En Dinamarca, el éxito de una cervecería ofrece la oportunidad de volverse ecológico

COPENHAGUE ⎯ Posado en su oficina centralmente ubicada, Laust Joen Jakobsen mira hacia una pequeña plaza, una cancha de basquetbol en una azotea y un lecho verde que estará rebosante de flores en el verano.

Hace apenas unos meses, Jakobsen, el rector del Colegio Universitario de Copenhague, estaba sentado en el campus suburbano entre estacionamientos y un barrio residencial.

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“Nos alegramos más aquí cuando miramos por las ventanas”, dijo.

Su universidad, con sus 11,000 docentes y estudiantes, es uno de los primeros ocupantes de Carlsberg Byen, o Ciudad de Carlsberg, un nuevo desarrollo inmobiliario de 2,000 millones de dólares que es parte esencial del ambicioso plan de Copenhague para ser la primera ciudad capital neutral en carbono del mundo en un plazo de una década.

Bautizada así por la cervecería que ocupaba el lugar hasta recientemente, Carlsberg Byen está tratando de dar un giro ambiental a la habitual mezcla de espacios minoristas, de oficinas y residenciales. Los desarrolladores pretenden conservar el agua de lluvia, generar energía solar y reutilizar materiales de construcción. Imaginan a los visitantes pasando en bicicleta ante las tiendas, casas y galerías.

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De hecho, el proyecto está diseñado para mezclar lo ambiental con lo económico.

“Uno quizá sonría ante las azoteas verdes, pero envían una señal de que este edificio no es solo un bloque de concreto”, dijo Jakobsen.

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Cuando Carlsberg anunció en 2006 que se mudaría, los desarrolladores buscaron reimaginar una planta industrial con olor a lúpulos que se ubica cerca de un barrio de clase obrera famoso por la prostitución y la venta de drogas. Querían construir 600,000 metros cuadrados de espacio, en uno de los proyectos de construcción privados más grandes en la historia de Dinamarca. Cuando se termine, será la primera vez que todo un barrio danés cumpla con estrictos estándares locales sobre la eficiencia en el uso de la energía.

Marca una importante diferencia respecto de su existencia previa. Carlsberg ocupó el sitio de 1847 hasta su partida en 2008. En su clímax, la cervecería producía 398 millones de litros de cerveza anualmente y empleaba a 8,000 personas.

La cervecería buscaba ahorrar 18.5 millones de dólares al año consolidando sus ubicaciones y mudándose a terrenos más baratos al oeste de Copenhague. Asumió una participación de 25 por ciento en el proyecto de redesarrollo, y tres fondos de pensiones daneses invirtieron el resto.

En total, están buscando construir nueve bloques residenciales de rascacielos, junto con edificios bajos y casas unifamiliares, con espacio para 3,100 departamentos (600 de los cuales son viviendas de bajo costo o alojamientos para estudiantes). Junto con el Colegio Universitario de Copenhague, el barrio albergará a instituciones culturales, una escuela primaria y cuatro asilos y jardines de niños combinados. También habrá varios bares, restaurantes y cafeterías.

El área estará salpicada de pequeñas plazas y estrechos callejones, que se parecerán más al centro medieval de la capital danesa que sus experimentos más recientes con amplios bulevares y grande espacios abiertos.

El proyecto es parte de planes para convertir a Copenhague en la ciudad capital más verde del mundo, la cual funcionarios locales dicen será la primera que sea neutral en carbono.

A los residentes de la ciudad ya se les pide que seleccionen su basura en 10 categorías, para asegurarse de que el máximo número posible de artículos pueda ser reciclado. Lo que no puede ser procesado es quemado en plantas de incineración que ofrecen la calefacción del vecindario.

Las autoridades también están haciendo cambios, para adaptar los códigos de construcción para hacer que las estructuras sean más eficientes en el uso de la energía, mejorar el transporte público e instalar fuentes de energía renovable como turbinas eólicas y paneles solares. (Se espera que la última planta eléctrica de carbón de la ciudad cierre en 2020.)

Los residentes están siendo alentados a optar por bicicletas, y alrededor de dos tercios de los propios vehículos del municipio ya operan con electricidad o hidrógeno.

Está teniendo impacto. Aunque la población de Copenhague aumentó en 16 por ciento en la década concluida en 2015, sus emisiones de bióxido de carbono cayeron en 38 por ciento, estima la ciudad. Sin embargo, aún es necesario hacer más, y funcionarios municipales estiman que la factura total para convertirse en neutral en carbono, incluyendo inversiones públicas y costos privados, ascenderá a 29,000 millones de dólares.

Como parte de esa ambición, Carlsberg Byen está promoviendo la sustentabilidad en sus estructuras también.

Un anfiteatro servirá también como depósito de agua durante las lluvias torrenciales que azotan a Copenhague durante el verano. Las azoteas están cubiertas con paneles solares o jardines que recolectan el agua de lluvia para su reutilización, mientras que el agua en el suelo es usada para enfriar los edificios a través de acondicionadores de aire.

Los ubicuos senderos para bicicletas de la ciudad están siendo integrados a las calles del vecindario, mientras que una estación de trenes próxima fue acercada 230 metros a Carlsberg Byen para alentar su uso. (Los desarrolladores pagaron un tercio del costo, mientras que el gobierno asumió el resto de la cuenta.)

“Nos gustaría ver los menos autos posible en las calles”, dijo Jens Nyhus, director ejecutivo d Carlsberg Byen P/S, la sociedad limitada creada por los inversionistas.

Cuando se derriban edificios, más de 96 por ciento de los materiales son reciclados y usados para ayudar a levantar nuevas estructuras, tanto en Carlsberg Byen como en otras partes. Se ahorran más de 900 kilos de bióxido de carbono por cada 2,000 ladrillos que son reutilizados; y el esfuerzo ayuda a mantener vivo el espíritu de la antigua área industrial.

Otros edificios, que están enlistados para ser preservados, están siendo convertidos. Uno, un edificio de ladrillo rojo que Carlsberg usaba para albergar los tanques de enfriamiento, será convertido en un hotel de lujo. El edificio mismo no tiene ventanas, pero tiene 64 discos cubiertos de hoja de oro en sus muros exteriores. Se están abriendo estrechas ventanas en los ladrillos a ambos lados de los discos dorados para preservar la apariencia, y permitir que la luz del día entre en las habitaciones del hotel.

Gran parte del desafío del desarrollo radica en promover la vida y la cultura.

Carlsberg Byen tiene algunas ventajas: es fácilmente accesible, está cerca del centro de Copenhague, y ya ha sido el corazón del escenario cultural de la ciudad. En los años desde que se fue la cervecería, las estructuras han sido usadas como salas de concierto y galerías de arte temporales.

Grupos de artistas han podido pagar rentas bajas para usar la ex planta embotelladora de la compañía mientras espera el nuevo desarrollo. El sitio ha albergado una variedad de exhibiciones e instalaciones, incluidas algunas de los estudiantes que asisten a la más prestigiosa escuela de arte de Dinamarca, la Real Academia Danesa de Bellas Artes, así como talleres para niños.

Sin embargo, Nyhus y su equipo están conscientes del fracaso de anteriores desarrollos en Copenhague. Uno, Orestad, se ubica en las afueras de la capital y fue construido en terrenos no urbanizados cerca de su aeropuerto. Ahora es conocido por sus grandes bulevares barridos por el viento, típicamente vacíos de gente.

“Uno puede construir en cualquier parte”, dijo. “Pero existe un desafío extremo en llevar vida entre los edificios”.

Martin Selsoe Sorensen
© 2017 New York Times News Service