En juego, los negocios del grupo Atlacomulco

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Último reducto político del grupo que gobierna el país con Enrique Peña Nieto al frente, la elección en el Estado de México es fundamental para que el PRI se mantenga en la lucha por la Presidencia en los comicios de 2018. Sin embargo, militantes históricos, como César Augusto Santiago, consideran que la dirigencia partidista no marca un rumbo.

Santiago, quien fue presidente nacional y ahora es consejero político del PRI, añade que la cúpula de su partido se encuentra alejada tanto de la militancia como de los 11 millones de votantes potenciales en aquella entidad, a los que no convencen de apoyar a su candidato, Alfredo del Mazo Maza. “Si no ganamos estaremos metidos en un grave problema”, advierte en entrevista.

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A un mes de que arranque el proceso electoral para la sucesión de Eruviel Ávila en la gubernatura, reconoce que su partido no está en el mejor momento, porque la situación nacional no es fácil, hay un “humor social negativo” y su presidente, Enrique Ochoa Reza, no entiende lo que está pasando.

“Supone que con desplantes, retos y exageraciones va a resolver la situación”, señala el político chiapaneco. Considera erróneo que la dirigencia nacional “sólo emita berrinches, desplantes, retos y agresiones individuales a los personajes del momento, sin cuidar en dar una oferta clara y contundente de lo que quiere el PRI para el país y la gente.”

A su vez Bernardo Barranco Villafán, consejero electoral en el Consejo Local del INE en esa entidad, sostiene que para el PRI la elección del próximo 4 de junio es fundamental porque representa la posibilidad de que prevalezca un grupo de poder que ha hecho de las funciones de servidor público y de los recursos también públicos un negocio.

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“La política en el Estado de México no sólo es un juego de poder, sino un negocio jugoso. Siguiendo la filosofía de Carlos Hank González, del grupo de Atlacomulco, hay una tenue línea entre la política y los negocios, entre los empresarios y los actores políticos. En algunos casos pasan de ser funcionarios a ser proveedores, en otros son al mismo tiempo empresarios y políticos. De tal suerte que esto alcanza casos inusitados, como ver al secretario de Gobierno, José Manzur Quiroga, que tiene declarados más de 80 millones de pesos en propiedades; además los ostenta, con un rancho con lago artificial, un pequeño zoológico y una colección de más de 200 vehículos Ford Mustang”, señala Barranco Villafán.

Precisa que, de cara a 2018, ganar la gubernatura le permitirá al grupo Atlacomulco, que lleva 90 años en el poder, garantizar la continuidad de su proyecto político y empresarial. De ahí que una derrota trascendería lo electoral e implicaría la debacle.

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Por eso, enfatiza, el proceso mexiquense no es un experimento ni un juego de ajedrez político, sino una prioridad para la élite que consiguió llevar a Peña Nieto a la Presidencia en 2012. “Hay intereses que van más allá de lo electoral y de lo político; profundos y poderosos intereses económicos que ostenta este grupo, tanto en el Estado de México como a nivel federal”, advierte Barranco Villafán, involucrado desde hace 16 años en las cuestiones electorales del estado.

Una elección diferente

Durante una década Barranco Villafán fue consejero electoral propietario en el Instituto Electoral del Estado de México, posteriormente del Instituto Federal Electoral y ahora del Instituto Nacional Electoral en la misma entidad. Entre uno y otro cargo, coordinó un proyecto social de observación electoral llamado Dictamen Ciudadano.

Precisa que en los próximos comicios locales para elegir gobernador y renovar el Congreso local y las 125 presidencias municipales participarán casi 8 millones de jóvenes, más de la mitad de padrón electoral son mujeres y 67% del voto se concentra en 15 municipios conurbados a la Ciudad de México.

Señala también que la oposición ha dejado pasar dos veces la oportunidad de ganar la gubernatura, pues en 2006, cuando triunfó Peña Nieto, el PAN se desmoronó a pesar de que su candidato Rubén Mendoza Ayala empezó con 18 puntos en las preferencias electorales.

En 2012 la oposición cayó otra vez porque el PAN y el PRD no lograron concretar una alianza, lo que Barranco Villafán atribuye al bloqueo de acuerdos por parte de “la gente de Andrés Manuel López Obrador”, resentida por lo que llamaron “el robo” de la elección presidencial.

“Hay un alto nivel de responsabilidad política de una oposición que pareciera no querer ganar. En esta elección, a pesar de que las dirigencias a nivel nacional estaban de acuerdo en formar una coalición, las estructuras locales tanto del PAN como del PRD se opusieron. Pareciera que hay una especie de inclinación de la oposición a no querer conquistar el poder en el Estado de México cuando ha tenido posibilidades de hacerlo”, comenta.

En esta ocasión, dice, existe una grave sospecha: “La hipótesis que existe es que hubo la compra de muchos líderes. Es la única explicación porque no es posible que las dirigencias locales del PRD hace seis años querían una alianza con el PAN y ahora se oponen. La única explicación lógica, congruente con la historia del Estado de México, es que la misma estructura del poder gubernamental está atomizando el voto de la oposición, fragmentándolo para que el voto duro del PRI sea el definitivo”.