Dispuestos a cocinar para extraños, pero los invitados son difíciles de encontrar

NUEVA YORK ⎯ En un departamento en un ático en el Barrio Chino de Manhattan un reciente lunes por la noche, Lisa Larsson picaba hongos shiitake y se veía más bien relajada para estar a punto de ser anfitriona en una cena para 14 personas.

Había organizado la fiesta a través de la aplicación móvil AirDine, que permite a los usuarios pagar para comer en las casas de extraños, calificando después la experiencia. La aplicación empezó en Suecia el año pasado y se extendió a Estados Unidos y otras partes en marzo. Larsson, una pintora de 26 años de edad originaria de Suecia, estaba organizando la primera fiesta en Estados Unidos.

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Los invitados ⎯ la mitad amigos y la mitad extraños ⎯ llegaron. Mayormente millennials, mostraron una seriedad adecuada para una cena: pañuelos en el saco, botellas de vino para Larsson. Hubo solo un indicio de cinismo cuando Noor Shams, quien trabaja en microfinanzas, dijo que el portero en la planta baja no reconoció el nombre de Larsson y “por un segundo, pensé: ‘¡Esto es un fraude!’”

No era un fraude, pero si AirDine y una ola de aplicaciones similares pueden lograr que los consumidores las adopten está en duda. Aunque otras compañías han conquistado los viajes en auto (Uber), las rentas de recámaras (Airbnb) y realizar diligencias (TaskRabbit), AirDine y servicios como EatWith y Feastly están tratando de dominar las cenas compartidas. Sin embargo, las cenas sociales no han pegado en la misma forma hasta ahora, y algunas de las aplicaciones ya han cerrado.

El desafío no es encontrar anfitriones dispuestos a invitar a extraños a su casa. Es encontrar invitados dispuestos a participar.

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“Mi idea era: ‘Debe ser difícil encontrar estos chefs y anfitriones asombrosos y convencerlos de hacerlo en sus casas’. En realidad ese no ha sido el obstáculo”, dijo Susan Kim, la directora ejecutiva de EatWith, cuyo sitio empezó en 2012. “Cuando la gente lo prueba, les encanta, pero ¿cómo hacemos que la gente pruebe esta nueva forma de experimentar una ciudad o una nueva forma de comer fuera? Ha sido un enigma intelectual”.

Las compañías de cenas sociales abordan la premisa desde diferentes ángulos. EatWith se enfoca en los viajeros, con cenas en 200 ciudades. Feastly inscribe a chefs profesionales como anfitriones. VoulezVouzDîner permite a los viajeros y otros comensales solicitar comidas organizadas en días específicos. AirDine pide a los anfitriones que organicen cenas fijas e, idealmente, llenen la mesa con extraños. Y BonAppetour y VizEat ofrecen experiencias culinarias, como recorridos por mercados, junto con las comidas.

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Pero todas tratan de ganar dinero de la misma manera: las compañías reciben un porcentaje de lo que los anfitriones cobran a los invitados que asisten, habitualmente entre 15 y 20 por ciento. Los anfitriones pueden establecer el precio que quieran para los invitados; Larsson cobró 10 dólares por persona, mientras que muchas de las comidas de EatWith y Feastly llegan a los 80 dólares o más. Las compañías generalmente no cobran a los invitados o lo anfitriones por unirse a las plataformas.

Christienne Dobson, una diseñadora en Harlem y anfitriona de EatWith, dijo que veía la cocina como un pasatiempo en vez de una entrada de dinero. “Básicamente, no gasto dinero para recibir gente; se paga solo, lo cual es realmente bueno, así que puedo conseguir mejores ingredientes, conseguir diferentes tipos de comida”, dijo.

Muchos de los sitios y aplicaciones de cenas sociales empezaron alrededor de 2012, impulsadas por otras compañías que promueven el modelo del compartir, como Airbnb.

“Después de la existencia de eso durante algunos años, uno mira su cocina y dice: ‘¿No pudiera ser un restaurante?’”, dijo Simon Rothman, un capitalista aventurero de Greylock Partners, cuya firma encabezó un financiamiento de 8 millones de dólares para EatWith en 2014. “En ese momento, empieza a ser obvio para múltiples personas”.

Dijo que comprendía por qué los anfitriones aceptan la idea, mientras que los potenciales invitados siguen siendo cautelosos. “El anfitrión tiene una sensación de control”, dijo Rothman, incluido el rechazar a potenciales invitados. “La idea de ‘voy a ir a la casa de alguien que no conozco’ se siente ligeramente diferente”.

Muchos obstáculos para la industria también son culturales. Sagiv Ofek, quien llevó HomeDine, su sitio web y aplicación de cenas sociales, de Tel Aviv a Estados Unidos en 2013, dijo que era típico en Israel que la gente abriera la puerta e invitara a otros. Pero “lo que descubrií en Estados Unidos es que la gente es más territorial y más personal sobre su propio espacio personal”, dijo.

Después de encontrar un éxito limitado con HomeDine en San Francisco, Ofek intentó en Nueva York. Ahí, dijo, los anfitriones y los invitados fueron sociales, pero las propiedades fueron un problema. “Si tenían cocina, era pequeña donde no podían cocinar nada”, dijo. Cerró HomeDine en 2014.

“Encontramos gente en todas partes en términos de ser anfitriones; no tuvimos problema con eso”, dijo Ofek. “Nuestro principal problema fue conseguir nuevos usuarios”.

Mitch Monsen, el fundador de Kitchen.ly, una aplicación de cenas sociales que cerró en 2013, dijo que los comensales estaban particularmente preocupados por temas de higiene y de los estándares de limpieza personal de los anfitriones.

La retroalimentación fue: “No tengo la total certeza de que la comida que voy a comer sea segura”, dijo.

Las aplicaciones también deben estar preparadas para los desafíos reguladores, dijo Seth B. Weinberg, un abogado que da clases de leyes y políticas alimentarias en la Escuela de Derecho de Columbia. “Una vez que uno empieza a cobrar a la gente, deja de ser un pasatiempo, y empieza a convertirse en una empresa comercial, incluso pequeña”, dijo. Los reguladores también pudieran requerir potencialmente licencias para servir alcohol y estándares de seguridad de los alimentos para las comidas organizadas de esta manera, añadió.

Para atraer más usuarios, algunos sitios y aplicaciones ahora están modificando su estrategia.

EatWith ha empezado a analizar las calificaciones de los anfitriones para ver qué funciona mejor en las cenas, y a compartir esa información con los anfitriones. La compañía ha encontrado que las fiestas de 12 personas funcionan, así como la pareja de anfitriones; uno cocinando y el otro socializando.

EatWith también empezó a solicitar que los anfitriones cocinen una comida de demostración con invitados reales que den calificaciones antes de permitir que el anfitrión ingrese en el sitio; acepta a solo 4 por ciento de los solicitantes como anfitriones. La compañía también planea ampliarse a Sudamérica, dijo Kim.

Feastly, que acostumbraba aceptar a una variedad de anfitriones, también ahora se enfoca en profesionales como chefs privados o chefs de restaurantes. Ha añadido unos 100 espacios donde los cocineros pueden organizar una cena, dijo uno de sus fundadores, Noah Karesh, y está planeando una expansión a todo Estados Unidos y a Europa.

En cuanto a AirDine, Charlie Hedstrom, su director ejecutivo, dijo que pensaba que su enfoque más relajado ⎯ no analiza a los anfitriones y permite que las calificaciones ofrezcan la retroalimentación ⎯ funciona bien y que tendrá un impulso con más mercadotecnia.

En el departamento de Larsson, los invitados tomaron sus asientos en una mesa a la luz de las velas para comer el primer plato de sashimi de salmón. Pero hubo un problema: aunque Larsson había salido apresuradamente antes a conseguir suficientes platos, le faltaron vasos para agua.

“Si les gusta el alcohol, sigan con eso”, aconsejó Larsson, mientras las conversaciones iniciadas entre los invitados hacían una comparación entre Silvio Berlusconi, un ex primer ministro de Italia, y el presidente Donald Trump, entre otros temas.

El segundo plato fue filete miñón y ensalada de pepino y guisantes. Un invitado, Alex Sommer, dio a la noche una primera calificación positiva, especialmente en comparación con una comida a la que había asistido a través de una aplicación rival, donde la mesa estaba acomodada junto a la cama del anfitrión.

Tercer plato: cordero con salsa de crema de shiitake y bayas salteadas en Hennessy.

“¿Podemos brindar de nuevo por la chef?”, gritó alguien. “¡La amo!”, dijo otro.

Cuando llegó el postre de sorbete de maracuyá, los invitados, a falta de cucharas, usaron sus tenedores. Una vela se apagó, la música subió de volumen, alguien volcó un vaso, y los invitados teorizaron sobre el amor mientras corría el reloj.

Poco después, llegaron las calificaciones de AirDine de Larsson: cinco estrellas de cada invitado. Unas semanas después, varios anfitriones de Estados Unidos habían organizado cenas de AirDine; casi todos tenían aún asientos disponibles.

Stephanie Clifford
© 2017 New York Times News Service