En cinturón agrícola de Afganistán, mujeres encabezan sindicatos y encuentran nuevo estatus

© 2016 New York Times News Service

SHIBAR, Afganistán – En este exuberante y apacible cinturón agrícola en las profundidades de Afganistán central, las mujeres han sido la fuerza organizadora detrás de una nueva ola de pequeñas uniones agrícolas en aldeas.

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Eso parece haber generado algunos cambios. En un revés de la tradición, los maridos suelen caminar detrás de sus esposas, siguiéndolas un par de pasos atrás con la camisa arremangada y caras golpeadas por el sol. Y de manera crucial para esta región empobrecida, las uniones han establecido modestas cadenas de oferta en el mercado en el centro de la provincia Bamian. En tan solo unos pocos años, ellos han introducido nuevos vegetales a sus humildes platos para comer.

“En otros tiempos, aquí solo se cultivaba papa y trigo”, dijo Zainab Husseini, maestro de biología de preparatoria a tiempo parcial y el líder de tiempo completo de una unión agrícola en la comunidad de Irak-ulya. “Ahora introdujimos col, coliflor, tomate, frijol y otros vegetales”.

Las uniones, al actualizar ancestrales tradiciones agrícolas , han contribuido a garantizar una oferta alimentaria más confiable y diversa en una región frecuentemente azotada por el hambre. En el proceso, las mujeres que dirigen los grupos están encontrando nueva estatura y poder. Ya no son saludadas como la madre de Ahmad o la esposa de Mahmoud, sino más bien la “líder de la unión Gul Bahar” o “sublíder de la unión Reza Gul”.

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Estas uniones han puesto a las mujeres de Bamian en la línea del frente de una lucha crucial: el esfuerzo por moldear una economía afgana que sea sostenible, lejos de la dependencia de la ayuda exterior. La agricultura seguramente debe ser una parte crucial del programa si es que eso va a ocurrir.

Cerca de 40 por ciento de la población sigue por debajo de la línea de pobreza de 1.35 dólares al día, dicen oficiales afganos. Con base en el Banco Mundial, más de 80 por ciento de la población afgana – y alrededor de 90 por ciento de los pobres – viven en comunidades rurales.

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Por tanto, la agricultura es central no solo para contrarrestar la desnutrición generalizada en áreas remotas, sino también para crear empleos sostenibles.

Assadulá Zamir, el ministro de Agricultura de Afganistán, dice que un área que requiere de enfoque es la vinculación de agricultura con mercados locales y nacionales, así como ayudarles a sus cosechas a competir con baratas importaciones imponiendo aranceles sobre, por ejemplo, vegetales pakistaníes.

“La producción ha aumentado con programas y capacitación, y el mercado no basta; no es suficiente”, dijo Zamir.

Si Afganistán puede administrar mejor sus recursos de agua y establecer conexiones aceptables entre granjas y mercados – problema crucial en medio de una guerra en la que se pelean batallas con bombas a la vera del camino y retenes de seguridad – el sector agrícola podría crear de 2 a 5 millones de nuevos empleos sostenibles, o incluso duplicar el porcentaje de la industria del producto interno bruto del país, con base en oficiales afganos y analistas económicos.

Pero aquí en la remota Bamian, el terreno en sí representa un enorme desafío para llevar cosechas al mercado.

Para llegar a Shibar, se debe conducir de la capital de la provincia de Bamian durante alrededor de una hora, subiendo por una estrecha vía de tierra trazada sobre las montañas. El automóvil se abre paso lentamente y tan alto por la cima de la montaña que las nubes penden casi al alcance del brazo. Después, incluso más lentamente, conforme la senda desciende en curvas espirales, el auto salpica a través de repentinos arroyos de nieve derretida que corren a través de estrechas cañadas.

Después de que el talibán destruyera gigantescas estatuas de Buda en 2001, la provincia de Bamian fue asociada principalmente con una cosa: papas. Muchas papas. En 2015, Bamian produjo casi 350,000 toneladas de papa, alrededor de 60 por ciento del consumo total de Afganistán, con base en el ministerio de Agricultura del país.

Sin embargo, una profusión de solo ese producto se convirtió en un dolor de cabeza para agricultores en Shibar, dejándolos vulnerables a la explotación de comerciantes y luchando por cubrir sus propias necesidades elementales de alimento durante la mayor parte del año.

Durante la temporada de cosecha, la papa se vende al mayoreo a precios de regalo: casi150 dólares por tonelada. Los agricultores no tienen forma de quedarse con las papas para los meses de invierno, cuando se duplican los precios al mayoreo. Las aproximadamente 500 instalaciones de almacenamiento frío construidas en Bamian con la ayuda del gobierno afgano en años recientes simplemente no bastan. (Las instalaciones más pequeñas contienen alrededor de 15 toneladas, y las mayores, las comunitarias, alrededor de 60 toneladas.)

Darse cuenta de esto obligó al gobierno afgano y sus socios internacionales hace unos años a fomentar el cultivo de nuevas cosechas, y mujeres como Husseini tomaron la delantera en Shibar.

Hace aproximadamente cinco años, Husseini accedió a un grupo local de derechos de la mujer que ella estaba encabezando para formar pequeñas uniones de agricultores y buscar ayuda del ministerio afgano de Agricultura. Este ministerio, que reconoció formalmente las uniones en 2013, suministró lotes de muestra donde agricultores podían plantar semillas mejoradas y aprender nuevas técnicas de capacitadores de visita, como el uso de diferentes espacios entre plantas o sistemas de irrigación por goteo.

“En los viejos tiempos, las papas eran así de pequeñas”, dijo Husseini, la líder de unión en Irak-ulya, recogiendo una piedrecita. “Cuando venían los comerciantes, dejaban de lado la mitad por considerar que no era buena.

Ahora la quieren toda. Cada papa pesa alrededor de 1 kilo, en promedio”.

Actualmente hay ocho uniones agrícolas de aldeas en Shibar, cada una con alrededor de 30 mujeres. Además de mejorar la producción de la papa, han recurrido a nuevos vegetales y, más recientemente, incluso empezaron a plantar huertos.

En su pequeña parcela de vegetales, Najia, el sublíder de la unión en Irak-ulya, cultivó lechuga, col y tomate el año pasado. La lechuga le generó alrededor de 70 dólares, los tomates cerca de $80 y la col más o menos 40 dólares.

Najia también está a cargo de las relaciones de las uniones con el mercado en la capital de la provincia de Bamian, suministrando vegetales frescos a seis tiendas con las que han establecido acuerdos… un mercado muy pequeño, pero un comienzo. Cada vez que otros integrantes de uniones tienen cosechas para vender, todos traen sus productos a Najia, quien dispone que un vehículo los lleve al mercado.

Sin embargo, llegar al mercado es increíblemente caro: el alquiler de un pequeño camión para llevar los productos por el estrecho camino lleno de baches fuera de Shibar cuesta alrededor de 20 dólares; una gran suma, considerando cuán poco ganan actualmente los agricultores.

El gobierno afgano, que usa con frecuencia organizaciones no-gubernamentales como socios de implementación, da prioridad a los extremadamente pobres para muchos de sus proyectos agrícolas. Así que incluso una pequeña asignación como darle una oveja o vaca a una familia, así como enseñarles formas de cultivar y vender sus productos, marca una gran diferencia.

“Cuando regresamos dos años después, por ejemplo, cada uno de ellos había acrecentado eso a cuando menos tres o cuatro ovejas, o vendido algunas de las ovejas para comprar una vaca”, dijo la Dra. Mariam Habib, quien administró uno de estos programas con pequeñas asignaciones en Bamian.

Con su aumento en la actividad económica y su manejo del flujo de efectivo, las mujeres dicen que también notan un cambio en su posición en la comunidad.

“Todos me invitan a fiestas, e incluso me consultan sobre sus asuntos ahora”, le dijo una mujer mayor sin algunos dientes, agitando las manos, a una delegación de oficiales que estuvo de visita hace poco. No pudo ser localizada para identificarla más tarde.

PERO EN Shibar, a medida que incrementan la producción y ganan más, algunas de las líderes de uniones lamentan un compromiso que se les impone: las nuevas papas saben diferente.

“Las nuevas papas ahora son blancas en medio y tienen un gran mercado, pero no saben igual”, dijo Asma, la subjefa de una unión. Para lo que ella cocina para sí, cultiva las viejas semillas.

Mujib Mashal
© The New York Times 2016