Divididos por la victoria, los israelíes luchan con la Guerra de los Seis Días

PSAGOT, Cisjordania ⎯ Los seis días de la guerra de 1967 fueron los más importantes ⎯ triunfantes, incluso ⎯ en la historia israelí moderna. Pero después de 50 años, Israel sigue luchando con ellos.

Los judíos tomaron el control de Jerusalén por primera vez en dos milenios. Israel pasó de temer por completo por su supervivencia a controlar más territorio del que había soñado.

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Pero la guerra accidental y la victoria asombrosa también convirtieron a los israelíes en invasores. Con ese territorio ⎯ las aldeas urbanas de Jerusalén Oriental, las extensas colinas y metrópolis de Cisjordania, la densidad de concreto de la Franja de Gaza ⎯, vino también gente: palestinos que ahora ascienden a más de 4.5 millones.

En el 50 aniversario de esa guerra, los palestinos, por supuesto, lamentan en vez de celebrar lo que ellos llaman el “naksa”, o desplazamiento. Pero incluso entre los judíos israelíes, el hito no parece un momento para la efusión nacional, pese al creciente poder de la derecha política.

Las preguntas que se propagaron tras el 7 de junio de 1967, cuando paracaidistas israelíes capturaron la Ciudad Vieja de Jerusalén, siguen siendo prominentes y careciendo de respuesta.

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¿Israel debería anexar todo o parte de Cisjordania, donde ahora viven 350,000 colonos judíos entre 2.5 millones de palestinos? ¿O sigue habiendo una oportunidad de intercambiar parte del territorio por una paz duradera con los palestinos?

¿Cuánto tiempo más puede continuar el estatus quo, una ocupación militar de retenes y otras usurpaciones que según su definición legal son temporales pero se sienten cada vez más permanentes?

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“Una mayoría de los israelíes hace mucho tiempo llegó a la conclusión de que continuar gobernando a otro pueblo no es bueno para la salud a largo plazo de Israel como sociedad judía y democrática”, dijo Yossi Klein Halevi, autor de “Like Dreamers”, una historia de Israel a través de la vida de los paracaidistas que combatieron por la Ciudad Vieja en 1967.

“El problema es que la derecha también ganó una discusión crucial de que no tenemos un argumento creíble a favor de la paz”, continuó Halevi. “Los israelíes están en un punto muerto contra sí mismos”.

Algunos miembros izquierdistas y árabes del Parlamento propusieron conmemorar el año con una conferencia titulada “50 años de la Ocupación del 67”, pero el liderazgo conservador gobernante la bloqueó.

“La continuación de la ocupación no solo perjudica a los palestinos”, dijo Aida Touma-Suleiman, una legisladora árabe cristiana, “sino también tiene implicaciones para el Estado de Israel y sus residentes, una de las cuales es que se pisotean los derechos y los valores democráticos”.

La condición de Estado de Israel tenía menos de dos décadas de antigüedad cuando surgieron las tensiones con los países vecinos en la primavera de 1967.

Egipto cerró los Estrechos de Tirán, una vía marítima crucial para Israel en el Mar Rojo. Como los ejércitos árabes evidentemente se preparaban para atacar, Israel atacó primero y liquidó a casi toda la fuerza aérea egipcia en un día. Jordania ⎯ que había tomado el control de las áreas palestinas al oeste del río Jordán, incluido Jerusalén Oriental, durante la guerra árabe-israelí de 1948 y se las anexó dos años después ⎯ se unió a la pelea de 1967 pero rápidamente tuvo que retroceder.

En menos de una semana, Israel había triplicado el territorio bajo su control. Eso incluía los sitios sagrados de la Ciudad Vieja, entre ellos el Muro de las Lamentaciones, la disputada área conocida por los judíos como el Monte del Templo y por los musulmanes como la mezquita Al-Aqsa, Cisjordania, Gaza, gran parte de las Alturas del Golán y la península del Sinaí.

Israel luego se anexó Jerusalén Oriental y el Golán en acciones que no fueron reconocidas internacionalmente. El Sinaí fue intercambiado en 1979 con Egipto por una paz que sigue estable actualmente. Jordania renunció a cualquier reclamación sobre Cisjordania en 1988, diciendo que deseaba ver más bien el nacimiento de un Estado palestino ahí. Israel retiró sus asentamientos y soldados de Gaza en 2005, pero sigue controlando los desplazamientos y el comercio ahí.

Eso deja a Cisjordania, a la que los acuerdos de paz de Oslo de los años 90 dividieron en tres campos como un precursor para el establecimiento de un Estado palestino que aún no se ha concretado. Ciudades como Yenín, Jericó, Belén y Ramala están oficialmente bajo control total del gobierno de la Autoridad Palestina, aunque el ejército israelí hace algunas incursiones ahí.

En las aldeas en torno a las ciudades, los palestinos tienen control de los asuntos civiles, pero los israelíes controlan la seguridad. E Israel tiene el control completo de dos tercios del territorio total, donde se ubica la enorme mayoría de los alrededor de 130 asentamientos.

Aunque muchos judíos israelíes ven a Cisjordania, llena de sitios bíblicos, como suya por designios de Dios, la mayoría no se enfocó en ello este mes. Más bien, sus ojos están puestos en la ciudad santa de Jerusalén.

“¿Este momento trascendental de la historia judía intensificó la complejidad?”, preguntó Doron Perez, jefe del Movimiento Mizrachi Mundial, un grupo sombrilla para los sionistas religiosos. “Absolutamente. Pero uno tiene que regresar a los principios originales, que era el retorno del pueblo judío a su ciudad más sagrada”.

Michael Oren, viceministro y ex embajador israelí en Estados Unidos que escribió una historia sobre la guerra de 1967, dijo: “La reunificación de Jerusalén, ese es un tema de consenso nacional israelí que debería celebrarse”.

Yisrael Harel, uno de los paracaidistas en el Muro de las Lamentaciones ese día hace 50 años, ha criticado al gobierno derechista por restar importancia al aniversario. Pero incluso Harel, de 78 años de edad, líder del movimiento de colonos tras 1967 y columnista periodístico conservador, dijo que comprendía en parte su razonamiento.

“La derecha tenía el sueño de la anexión, cumplir los sueños de que Israel tuviera las fronteras que garantizaran su seguridad por mucho tiempo”, dijo Harel. “La izquierda pensaba que los territorios serían cartas para lograr la paz”.

No ha sucedido ninguna de las dos cosas. En vez de ello, los años transcurridos desde Oslo se han visto marcados por rondas de negociaciones fallidas y ciclos de violencia que se intensifican.

La inmovilidad, combinada con la alta tensión, estuvo de manifiesto durante una reciente visita al asentamiento cisjordano en Psagot, que alberga una bodega de vinos popular entre los turistas, y a sus vecinos palestinos.

“Dios nos prometió que podíamos regresar”, dijo Yaakov Berg, el dueño de la bodega. “Necesitamos celebrar eso. La tierra regresó. Se ha convertido en el paraíso”.

Abdelrahman Qur’an, un barbero de 74 años de edad que vive en una casa separada de Psagot por una calle y un lote baldío, reconoció que los israelíes habían hecho florecer exitosamente al desierto.

“Tienen razón”, dijo. “Compusieron la tierra. Construyeron un asentamiento. Pero no es su territorio”.

La ironía es que ocupar Cisjordania no fue una parte planeada de la guerra, más bien fue una consecuencia. Lo que ahora se ve como un desastre o un mensaje divino, dependiendo de qué crea uno, no fue ninguna de las dos cosas para la mayoría de la gente en ese entonces.

Incluso a los judíos israelíes que creían que el territorio les pertenecía legítimamente les preocupaba cómo incorporarlo a su Estado. Si les concedían la ciudadanía a los palestinos, su mayoría judía pronto se vería amenazada; si no, ¿qué significaba eso para su democracia?

La aprensión comenzó incluso en el momento de la victoria hace 50 años. El ministro de defensa, Moshe Dayan, usó su ojo bueno ⎯ el otro estaba cubierto por un parche ⎯ en los binoculares para ver la bandera israelí ondeando sobre el Monte del Templo. Luego ordenó de inmediato que se arriara la bandera; preocupado, incluso entonces, por las ramificaciones del dominio israelí visible en un sitio considerado uno de los más sagrados del islamismo.

Sin duda, hay muchos israelíes ⎯ y políticos de inclinación derechista ⎯ ansiosos por aprovechar el aniversario como un momento para impulsar la soberanía israelí en Cisjordania.

“No vemos esto como una ocupación”, dijo Tzipi Hotovely, viceministro de Relaciones Exteriores, quien cree que el territorio le fue prometido por Dios a los judíos. “Un pueblo no puede ocupar sus propias tierras”.

Ian Fisher
© 2017 New York Times News Service