El diván en los colores del arcoíris: Terapia para la afirmación LGBT

CULVER CITY, California _ ¿Estamos listos para exponernos?”, preguntó J.D. Fuller, parada en medio de la clase de sicología de nivel de posgrado que imparte los martes por la noche en la Universidad de Antioch.

Los estudiantes de Fuller no necesitaron más incitación. Empezaron a despojarse de prendas, revelando lo que usaban debajo: camisetas en las cuales habían garabateado nombres, etiquetas e insultos con tinta de marcadores.

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En todo el salón, la colección era diversa: “Afeminado”, “sida”, “pedófilo”, “pervertido”, “maricón”, “estirado”, “socialité”, “gordo”, “soso”, “emocionalmente blanco”, “inmigrante”, “estadounidense estúpido”.

Bienvenidos a Orientación Multicultural y Salud Mental LGBT, una de las clases requeridas en el curso especializado de capacitación de Antioch. Los estudiantes, que oscilan entre los veintitantos y los cincuenta y tantos años de edad, están en camino de convertirse en lo que se conoce como sicoterapeutas “de afirmación LGBT”.

“Así es como su paciente entra en el consultorio”, dijo Fuller. “Totalmente expuesto. Todos sus temores por delante sobre estereotipos que ustedes han oído. Todo lo que ellos temen que ustedes piensen sobre ellos”.

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Iniciado en 2006, el programa de Antioch es, por lo que saben sus líderes, la primera y única especialización en sicología clínica de afirmación LGBT a nivel de posgrado de Estados Unidos. Sin embargo, es parte de una creciente tendencia en sicoterapia altamente especializada, la cual en los últimos años se ha vuelto especialmente pronunciada con respecto a los pacientes lesbianas, gay, bisexuales y transexuales.

“Nuestra hipótesis de trabajo es que la gente LGBT nace así, con su propia sicología, su propio marco de referencia, sus propias necesidades”, dijo Doug Sadownick, quien es uno de los fundadores y fue director del programa hasta principios de este año. “Que quizá hay algo en la composición de las personas gay y lesbianas y bisexuales y transexuales que es único de ellos, que es sicológicamente gay, sicológicamente bi, que es sicológicamente trans y afeminado. Eso no se va a entender a través de ningún otro lente que ese lente”.

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Él llama a esto la posición “esencialista”: que la diferencia entre gays y heterosexuales es profunda y está arraigada, permeando a todos los niveles del ser, desde el biológico hasta el sicológico. Es la convicción filosófica lo que llevó a Sadownick a ayudar a crear el curso de especialización LGBT de Antioch hace 10 años, creyendo que esos pacientes necesitan algo más de lo que los sicoterapeutas no especializados pueden ofrecer.

“Somos personas LGBT, estamos profundamente quebrantados”, dijo.

El programa ha crecido para incluir a entre 35 y 45 estudiantes al año, quienes toman las clases de especialización además de los requisitos generales para obtener un título de maestría en sicología clínica. Las clases de afirmación LGBT están diseñadas para lograr dos tareas básicas.

En la requerida clase de Historia y Mitos, los estudiantes leen textos considerados icónicos para la cultura gay, como “El simposio” de Platón y los poemas de Safo y Walt Whitman, así como “The Power of Myth” de Joseph Campbell, y antologías sobre la homosexualidad a través del tiempo; en Japón, entre los samuráis, entre los americanos nativos, en África.

La asignación de estas obras es, en Antioch, nada menos que un grito de batalla. El objetivo: inculcar en la mente de los estudiantes que “quizá haya un propósito mayor en ser gay para una humanidad que ha perdido su camino”, dijo Sadownick. “Esa ha sido mi visión controversial”.

El otro aspecto, no menos esencial, de lo que los terapistas de afirmación LGBT deben aprender, dijo, es a volverse totalmente conscientes de la “homofobia internalizada”, albergada dentro de ellos mismos, dentro de sus pacientes y dentro de la sociedad en general. Aquí, los instructores se dedican a impulsar a sus estudiantes a ser siempre minuciosos.

Ian Jensen, un estudiante de Antioch que está terminando los cursos requisitorios de la afirmación LGBT, dijo: “Lo que a menudo sucede con un paciente gay o transexual es que van a ver a un terapeuta, y el terapeuta no sabe nada de nada sobre temas gay”.

Jensen tuvo una primera carrera como actor pero decidió cambiar de dirección después de trabajar con un terapeuta de afirmación LGBT.

Sin embargo, para otros en la profesión, sicoterapeutas que no se especializan en cada paciente individual, las meras declaraciones en que se basa en programa de Antioch están cargadas.

“El problema con el esencialismo es que crea una categoría muy grande de diferencia entre la gente LGBT y todos los demás”, dijo Michael Garfinkle, un sicoanalista en Nueva York. “¿Este fenómeno es único de los LGBT? ¿Aplica a los judíos? ¿Aplica a los musulmanes? ¿Aplica a los británicos contra los alaskeños?

“De manera peculiar, es una posición increíblemente cínica”, dijo, “ya que priva a los terapeutas y pacientes de la posibilidad de que como personas podemos hacerlo mejor, sin esa intervención tan severa”.

Jamieson Webster, una sicoanalista en Nueva York que, como Garfinkle, no se considera una especialista, tiene una preocupación diferente. “A Freud le preocupaba increíblemente cualquier idea de un resultado político que uno estuviera tratando de buscar con los pacientes”, dijo Webster. “Y pienso que es una cautela que sigue siendo realmente digna de tomar en cuenta. Si se tiene un objetivo específico en mente con un paciente, entonces uno va a pasar por alto cualquier otro que se pueda descubrir”.

La especialización de Antioch es, en cierto sentido, una reacción a la larga e inquietante historia de cómo la profesión de la salud mental ha abordado el tratamiento de los pacientes gays y transexuales. El problema no era inherente al sicoanálisis mismo. Freud argumentaba que la sexualidad humana es fluida, que existe en un continuo.

Fue apenas en 1973 que la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la homosexualidad de su siempre cambiante Manual de Diagnóstico y Estadístico de Padecimientos Mentales. Retirar ese diagnóstico fue un momento culminante, y fue seguido por un torrente de teorías sobre cómo las antiguas ideas podían aplicarse en formas recientemente iluminadoras a la sicología de ser gay.

Sin embargo, pese al florecimiento de esas nuevas ideas durante los años 70 y 80, pasaría otro cuarto de siglo antes de que la Asociación Sicológica Americana emitiera lineamientos para el tratamiento ético de pacientes lesbianas, gays y bisexuales, evitando los intentos terapéuticos de “curar” a los pacientes de ser gays. Esas técnicas _ que se llaman terapia de conversión o reparadoras _ se siguen practicando.

Lineamientos equivalentes para el tratamiento ético de los pacientes transexuales aparecieron más de una década después, sin embargo muchos sienten que se ha aclarado muy poco sobre este tema. El mero hecho de que las letras L, B, G y T sean rutinariamente puestas juntas es visto por muchos como problemático e impreciso.

Cadyn Cathers, un instructor transexual en Antioch que está en proceso de convertirse en sicólogo totalmente autorizado, ve a pacientes transexuales casi exclusivamente en su trabajo de casos.

Para Cathers, uno de los temas más obvios específicos de trabajar con esos pacientes es el componente médico: a menudo, lo que lleva a los pacientes transexuales a sicoterapia es discutir la cirugía de reasignación de género, para lo cual muchas compañías de seguros requieren una carta de recomendación de un profesional de la salud mental.

Sin embargo, aun cuando Cathers, Sadownick y otros creen que es urgente que los pacientes LGBT sean tratados por terapeutas que hayan sido capacitados específicamente para ayudarles _ o corran el riesgo de un daño síquico por no ser vistos verdaderamente _, también creen que los beneficios potenciales de esa terapia de ninguna manera están reservados para estos pacientes.

La sensibilidad impartida por la terapia de afirmación LGBT es de enorme valor para los clientes heterosexuales también, dicen, porque se construye en torno de la necesidad urgente de darnos cuenta de las suposiciones sociales que dan forma a nuestras vidas, ya sea que las queramos o no.

“Una mujer heterosexual se ve saturada con todas estas normas sobre cómo debería ser con un hombre, cómo debería pasar el tiempo, cómo debería casarse”, dijo Sadownick. “Hay muy poco espacio de maniobra. Y ahí es donde la terapia de afirmación LGBT también puede ser útil”.

Matthew Silverstein, un sicoterapeuta en West Hollywood, California, que también estuvo involucrado en la creación del programa de Antioch, describió desde su propia práctica cuán liberadora puede ser la sensibilidad a la afirmación LGBT, tanto para pacientes heterosexuales como para los gays. Sobre la cuestión de la fidelidad, por ejemplo: “No es que yo no crea en la comunicación y la confianza”, dijo Silverstein, “pero tengo modelos muy diferentes de lo que significa estar en una relación, y puedo agradecer a la comunidad gay por abrirme los ojos en ese sentido”.

Casey Schwartz
© New York Times News Service