En un estallido de color se notan signos de esperanza para los arrecifes de coral

En el 2003, los investigadores declararon muerto al Castillo de Coral.

En el fondo de la laguna de una remota isla entre Hawái y Fiyi, el agua inusualmente caliente había devastado al gigantesco coral. Sus restos parecían una pila de platos grandes y descoloridos que alguien había echado al mar.

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El buceo de investigación en 2009 y 2012 había mostrado poca mejoría en el coral.

Luego, en el 2015, un equipo de biólogos marinos se sorprendió y regocijó al encontrar al Castillo de Coral, un género Acropora, otra vez lleno de vida. Sin embargo, la recuperación conllevó una gran interrogante: ¿podría el enorme y presumiblemente todavía frágil coral sobrevivir lo que sería el año más caliente en los registros?

Este mes, el equipo de investigación con sede en Massachusetts terminó una nueva exploración del arrecife en las aisladas islas Fénix, un pequeño archipiélago en el Pacífico y estaban emocionados con lo que vieron. Cuando se zambulleron desde la lancha neumática para examinar de cerca al Castillo de Coral, los recibió una vista de verdes y morados brillantes; signos inconfundibles de vida.

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“Todo se veía simplemente magnífico”, dijo Jan Witting, el principal científico de la expedición e investigador en la Institución Oceanográfica Woods Hole.

El cambio climático mundial está sembrando el caos en los corales de todo el mundo. La decoloración de los corales ha causado daños extensivos en regiones que se extienden desde la Gran Barrera de Arrecifes al Caribe y a casi todo lo que hay en medio.

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“Las amenazas contra los arrecifes de coral tropicales en todo el mundo se han escalado a un nivel que hace peligrar la sobrevivencia de estos ecosistemas complejos, diversos y hermosos”, escribió Janice M. Lough, una investigadora australiana, en un artículo de opinión publicado en febrero en “Nature”.

El coral puede resultar gravemente dañado con el aumento en las temperaturas del agua, lo cual causa acidificación; así como, con la contaminación y las actividades humanas, como el turismo, la pesca y la navegación, lo que ha provocado que algunos gobiernos restrinjan esas actividades.

Si el Castillo de Coral puede seguir recuperándose después de años de una aparente falta de vida, incluso mientras suben las temperaturas del agua, podría haber esperanzas para otros arrecifes con un daño similar, dijo otra integrante del equipo, Randi Rotjan, siquiera, qué aspecto tiene cuando se está recuperando. Nuestro conocimiento del coral, más o menos, se puede equiparar a un médico que solo conoce el aspecto que tiene un paciente en salud perfecta y después de muerto, dijo Rotjan.

La recuperación del Castillo de Coral podría ser una situación aislada en un lugar remoto. Sin embargo, Rotjan y su equipo están buscando averiguar por qué este coral y otros arrecifes cercanos volvieron a la vida.

“Se podría elaborar un libro de recetas con lo que estamos aprendiendo con esto”, dijo Witting. “Es necesario argumentar muy bien en cuanto a que esto puede funcionar antes de que alguien más lo pruebe”.

La laguna del Castillo de Coral está ubicada en medio de la más grande las islas Fénix, habitadas solo por unas cuantas docenas de personas, que son parte de la isla nación Kiribati (se pronuncia KIRA-bas).

La cadena de ocho islas está enlistada como Patrimonio de la Humanidad por su belleza y abundancia de vida silvestre: aves, tortugas marinas, bancos de peces, tiburones que duermen en aguas profundas y 200 especies de coral. La zona también ha sido un cementerio de barcos hundidos desde que comenzaron los primeros viajes para cruzar el Pacífico.

Para entender las tensiones a las que se enfrentan los corales _ desde la contaminación y el cambio climático, por ejemplo _, a los investigadores les gustaría aislar cada problema. Casi en cualquier parte en la Tierra, los corales deben aguantar el cambio climático y la actividad humana. Sin embargo, no así en las 157,626 millas cuadradas de la zona protegida de las islas Fénix que creó el gobierno en el 2008. Las rutas marítimas bordean la zona de preservación. Allí dejó de haber pesca comercial el año pasado.

Rotjan, quien también es la principal científica del fideicomiso para la zona, dijo que las protecciones recientes podrían haber fomentado la recuperación del coral. Es posible que las algas que viven en los corales también estén evolucionando para lidiar con las temperaturas más calientes o que especies de corales más resistentes pueden estar suplantando a otras, comentó.

En una carta publicada en “Nature” a principios de este año, otro equipo mundial de investigadores reportó una recuperación similar de corales tras haber reducido la acidez en tres lagunas en el sur de la Gran Barrera de Arrecife frente a la costa de Queensland, Australia. Las emisiones de carbono incrementan la acidez en el agua de mar.

“Es alentador porque si hacemos las cosas correctas, se puede restablecer la salud en una forma en la que hay bastante respuesta”, dijo Rebecca Albright, una de las autoras del ensayo y científica del posdoctorado en la Universidad de Stanford.

Sin embargo, son pocas las criaturas que son más vulnerables a la acidificación del océano debida al cambio climático que los corales, los que han estado decayendo desde hace décadas. Los océanos del mundo absorben cerca de una cuarta parte del bióxido de carbono que se libera a la atmósfera con lo cual bajan notablemente sus niveles de pH, dijo Albright.

Los meteorólogos pronosticaron que este año sería el más caliente en los registros debido a los eventos climáticos de El Niño que comenzaron relativamente cerca de las islas Fénix. A finales del año pasado, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica declaró el tercer evento global de decoloración del coral que los afecta en cada océano tropical, y declaró que la desaparición se ha prolongado a causa de El Niño.

La crisis ha hecho que el trabajo en las islas Fénix sea todavía más crucial, dijo Verena Schoepf, una experta en corales en la Universidad de Australia Occidental. “Es crítico que comprendamos qué pasó allí porque eso nos ayudaría a comprender cómo podrían los corales lidiar con el cambio climático en el largo palazo”, explicó.

Los corales son “animales, vegetales y minerales, todo en uno”, dijo Rotjan mientras alzaba unas cartulinas. La parte mineral, del tamaño de un puño, beis con manchas blancas, parece una piedra muy liviana llena de agujeros. En un pequeño tubo de ensaye con líquido, señala la parte animal: pequeños abalorios unidos por tejido conectivo. Estos abalorios vivientes hacen la función de bocas que beben nutrientes y fabrican el carbonato de calcio que forma sus casas protectoras. El animal comparte esta estructura en forma simbiótica con algas que realizan la fotosíntesis, produciendo alimento que ingiere el animal.

El calentamiento del agua puede causar que el coral expulse a sus algas, lo cual lleva al blanqueo. El agua ácida debilita el esqueleto de carbonato de calcio del coral de tal forma que ya no puede contenerlo y dejarlo crecer. Y cuando cambian los nutrientes en el agua circundante, el coral puede tener dificultades para conseguir alimento.

Ajustarse al cambio climático, dijo Rotjan, no solo se trata de acostumbrarse al agua más caliente. Un coral depende de todo su contexto _ su eco sistema, el contenido mineral del agua circundante, el clima sociopolítico de las poblaciones humanas cercanas. (Los arrecifes frente a las costas de Somalia, en Africa, pueden ser inusualmente saludables, por ejemplo, porque los piratas han ahuyentado a la mayoría de los boteros, explicó ella.)

Hasta los naufragios antiguos marcan una diferencia. A medida que el Pacífico se calienta más, los cascos al oxidarse a un lado de las islas Fénix parecen estar liberando más óxidos de hierro. Los corales más cercanos a ellos no se están recuperando tan bien como los que están lejos, lo que sugiere que los minerales interfieren con la resiliencia del coral, según Sangeeta Mangubhai, otra integrante del equipo.

El cambio climático no solo se trata del calentamiento del agua, notó Rotjan. “Se trata de las chispas que hay en el camino que nadie está esperando. Cambiamos el interruptor y ahora estamos viendo la pirotecnia.

Karen Weintraub
© 2016 New York Times News Service