante porque México asumió una actitud muy crítica ante las actitudes de Estados Unidos hacia nuestro país y el resto de América Latina”.

Suele obviarse el episodio, dice, por la fama de Díaz, quien fue un presidente autoritario y dictador, “pero puso a Taft en su lugar diciéndole que inmiscuirse en América Latina contravenía la soberanía de sus estados. Taft se enojó tanto que después permitió a los revolucionarios mexicanos hacer todas las actividades que quisieran en Estados Unidos, con tal de que cayera quien lo había tratado de igual a igual”.

Premio Nacional de Ciencias y Artes 2013, Martínez Assad recuerda también como otro momento significativo de las relaciones entre los dos países, la recuperación de El Chamizal, en el gobierno de Adolfo López Mateos, aunque no lograra hacer lo mismo con el Río Bravo, cuyo mayor caudal quedó en Estados Unidos.

En su opinión, México podría sacar ventaja de la situación actual siempre y cuando decida “hacer a un lado esta distorsión del desarrollo económico fundado en las importaciones, particularmente de Estados Unidos y no en la producción propia”.

Nuestro país debe ahora buscar alianzas, “en la medida en que las fanfarronerías de Trump alcanzan otras partes del mundo”; seguir el ejemplo de Europa, donde 74 líderes le han respondido que no tiene derecho a inmiscuirse. Si México logra autonomía, podrá asumir una posición semejante, “pues al final los recursos son nuestros y debemos ser quienes decidamos el rumbo”.

 

Nuevos aliados

Profesor de historia en la Universidad de Chicago y director del Centro de Estudios Friedrich Katz, Emilio Kourí advierte que el gobierno mexicano tiene graves retos y nadie sabe cómo manejar esta situación sin precedentes, aunque a lo largo del tiempo ha habido momentos duros y traumáticos como la invasión punitiva de John J. Pershing, la confrontación por el petróleo entre Plutarco Elías Calles y Calvin Coolidge y la crisis del petróleo tras la expropiación del presidente Lázaro Cárdenas.

A decir del especialista en historia de México, existen dos factores que hoy marcan una diferencia en las relaciones con Estados Unidos: el primero es la dependencia o integración económica que ha entrelazado las economías, pero sobre todo por los intereses de las élites mexicanas.

El segundo factor, agrega, es un presidente que no tiene más que usar el twitter, cuando México está más vulnerable por ese entrelazamiento al que se lanzó, “casi con abandono”, desde los 80. Quizá otro gobierno mexicano tendría la capacidad de tomar otras decisiones, aunque fueran costosas, pero el actual está anclado a los intereses de los empresarios y élites económicas mexicanos, cuyas fortunas están ligadas al país vecino y no quieren moverse en ninguna otra dirección que pueda afectarlo.

Opina que México debe apostar por la búsqueda de intereses comunes dentro de Estados Unidos, empresas que sufrirán sin la mano de obra o mercados de consumo, y no por una conciliación incondicional, no se trata de evitar los conflictos o sólo mantener la dignidad, “que no es poco importante”, sino entender que Estados Unidos no es sólo Trump, hay otros sectores que por interés propio pueden ser aliados.

 

Antes, ordenar la casa

Investigadora de El Colegio Nacional, Josefina Zoraida Vázquez considera precipitado cualquier acercamiento con “un señor que no tiene experiencia política” y no ha terminado de mostrar sus intenciones reales.

La situación actual, rememora, es muy semejante a cuando James K. Polk, presidente demócrata, anunció siendo candidato la anexión de Texas y Oregon, es decir, “mostró sus afanes y comenzó a hablar de múltiples agravios”, y desencadenó la guerra. Nadie esperaba que fuera candidato, “pero tenía algo más de experiencia política, espero que Trump sea menos nefasto que aquel”.

Lo que se debe es tener una posición firme, pero es temprano para tomar decisiones. Además, hay que comenzar también a “poner en orden nuestra casa”, pues “ya nos tienen hasta el copete”, por un lado se castiga a Elba Esther Gordillo y en otro la hija del líder de los trabajadores petroleros Carlos Romero Deschamps, exhibe los mayores excesos:       “Eso nos debilita, nos hace más vulnerables afuera.”

 

Organizar movimientos

El sociólogo Carlos Aguirre Rojas, investigador del IIS de la UNAM y fundador de la revista Contrahistorias la otra mirada de Clío, comenta que la relación con Estados Unidos ha sido muy asimétrica desde que “nos roba la mitad de nuestro territorio”, y entonces nuestra posición ha sido de defensa para hacer frente a sus agresiones y expansionismo.

Ha habido momentos muy críticos, como la entrega del territorio por Santa Anna. Compara con el gobierno de Peña Nieto pues “ha sido muy débil desde su inicio, primero frente a Obama y ahora con Trump, no ha hecho una defensa de los recursos naturales y los intereses del país. Hasta Venustiano Carranza fue más nacionalista durante la invasión de 1914 al Puerto de Veracruz, y no se diga Lázaro Cárdenas, que tuvo una actitud muy nacionalista al defender el petróleo y nuestros recursos”.

“El problema ahora es que Peña Nieto va de vergüenza en vergüenza”, primero con el escándalo de la Casa Blanca y luego del plagio de su tesis de licenciatura, no ha cumplido sus promesas y ha entregado los recursos, por lo cual su popularidad es muy baja”.

Discrepa con Andrés Manuel López Obrador respecto a la idea de unidad nacional y apoyo a Peña, “sería abdicar de una crítica legítima” cuando se ha ganado a pulso el repudio de la gente. El historiador apuesta más por una organización popular, tomar conciencia de que las salidas no vendrán ni del gobierno ni de los partidos políticos, sino de los ciudadanos, los colectivos, organizaciones como los zapatistas y movimientos sociales alternativos.

“No me da la impresión de que Peña Nieto tenga ni la capacidad, ni la fuerza, ni la legitimidad social para tener posiciones muy soberanas, ni nacionalistas, ni muy independientes. Es muy triste decirlo, pero así está el panorama.”

Adherente de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, expresa alarma por la actitud de Trump, “un hombre irracional, muy elemental y tonto”, que también responde a intereses económicos y políticos concretos, como la industria militar. Confía en que habrá otros intereses que “lo amarren”; como sea “debemos estar alertas, pensar en nuestras propias fuerzas, no en partidos, gobiernos, rayitos de esperanza o líderes supuestamente populares”.

 

Ejemplo de horizontalidad

En opinión de Ricardo Pérez Montfort, doctor en historia por la UNAM y académico del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), la relación binacional ha sido constante en los intentos de injerencia de Estados Unidos; pese a ser considerado “socio”, realmente ven a México como el “patio trasero”, nunca en el mismo nivel.

Coincide en que en estos momentos, debido a la poca aceptación pública de su gobierno, Peña Nieto está en una posición débil, y claro que podría aprender de las lecciones históricas de dignidad y defensa de la soberanía, pero una de sus mayores debilidades es la ignorancia.

 

Dignidad popular

Doctora en historia por la Universidad de Londres e investigadora de la Universidad Iberoamericana, Guadalupe Jiménez Codinach señala que la historia de México tiene momentos que nos ayudan a reflexionar sobre nuestra relación con el país vecino y “sería muy interesante seguir paso a paso lo sucedido con la guerra entre México y Estados Unidos, desde su injusta y falsa acusación de haber ‘derramado sangre americana en territorio americano’”.

Y es importante, considera, recordar el heroísmo y la valentía del pueblo en la defensa de la soberanía y dignidad de México:

“Mi papá nos contaba cómo en Tijuana, durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos le pidió a México permiso para que, por Tijuana y Ensenada, su ejército pudiera tener una ruta de evacuación en caso de necesidad. Pues bien, en el momento que intentaron cruzar elementos del ejército de Estados Unidos la frontera, los tijuanenses se tiraron al suelo e impidieron que pasaran los soldados. Quizás se pudieran rescatar actitudes tan dignas ante las ofensas y abusos del vecino.”