Donde la mascota de la maestra duerme en una cama para perro

NUEVA YORK ⎯ El Salón 125A en la Escuela Pública 75 en Manhattan tiene todos los elementos habituales de un aula de escuela elemental. Hay mesas bajas y sillas pequeñas. Hay trabajos de los estudiantes en la pared, cubiertos con letras torcidas e inseguras y el ocasional arcoíris. Hay una computadora para la maestra y un tapete colorido.

Y luego está la cama del perro, esponjosa y amarilla con juguetes metidos en sus pliegues. Esa pertenece a Maisy, una amigable perra cruza de Beagle y Jack Russell terrier que trabaja en esta escuela pública en el Upper West Side. Viaja a la escuela todos los días en tren subterráneo con su humano, una maestra de jardín de niños que transporta a Maisy en un gran bolso negro.

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Maisy es parte del programa Perro de Consuelo del Departamento de Educación, que enlaza a ciertas escuelas con perros de la Liga de Animales de la Costa Norte de Estados Unidos, una organización de rescate y adopción de animales en Long Island. Un miembro del personal de la escuela adopta a un perro especialmente analizado, el cual luego es recibido en la escuela como una dosis de apoyo emocional peludo.

Hasta ahora, siete escuelas participan en el programa, el cual empezó en el otoño, con 10 perros. Hay perros grandes y perros pequeños, perros viejos y perros jóvenes, y hay dos perros llamados Peter (o Petey) Parker. Todas las escuelas usan un plan de estudios escrito por un científico de investigación en Yale que estructura las interacciones con los animales en torno a lecciones sobre cosas como empatía y resiliencia. Pero, más allá de eso, cada escuela usa a los perros de manera un poco diferente.

Maisy tiene una cita con un niño con necesidades especiales cada día. Un Beagle llamado Izzy es enviado a desactivar berrinches. Jumah es ofrecido como incentivo para alentar el buen comportamiento. Y Peter Parker, una mezcla de Golden Retriever y Border Collie, presta oídos, sin juzgar, a estudiantes que reciben terapia del lenguaje.

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“Cuando les decimos a los padres que tenemos un perro, algunos de ellos nos miran como si tuviéramos siete cabezas”, dijo Glenda Esperance, directora de la Secundaria 266, Secundaria Comunitaria de Park Place en Brooklyn, donde trabaja Peter Parker. “Primero, nos miran como si estuviéramos locos, pero luego quieren ser parte del circo”,

Petey Parker ⎯ no emparentado con Peter ⎯ es el perro de consuelo de la Secundaria 88 en Brooklyn. La directora, Ailene Altman Mitchell, lo describió como un Shih Tzu anciano.

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Petey se apega a una agenda bastante estricta. Para empezar el día, va a dar un paseo con tres alumnas de octavo grado, Stacey Jordan, Chiara Cruz y Sanell Rosario, quienes lo llevan a un árbol fuera de la puerta del frente del edificio. Cada niña tiene un papel.

“Ella es la paseadora, ella le da las golosinas y yo soy la recogedora de caca”, dijo Stacey, evidentemente tranquila con su tarea. “Tengo tres perros en casa”.

Petey pasa la mayor parte de sus mañanas sentado en las reuniones que tiene la orientadora, ofreciendo consuelo y una pista sonora de suaves ronquidos a los estudiantes que están pasando apuros, o a aquellos con necesidades especiales. En la tarde, va a la oficina de la directora y toma una larga siesta.

“Cuando lo veo, me hace sentir calma”, dijo Alyona Podchosova, una estudiante que pasa tiempo con Petey. “En ocasiones mi temperamento estalla, y Petey me ayuda con eso”.

Bonnie Durgin, una asistente de dirección y a ratos paseadora del perro en la escuela, dijo que parte del trabajo más importante de Petey era con los estudiantes que pasan un momento difícil por una u otra razón. Pero puede ser útil con todo tipo de estudiantes.

“Los niños se convierten en islas cuando tienen 13 años”, dijo Durgin. “Él se vuelve una forma de sacarlos de su ensimismamiento”.

Aunque pudiera parecer incongruente que un perro se pasee por los salones, Carmen Fariña, la canciller escolar de la Ciudad de Nueva York lo describió como un programa exitoso, y uno que la ciudad ampliará a otras escuelas que estén interesadas en tener una “no persona” en el edificio.

“Si un niño está teniendo un berrinche, un adulto solo estorbaría, pero un perro tranquiliza”, dijo. También hay estudiantes, como algunos con autismo, que tienen problemas para conectarse con otras personas, pero podrían pasar un momento más fácil conectándose con un animal, añadió.

“Para mí”, dijo Fariña, “esto es de sentido común”.

Los adultos también parecen disfrutar del programa. Fariña dijo que ha recibido fotografías del personal de la Secundaria 88 calificando tareas con Petey en su regazo. Un pequeño perro canela y blanco llamado Sugar vaga libremente en la mañana en la Escuela Pública 209, Clearview Gardens en Queen, para saluda al personal.

Imaginar a la mayoría de los perros rodeados de cientos de niños pequeños no es un ejercicio particularmente tranquilizador. Pero Jayne Vitale, directora de programas juveniles y de extensión en North Shore, dijo que un conductista de mascotas trabajaba duro para hacer buenos enlaces.

“El conductista de mascotas pregunta al educador: ¿Cómo llega a la escuela cada día? ¿Toma el tren?”, dijo Vitale. “Si es así, el conductista llevará al perro a un tren. Se aseguran de que el perro no sea agresivo con la comida o los juguetes. Los pasean en calles muy transitadas. Y analizamos el ambiente de la casa también”.

Vitale dijo que gran parte de lo que ha hecho que estos perros encajen bien en las escuelas no tienen nada que ver con el entrenamiento. Tomemos a Shelby, una de tres perros en la Secundaria Shell Bank en Brooklyn. Teriu Ahearn, la directora de la escuela, dijo que, una vez, un niñito con necesidades especiales estaba acariciando a Shelby, cuando de pronto, le arrancó parte del pelo a la perra. Shelby solo se levantó y se alejó.

“Eso no se puede enseñar”, dijo Vitale. “Eso es temperamento”.

Aunque quizá sean terapistas del lenguaje y orientadores eficaces, siguen siendo perros. Shelby es una mezcla de Border Collie, explicó Ahearn, así que tratan de mantenerla fuera de los pasillos entre las clases, porque tratará de pastorear a los niños.

“No le gusta que los niños estén por todas partes, tienen que estar formados”, dijo. “Si está en los pasillos durante los cambios de clase, podría ladrar y podría tratar de empujarlos hacia la pared. Si hay mucho alboroto, ladrará, porque realmente no deberían estar haciendo eso, deberían estar caminando tranquilamente”.

“Esa es su raza”, dijo Ahearn, “y lo usamos como experiencia de aprendizaje”.

Elizabeth A. Harris
© 2017 New York Times News Service