En Indonesia y las Filipinas, los extremistas encuentran un lazo común: el EI

BANGKOK – Un estallido de violencia en el sur de las Filipinas y ataques terroristas suicidas en Indonesia esta semana resaltan la creciente amenaza que representan los seguidores de los extremistas del Estado Islámico y el sureste asiático.

Si bien parece que la sincronía del bombazo en Yakarta y los combates en Mindanao, una isla en el sur de las Filipinas fue coincidencia, los expertos en terrorismo han estado advirtiendo desde hace meses que el Estado Islámico, también conocido como EIIL, ha proporcionado bases nuevas para la cooperación entre los extremistas en la región.

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“Los reveses en Siria e Irak han resaltado la importancia de otros escenarios para el EIIL, y, en el sureste asiático, el centro de atención está en las Filipinas”, dijo Sidney Jones, la directora del Instituto para el Análisis Político de los Conflictos, con sede en Yakarta. “Se ha exhortado a los seguidores del EIIL en toda la región a unirse a la yihad en las Filipinas, si no pueden llegar a Siria y hacer la guerra en su lugar de origen, o si no pueden viajar en absoluto”.

No hay ningún indicio de que la violencia en esta semana haya estado dirigida o coordinada por los dirigentes del Estado Islámico en Oriente Próximo. No obstante, los ataques representan una prueba para las autoridades en las Filipinas e Indonesia, el país con la población mayoritariamente musulmana más grande del mundo, mientras confrontan a extremistas que apoyan la creación de un Estado islámico en el sureste asiático.

Los enfrentamientos en Marawi, una ciudad con unos 200,000 habitantes en Mindanao, continuaban el viernes, en su cuarto día, mientras las fuerzas del gobierno, usando tanques y helicópteros de ataque, trataban de sacar a los extremistas, pertenecientes a por lo menos dos organizaciones islamistas.

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El gobierno dijo que está llevando a cabo “ataques aéreos quirúrgicos” para sacar a los extremistas cuyos francotiradores se encontraban en posiciones estratégicas en la ciudad.

Los combates empezaron el martes, después de que fuerzas filipinas trataron de capturar a Isnilon Hapilon, a quien el Estado Islámico designó su dirigente en las Filipinas.

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Hace mucho que se le ha asociado con Abu Sayaf, una pandilla de orientación islamista que secuestra para cobrar rescate, que ha ganado millones de dólares tomando rehenes y, a veces, matándolos. El grupo decapitó a un rehén alemán este año y a dos canadienses el año pasado. Estados Unidos ha ofrecido una recompensa de cinco millones de dólares por la captura de Hapilon.

El gobierno subestimó la fuerza de los extremistas y salió mal la movilización para capturar a Hapilon, quien escapó y las fuerzas islamistas se hicieron con gran parte de la ciudad, incendiaron una catedral y un hospital, y se dice que tomaron rehenes, incluido un sacerdote católico romano.

Los combates llevaron a que el presidente Rodrigo Duterte declarara la ley marcial por un periodo de 60 días en toda Mindanao.

El gobierno informa que han muerto más de 40 personas en los combates, incluidos más de 30 extremistas, aunque las cifras oficiales en las Filipinas son notoriamente poco confiables.

A Abu Sayaf se le unieron combatientes de Maute, un grupo más reducido, que también ha montado ataques en el sur de las Filipinas. Ambas organizaciones han jurado apoyar al Estado Islámico.

Algo que subraya la amenaza del extremismo islamista es que funcionarios dijeron que los indonesios, malasios y singapurenses estaban combatiendo en Marawi junto a los extremistas locales y que habían muerto seis combatientes extranjeros.

“Lo que está pasando en Mindanao ya no es una rebelión de filipinos”, dijo Jose Calida, el abogado general de las Filipinas. “Se ha transformado en una invasión de terroristas extranjeros que hicieron caso del llamado del clarín del EIIL para ir a las Filipinas, si se les dificultaba ir a Irak o a siria”.

Duterte estuvo en una unidad militar cercana a Marawi el viernes y les recordó a las tropas que Hapilon estaba afiliado al Estado Islámico. Sin embargo, dijo estar dispuesto a hablar con los extremistas.

En Yakarta, dos terroristas suicidas atacaron a unos policías el miércoles por la noche, afuera de la terminal de autobuses de Kampung Melayu. Murieron tres agentes y dos atacantes.

Setyo Wasisto, un portavoz de la policía indonesia, dijo que, en el lugar de los hechos, se encontró una tarjeta de presentación de un hombre conocido por sus conexiones con el Estado Islámico. Las autoridades están realizando pruebas de ADN para confirmar si fue uno de los atacantes.

Fue el peor ataque realizado por extremistas desde enero del 2016, cuando asaltaron un puesto policial en Yakarta. La policía dijo que lo organizó un miembro indonesio del Estado Islámico en Siria. Murieron cuatro civiles en el ataque, junto con cuatro de los atacantes.

Alrededor de 500 indonesios han tratado de viajar a Siria y unirse al Estado Islámico, pero se detuvo a la mayoría antes de que llegaran y los regresaron a Indonesia. No obstante, algunos indonesios que lograron unirse al Estado Islámico han jugado un papel clave en Siria, en la coordinación de actividades en las Filipinas e Indonesia, señaló Jones.

En el pasado, dirigentes indonesios de tres grupos dentro del Estado Islámico compitieron unos con otros por los recursos para organizar los ataques, comentó.

Zachary M. Abuza, un profesor del Colegio Nacional de Guerra en Washington, especializado en temas de las seguridad en el sureste asiático, dijo que el Estado Islámico estaba contento de hacerse responsable de los ataques terroristas en otros países, pero que él cree que el foco de atención de la organización en el sureste asiático había disminuido a medida que enfrenta la presión militar de Estados Unidos y sus aliados en Irak y siria.

“El sureste asiático nunca ha sido una prioridad para el EIIL”, comentó, “y me resulta difícil argumentar que seguirán concentrándose en el sureste asiático mientras luchan por sobrevivir en Irak y en Siria o, al menos, mientras tratan de ya no perder más territorio”.

El sur de las Filipinas, donde vive una población musulmana de tamaño considerable, en un país mayoritariamente católico, ha servido, de tiempo atrás, como base para los extremistas islámicos, incluidos los de Indonesia, Malaysia y otros países que se han refugiado o entrenado en remotos campos en la selva.

Juntos, Indonesia y las Filipinas, tienen casi 25,000 islas y comparten una frontera marítima poco patrullada. Los extremistas pueden viajar fácilmente por barco entre el sur de la Filipinas y el este de Indonesia sin tener que pasar por ningún control migratorio.

Desde principios de los 2000, Estados Unidos ha estacionado asesores militares en el sur de las Filipinas para ayudar a combatir a Abu Sayaf y otros extremistas islámicos.

Richard Javad Heydarian, un profesor de ciencia política en la Universidad de la Salle en Manila, dijo que cada vez hay mayor presión sobre Duterte para resolver la crisis en su tierra natal, Mindanao, y que es posible que requiera mayor asistencia por parte de Washington.

“Como el primer presidente de Mindanao, las expectativas públicas han sido, y siguen siendo, altas”, dijo Heydarian. “Es probable que el contraterrorismo domine su agenda del corto al largo plazo, y es probable que esto lo empuje a solicitar la asistencia de aliados experimentados, como Estados Unidos”.

A los activistas por los derechos, que ya están alarmados por la campaña de Duterte en contra de las drogas que ha reclamado la vida de más de 4,000 personas, les preocupa que la ley marcial llevará a todavía más asesinatos.

Duterte ha amenazado con ampliar la ley nacional al ámbito nacional, un reflejo de la dictadura de Marcos, cuando el país vivió bajo la ley marcial por nueve años. El periodo estuvo marcado por abusos generalizados, asesinatos extrajudiciales, desapariciones y tortura.

“La ley marcial de Duterte amenaza con abusos militares en Mindanao que podrían rivalizar con la homicida ‘guerra contra las drogas’ en las zonas urbanas”, dijo Phelim Kine, el subdirector para Asia de Human Rights Watch.

RICHARD C. PADDOCK
© 2017 New York Times News Service