“Divino Pastor Góngora”: la represión inacabable

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Los monólogos nunca son fáciles. Que la responsabilidad de mantener la atención y el interés del espectador durante toda una puesta recaiga en una sola persona, implica un compromiso y experiencia mucho mayor que el común. No cualquier actor lo logra, y ver a alguien de la talla de José Sefami –con más de cuatro décadas en activo en su profesión– es un deleite.

El texto de Divino Pastor Góngora fue escrito en el año 2000 por Jaime Chabaud –dramaturgo y director de la revista Paso de Gato–. Cuenta la historia de un actor de la Nueva España en el siglo XVIII, quien se encuentra reflexionando sobre su vida y su pasado, encerrado en una celda por el inquisidor Diego Fernández y de Zeballos.

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“Cualquier coincidencia con personajes de la realidad política mexicana actual es, en todo caso, una ironía de lo cíclico de nuestra historia nacional”, contó el autor en entrevista con Proceso en el número en circulación.

La obra ha sido ya montada en varios países, como Argentina, Escocia, Francia y Venezuela, y en México no es la primera vez que se representa. En esta ocasión, la dirección recae en Mauricio García Lozano.

El personaje ha sido acusado de llevar “una vida licenciosa de actor” y de formar parte de un grupo conspirador que planea la independencia del país.

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Sefami recrea con maestría cerca de diez personajes femeninos y masculinos de todas las edades, en ocasiones ayudándose de elementos del vestuario, otras con la luz, pero las más con el puro cambio de voz y corporalidad.

El espacio se mantiene como una caja negra en la que predomina una iluminación tenue, que da la sensación de encierro y soledad. Entra el personaje a escena llevando una carretilla –elemento un tanto extraño en su situación–, de la cual saca un tapete, una pequeña escalinata y una mesita.
Durante la obra voltea, sube y reacomoda estos elementos para reconstruir lugares.

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Se hace partícipe al público, asignándole el papel de compañeros de celda. Para hacer evidente esta interacción, las butacas se iluminan cada vez que un diálogo va dirigido hacia allá.

El lenguaje juega a ser de la época en la que transcurre la historia, pero sin ningún reparo Chabaud salta de forma muy evidente por los estilos de habla de distintos momentos. En algunos, en un esfuerzo por “actualizar” la puesta, los diálogos se convierten en meros chistes, donde expresiones como “puto” se utilizan una y otra vez, intentando conectar con el público del siglo XXI.

La obra utiliza la realidad de hace más de 200 años para darnos a entender que la represión cambia de formas y de pretextos, pero sigue vigente y se maneja de formas muy similares. Es una protesta a los tiempos actuales, y, en general, a la intolerancia.

La obra de Chabaud se presenta hasta el 19 de febrero en el teatro El Galeón del Centro Cultural del Bosque, los jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 19 y domingos a las 18.