En La Habana, los bares gay se defienden contra el Internet

Justo antes de la medianoche de un jueves reciente aquí a lo largo del Malecón, el paseo de concreto de ocho kilómetros a orillas del mar en esta capital, Wilder Calderón Peña, de 24 años de edad, cantinero y agente de Airbnb, estaba interpretando su danza del trueno.

“Para que ese rayo me pegue y se encienda mi cigarrillo”, dijo. Como era de esperar, un extraño caritativo pronto le hizo el favor. “Bienvenido al Planeta Cuba”, dijo Calderón, quien se identifica como bisexual, después de su primer calada. “Así es como funciona el universo aquí. Haces el bien. Recibes el bien. Es karma. Es la ley de la atracción”.

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Luego cruzo la calle para asistir a un espectáculo de travestis en mYXto, un bar amigable con los gays, donde se quedaría hasta alrededor de las cinco de la mañana.

A gay pride parade Ñ an annual tradition launched in 2008 by the daughter of Raul Castro Ñ takes to the streets of Havana, May 14, 2016. Gay culture has a particularly old-fashioned feel in Cuba, thanks in part to the difficultly of accessing the internet and the slow adoption of hook-up apps like Grindr, which have made Òcruising groundsÓ a thing of the past in some American cities. (Noah Friedman-Rudovsky/The New York Times)
A gay pride parade Ñ an annual tradition launched in 2008 by the daughter of Raul Castro Ñ takes to the streets of Havana, May 14, 2016. Gay culture has a particularly old-fashioned feel in Cuba, thanks in part to the difficultly of accessing the internet and the slow adoption of hook-up apps like Grindr, which have made Òcruising groundsÓ a thing of the past in some American cities. (Noah Friedman-Rudovsky/The New York Times)

La atracción impulsa al Malecón, que es un lugar de reunión popular para todos los habaneros, especialmente para aquellos que son homosexuales, incluidos los que se alquilan como acompañantes. Otro asistente habitual, Jorge Luis Ramos Medina, un ingeniero de información gay de 30 años de edad, describió su amplio atractivo como “el sofá de La Habana”.

Es lo que, antes del Internet, ciudades en Estados Unidos y Europa alguna vez llamaron “áreas de ligue”, zonas que en su mayor parte se volvieron elementos pintorescos del pasado gay, reemplazadas por aplicaciones de encuentro como Grindr, Jack’d y Scruff. La Habana es la vida nocturna gay antes de Grindr.

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En una isla de comunistas, los cubanos homosexuales fueron durante mucho tiempo los pobres de La Habana, los últimos entre iguales. Eso empezó a cambiar en 2008, cuando, después de un discurso a favor de los derechos de los gays pronunciado por Mariela Castro Espín, la hija del presidente Raúl Castro, la capital celebró su primer desfile del orgullo gay, que ha continuado anualmente, menos como un espectáculo de descamisados y más como una protesta. Kingbar, que abrió el año pasado en el elegante barrio de Vedado, se remonta a una época en que los bares gay estadounidenses aún tenían una pizca de actitud renegada.

“Es como la libertad de expresión”, dijo Manuel Subarez, de 27 años de edad, un preparador de emparedados en una cafetería que también es “súper fanático de Lena Dunham de tiempo completo”. “Es como si pudiéramos hacer cualquier cosa que queramos hoy, porque somos homosexuales”, comentó en el desfile de este año, tirando orgullosamente de su camiseta sin mangas Keith Haring. La homosexualidad fue legalizada aquí en 1979, pero una ley de 1988 prohíbe una presencia “públicamente manifiesta”.

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“La revolución continúa”, dijo Castro, de 53 años de edad y educadora sexual, en el festival oficial posterior al desfile mientras sostenía un cartel de arcoíris con el lema de este año: “Yo me incluyo”. “Hasta que haya igualdad y diversidad para todos los cubanos en todos los aspectos de nuestra sociedad”.

Un bar gay dedicado _ contrario a uno que, digamos, destina una noche a su clientela gay _ debutó aquí en 2013, el primero en La Habana. Pero su cierre en octubre se topó con un desinterés fatalista colectivo. Hay en camino más lugares para atender a los gays, que se unirán a una docena de fiestas semanales y Mi Cayito, una playa popular entre los homosexuales. Y el propio Malecón es un escenario demasiado vital para ser cerrado. Los clubes gay frecuentemente enloquecen con el bullicioso himno de una canción pop de Jacob Forever: “Hasta que se seque el Malecón”.

La banda ancha del Wi-Fi es otro asunto. Cuba tiene hasta 4,000 usuarios de Grindr activos diariamente, dijo Jennifer Foley Shields, publicista de la aplicación móvil. Pero una reciente serie de registros de entrada en Grindr realizados aquí por este reportero reveló, en promedio, a 11 usuarios en línea en esta ciudad de dos millones de habitantes (una población aproximadamente equivalente a la de Houston”.

Incluso en un hotel de cinco estrellas en el Malecón con una recepción de Wi-Fi de cuatro barras, un registro de entrada típico, después de varios intentos fallidos, requirió 14 minutos para que abriera la aplicación.

La experiencia es incluso más complicada para los residentes locales, que pagan dos pesos convertibles cubanos por hora de uso de Internet. (Los salarios cubanos promedian los 20 pesos convertibles cubanos por mes.) Adicionalmente, los usuarios de Apple, una vez que su iPhone es desbloqueado, deben pagar a intermediarios para instalar aplicaciones, y varios cubanos gay dijeron que eran demasiado pobres o les avergonzaba mucho solicitar una instalación de Grindr o sus similares.

Joel Simkhai, de 39 años de edad, fundador y director ejecutivo de Grindr, ha promovido el alcance de la aplicación en naciones que pasan apuros tecnológicamente. Este año, después de una visita a la isla, Simkhai dijo a la revista On Cuba que los cubanos gay “aún no la tienen al 100 por ciento”. Durante ese viaje, fue anfitrión de una fiesta patrocinada por Grindr en un bar en su noche gay.

En entrevista vía telefónica, Simkhai dijo que no compartiría el ancho de banda mínimo que necesitaba Grindr para funcionar, y añadió: “Nuestras cifras están bien. No es un mercado enorme para nosotros”. Cuba es “una oportunidad de crecimiento en un mercado que está moribundo para Grindr”, comentó.

El año pasado, el gobierno cubano creó zonas de Wi-Fi públicas con cobro. Verizon dio inicio al primer acuerdo de roaming de datos de Cuba con Estados Unidos en septiembre. En marzo, Google anunció planes para un centro tecnológico aquí, ofreciendo 70 megabytes por segundo (en comparación con la velocidad normal de un megabyte por segundo que es estándar aquí).

Calderón, quien usa el apodo de Wild (Salvaje), tiene cuentas en Grindr, Hornet, PlanetRomeo Uncut y Scruff, y afirma que es el único hombre en La Habana como Daddyhunt. Encuentra a las aplicaciones poco atractivas.

“La vida gay gira en torno de ser abierto, ser ilimitado”, dijo. “Yo soy bisexual, porque prefiero ser ilimitado. ¿Por qué alguien _ bisexual, gay, lo que sea _ querría verse atrapado como una foto, como un perfil de Internet en una aplicación? Ese es un tipo de closet diferente, una caja. Es aburrido”.

Su amigo Juan Carlos Godoy Torres, de 25 años de edad y un saxofonista y flautista con un hijo de ocho años, estuvo de acuerdo.

“No peleé durante cinco años de lento desarrollo de la comunidad gay para terminar gastando dos o tres pesos cubanos convertibles por hora para quizá conocer una persona virtual”, dijo Godoy. “Prefiero la magia de las calles, alguien que pueda atraparme con sus ojos, que pueda bailar conmigo, que pueda tocar mi rostro. Quiero más que sexo.

“Estuve casado, y quiero ese momento de revelación de ese día, cuando vez a alguien por primera vez, la sorpresa que hay en ello. Eso no es posible si me están enviando mensajes que empiezan con fotos de su pecho. Eso no es romance. Eso es ir de compras”.

Richard Morgan
© 2016 New York Times News Service