En corazón de Estados Unidos, se discute el cambio climáticos sin decir ‘cambio climático’

GLEN ELDER, Kansas ⎯ Doug Palen, un cultivador de granos, conoce sobre el clima. Desde 2012, se ha sofocado en medio de la peor sequía que afecta a las Grandes Llanuras en un siglo, interrumpida por extrañas tormentas de nieve y asfixiantes vendavales de polvo. Su temporada de plantación empieza a principios de la primavera y se extiende hasta muy entrado el invierno.

Para adaptarse, ha adoptado una estilo de agricultura consciente del medio ambiente que protege contra la erosión del suelo y conserva la preciosa agua. Puede hablar por horas sobre la captación del carbono ⎯ la captura de los gases que causan el calentamiento global en la vida botánica y en el suelo ⎯ o la ciencia de los microbios benéficos que enriquecen sus tierras.

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En suma, es un realista del cambio climático. Solo que no espere oírlo pronunciar las palabras “cambio climático”.

“Si los políticos quieren agotarse debatiendo sobre el clima, esa es su decisión”, dijo Palen. “Yo tengo una granja que operar”.

Aquí en la zona centro-norte de Kansas, las realidades económicas de la agricultura hacen al cambio climático un tema de negocios vital. Al mismo tiempo, la política y la presión social complican la discusión franca. Esta es la región del trigo, y el país de Donald Trump, y aunque el clima no se está portando bien, la ortodoxia conservadora sostiene que la ciencia no se ha decidido.

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Así que, aun cuando el cambio climático es parte de la conversación diaria, se disfraza de algo más.

“La gente habla sobre él sin hablar de él”, dijo Miriam Horn, autora de un libro reciente sobre los estadounidenses conservadores y el medio ambiente, “Rancher, Farmer, Fisherman”. “Se ha vuelto un tema tan cargado que las personas lo eluden”.

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Palen y otros aquí en Glen Elder y en todo el Estado ilustran la danza delicada, enfocándose en asuntos prácticos como la erosión o los acuíferos menguantes. “Cuando no hay lluvias, los tiempos se ponen difíciles”, dijo.

Los políticos regionales y líderes de negocios hablan de ir tras los empleos que la energía limpia pudiera crear, en vez de insistir en la necesidad de controlar las emisiones de carbono. Un maestro de ciencias en una universidad comunitaria habla a su clase sobre los aspectos positivos del descubrimiento científico (electricidad) para abordar con cuidado temas más contenciosos (calentamiento global).

Y un editor de una revista sobre agricultura, Successful Farming, tomó recientemente una decisión polémica, provocando un frenesí de cartas airadas: Rompió con una antigua política para abordar de frente el cambio climático.

“Algunos lectores nos agradecieron”, dijo el editor Gil Gullickson. “Pero algunos preguntaron si habíamos sido secuestrados por ávidos ambientalistas”.

Trump ha dicho que cree que el cambio climático es un engaño, y su gobierno ha eliminado casi todas las menciones a los programas sobre cambio climático de los sitios web de la Casa Blanca y el Departamento de Estado. También ha ordenado un congelamiento de la subvención federal gastada en la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés) y otras agencias gubernamentales.

El hecho de que el discurso del cambio climático haya llegado a ser dominado por los liberales ha molestado a algunos conservadores, incluido Palen. Muchas personas aquí resienten en particular cómo los estadounidenses conservadores han sido descritos como hostiles al medio ambiente.

La campaña de Trump aprovechó esa división, pintando a los demócratas como ambientalistas excesivamente celosos con poca simpatía por las realidades económicas o las costumbres sociales del Estados Unidos rural. “Muchas de nuestras leyes ambientales federales están siendo usadas para oprimir a los agricultores en vez de realmente ayudar al medio ambiente”, señaló Trump en una sesión de preguntas y respuestas con FarmFutures.com. “A los agricultores les preocupa más el medio ambiente que a los ambientalistas radicales”.

Sin embargo, “sería un error enorme pensar que la gente que votó por Trump estaba votando contra el medio ambiente”, dijo Horn. Si Trump sigue una agenda agresiva contra el medio ambiente, dijo, “habrá una gran reacción negativa en el corazón del país”.

En muchas formas, Palen se ve como el conservacionista máximo. En la universidad, aprendió una técnica llamada “sin arado”, la cual pretende imitar más fielmente al ecosistema natural de la llanura, y se sintió intrigado por su promesa de proteger los campos de su familia de los vientos incesantes y los repentinos chubascos de Kansas. La idea detrás de la agricultura sin arado es que arar el suelo destruye su estructura natural, causando que pierda sus preciosos nutrientes y humedad. Eso le hace vulnerable a la erosión.

Palen alterna trigo y otros cultivos con lo que describe como un coctel de pastos y plantas de hoja, como sorgo de grano, girasoles y alfalfa, un gesto hacia la diversidad de la llanura silvestre. “Dicen que hay más organismos en un puñado de tierra que personas en el planeta”, dijo Palen. Extrajo un terrón de tierra y lo hizo rodar entre sus dedos.

“¿Ve cómo está firme y se mantiene pegada?”, dijo. ¿Ve cómo no se desbarata?”

La agricultura sin arado aborda un problema terrible que enfrentan los agricultores estadounidenses: Casi 1,700 millones de toneladas de mantillo son campo de cultivo barrido por el viento o el agua, según el Departamento de Agricultura, lo que resulta en miles de millones de dólares en pérdidas para los agricultores. Mantener el suelo sano y cubierto también reduce la evaporación 80 por ciento, ayudando a los agricultores a conservar el agua, estima el departamento.

Resulta que agricultores como Palen también están protegiendo un enorme y valioso sumidero de carbono, lo que le convierte en un aliado de los activistas del cambio climático. El suelo atrapa mucho más carbono en sus profundidades que toda la vida botánica y animal sobre la superficie de la Tierra, estiman científicos.

Annie Kuether, una demócrata y activista de la energía limpia en el Parlamento estatal dominado por los republicanos y miembros del Comité Estatal de Servicios Públicos, ha presionado durante años a favor de más energía renovable.

A lo largo de los años, ha forjado poderosas alianzas de negocios enfocándose en los empleos y la economía. También ha encontrado creciente apoyo de los agricultores y terratenientes que cuentan con los ingresos que producen los molinos de viento y los paneles solares que albergan en sus propiedades.

“Gradualmente, desde un punto de vista político, se puede crear un grupo de electores que se beneficie de esta industria”, dijo Mark Lawlor, un aliado y ejecutivo de Clean Line Energy Partners, que está construyendo una línea de transmisión de 1,255 kilómetros para distribuir 4,000 megavatios de energía eólica desde el oeste de Kansas hasta Missouri, Illinois y otros estados vecinos.

Gullickson, de Successful Farming, quien habitualmente escribe sobre temas como amaranto, yeso y escorrentía, ha empezado a probar las aguas en debates sobre el cambio climático. Gullickson dijo que durante mucho tiempo se mantuvo al margen del tema del cambio climático. Pero eso empezó a cambiar hace cinco años, cuando asistió a un taller donde un profesor de la Universidad de Kentucky ofreció un argumento convincente, respaldado por datos.

“Empecé a analizar la evidencia, los datos y lo que los agricultores estaban haciendo”, dijo. “Y es claro: el clima se ha vuelto más extremo en estos días. Y pensé: ‘Nunca he oído de alguna publicación de negocios exitosa que permaneciera en el mercado reteniendo información’”.

Así que por primera vez en los 115 años de historia de la ilustre revista, un artículo de portada abordó directamente la ciencia del cambio climático.

“Sé lo que están pensando: el cambio climático es solo un producto de la imaginación de Al Gore adoptado por los amantes de los árboles liberales que quieren hundir a la economía de Estados Unidos”, escribió Gullickson.

“Sin embargo, piensen en retrospectiva en el duro clima que han soportado en los años recientes y háganse estas preguntas”, continuó. “¿Las primaveras se están volviendo más húmedas? ¿Está aumentando la severidad de las sequías? ¿Está creciendo la intensidad de las tormentas?” La respuesta evidente, señaló: “Sí”.

Su editor en jefe, Dave Kurns, lo apoyó, dijo, pero también le advirtió que el artículo generaría una reacción negativa.

Kurns habló francamente sobre las preocupaciones de una reacción negativa en una nota del editor con la que abrió ese número de la revista. Cuando se convirtió en editor de la revista dos años antes, indicó, le habían advertido: “Nunca uses las palabras ‘cambio climático’”.

“Me dijeron: ‘Los lectores odian esa frase. Solo habla sobre el clima’”, escribió.

Gullickson dijo que algunos lectores le agradecieron. “Finalmente, una revista de agricultura acepta lo que está ocurriendo con el clima”, escribió Paul Jereczek, de Dodge, Wisconsin.

Contactado por teléfono, Jereczek, quien opera una granja lechera, expresó exasperación ante la incapacidad de la gente para hablar abiertamente. “La frase se ha politizado tanto que es difícil hablar al respecto”, dijo. “Pero hablamos sobre todo lo demás. Incluso aquí, proteger el suelo es un tema muy de moda actualmente. Pero hablamos sobre el suelo, sobre ahorrar fertilizantes, ese tipo de cosas”.

Hiroko Tabuchi
© 2017 New York Times News Service