En China, un pueblo antiguo ve disolverse su vida flotante

DATANG, China ⎯ Durante seis generaciones, la familia de Chan Kuai-hung ha trabajado y vivido en los ríos del sur de China, desplazándose en barcos de madera que servían como embarcaciones de pesca y hogares. Pero Chan dijo que su generación sería la última que adoptara esta vida flotante.

“Ya no pescan”, dijo Chan, un hombre de 55 años de edad con manos arrugadas y duras como piedras tras una vida de remar y tirar de redes de pesca. “Nadie en la familia está adoptando la tradición”.

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Estaba entre una docena de hombres y mujeres que viven en el río en Datang, una localidad en la provincia de Guangdong, y que se habían reunido para encender fuegos pirotécnicos para celebrar un matrimonio reciente. Unos 200 barcos de su comunidad flotaban frente a la costa, y en la ribera las familias seleccionaban capturas de pescados y almejas. Pero los recién casados, como la mayoría de los jóvenes aquí, no tenían planes de unirse a la vida sobre el agua, dijo Chan.

“Nuestra cultura está al borde de la extinción porque los jóvenes de menos de 30 años se dirigen a la ciudad en busca de trabajo”, dijo una mujer que había alcanzado a escuchar la conversación. Se mostró tímida al hablar con forasteros, como muchos residentes aquí, y dio solo su apellido, Lam.

“Mire nuestras manos; se puede ver que hacemos un trabajo manual”, dijo Lam, extendiendo sus dedos callosos. “Nuestra vida depende del clima y las aguas”.

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Los residentes de esta aldea flotante son miembros del grupo tanka, un antiguo pueblo disperso en el sur de China que ha sobrevivido en las vías fluviales costeras y al margen de la sociedad. Pero Guangdong es un hervidero de manufactura y crecimiento urbano. Las ciudades han absorbido a las localidades anteriormente tranquilas, y el estilo de vida de los tanka está desapareciendo.

Una planta de cemento en la costa opuesta a la aldea en Datang descarga fumarolas al aire. Bloques de departamentos han surgido a lo largo de la ribera. El agua salobre de marea del río Bei, la línea vital de los residentes, ha sido dragada y está contaminada, padece una sobrepesca y está repleta de barcos.

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“Muchos tanka que se han asentado en tierra firme no han hablado a sus hijos de sus antecedentes tanka”, dijo Wu Shuitian, profesor de la Universidad de Guangzhou que estudia al pueblo tanka. “La vida tanka sobre el agua está desapareciendo, y también está desapareciendo como cultura”.

Sin embargo, el pueblo tanka rara vez expresó pesar por la desaparición de sus antiguas costumbres. Sus vidas desarraigadas dejaron poco espacio para la nostalgia o incluso para recordar sus canciones folclóricas, llamadas canciones de agua salada. Pescar y vivir en barcos, dijeron muchos, fueron medios de supervivencia, no de preservación cultural.

“No tenemos opción salvo aferrarnos a nuestro antiguo estilo de vida, porque es lo único que aún conocemos”, dijo Chan. “Yo no quiero que nuestra tradición sea preservada si la generación más joven no quiere conservarla”.

Los conductores que pasan acelerando sobre el puente que cruza el río en Datang pueden echar un vistazo a una multitud al parecer al azar de barcos de pesca y de casas flotantes más grandes para familias de cuatro integrantes o más.

Pero la comunidad tanka aquí forma una estrecha red que se extiende por el río y en la costa. La ribera es un revoltijo de redes de pesca, gallineros y chozas. Pollos y patos, que las familias crían para tener alimento extra, caminan contoneándose a lo largo de la costa. Cada familia parece tener uno o dos perros.

Algunos residentes estaban reparando sus espléndidamente sencillos barcos de madera en vísperas de la temporada de pesca de más actividad. Lijaban tablas de madera para hacer paneles y usaban pegamento y yeso para rellenar las grietas en los cascos de 3.65 metros de longitud. Los pescadores ahora usan motores fuera de borda para recorrer arriba y abajo los ríos aquí y entrar en las bahías, pero sus barcos parecían reliquias de un siglo anterior.

“Realmente no aprendí de nadie; simplemente aprendí sobre la marcha”, dijo uno de los cuatro hombres que reparaban un barco. Solo dio su apellido, Lam. Como la mayoría de sus barcos de pesca tenía hoyos taladrados en el frente del casco, creando un espacio donde la pesca podía ser almacenada viva y vendida por un precio más alto en el mercado. Pero ni siquiera trató de transmitir las habilidades de la pesca a sus dos hijos.

“Mi papá dijo que no había futuro pescando”, dijo Chan Kin-chor, un electricista de 25 años de edad que se había acercado para ayudar a su suegro a arreglar el barco. “Al caminar por aquí, ¿cuántas personas nacidas después de 1990 vio?”

En el agua, las familias dormían, cocinaban y veían televisión en casas flotantes. Pequeñas estufas a bordo mitigaban el frío invernal. A menudo los dueños eran ancianos que cuidaban a sus nietos cuyos padres estaban lejos, trabajando en fábricas o tiendas.

“Sacamos la leña del agua”, dijo Leung Kwai-mui, de 56 años de edad, quien estaba cuidando de sus nietos en una casa flotante. “Si ascendemos por las colinas para recolectarla, los tipos en la costa no nos lo permiten”.

Añadió: “Ahora hay menos peces. La vida es difícil. Pero no recibimos educación. Todo lo que podemos hacer es pescar”.

En estos días, muchos tanka prefieren llamarse “residentes del agua” ⎯ el término usado en documentos oficiales ⎯ porque la palabra tradicional para ellos (“danjia” en mandarín) puede parecer despectiva. Su origen es poco claro, y abundan las teorías. Una los remonta a los antiguos migrantes del sureste asiático.

A diferencia de la mayoría de los chinos, incluso en el Guangdong de habla cantonesa, pocos tanka hablan mandarín, el idioma nacional dominante, y conversan fácilmente solo en cantonés.

“La gente en la costa veía con mucho desprecio la vida de las personas que vivían en los barcos”, dijo Xie Diying, una funcionaria de asuntos culturales retirada en Guangzhou, la capital provincial de Guangdong, que ha pasado décadas registrando y preservando las canciones de agua salada tanka tradicionales y promoviendo su renacimiento.

“Esto ha dejado una gran sombra en sus corazones”, dijo. “Muchos jóvenes no saben que sus padres eran personas del agua”.

Hasta los años 50, los tanka eran mucho más numerosos a lo largo de la costa china sur, y unos 100,000 vivían en los alrededores de Guangzhou. Además de pescar, se ganaban la vida transportando productos y gente a lo largo de las vías fluviales de Guangzhou.

Después de que el Partido Comunista llegó al poder, se habló de que los tanka podrían ser enlistados como una de las minorías étnicas oficiales de China, junto con los tibetanos y otros grupos. Más bien fueron catalogados como una subclase pobre de la mayoría han, y el gobierno empezó a trasladarlos a tierra firme y a inscribir a sus hijos en escuelas.

Los tanka y sus barcos siguen siendo un pueblo aparte, una subclase en el auge económico de la región. Unos miles de ellos siguen viviendo en el agua en todo el sur de China, aunque no existen recuentos precisos.

Muchos de ellos en Guangdong se trasladan entre sus pequeños departamentos y sus casas flotantes, las cuales llevan arriba y abajo por los ríos costeros para estar cerca de la mejor pesca.

“Antes podíamos cantar las canciones de agua salada, pero muy pocas personas las conocen ahora; yo no”, dijo Tam Wing-keung, un pescador de 60 años de edad. Pero dijo que la pesca estaba en sus huesos. “Aun si me amenazara con matarme, no podría hacer nada más”, dijo. “Esta es mi única habilidad”.

Chris Buckley y Adam Wu
© 2017 New York Times News Service