En medio de las tensiones, los surcoreanos mantienen la calma y siguen adelante

SEÚL, Corea del Sur ¬ Los niños de cuarto grado que estaban sentados en una fila de bancas en el centro de Seúl llevaban puestas capuchas de plástico amarillo, y se veían como el elenco de un musical escolar con un adorable coro de Minions.

De hecho, estaban aprendiendo a ponerse máscaras de gas en caso de ataques químicos o biológicos por parte de Corea del Norte. Varios se rieron nerviosos al quitarse las máscaras, mientras otros jadearon con dificultad en busca de aire.

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Esto es lo que los niños de las escuelas a veces hacen cuando van de excursión al Memorial de Guerra de Corea, construido como recordatorio de los costos de la guerra en la península coreana. Últimamente, en las noticias se vuelve a hablar de la guerra, pero las personas de aquí, en Seúl, responden principalmente encogiendo los hombros y con risas nerviosas en lugar de con simulacros de emergencia.

Ya han pasada por esto antes.

Para casi 25 millones de personas de Corea del Sur que viven a menos de 80 kilómetros de la frontera norcoreana (incluyendo a los residentes de Seúl, la capital), desde hace tiempo ha sido una difícil realidad que son los más vulnerables a un ataque del régimen en Pionyang, con el que Corea del Sur ha estado técnicamente en guerra durante décadas.

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Esa eterna amenaza se ha intensificado en las últimas semanas, conforme la administración de Trump advirtió que consideraría todas las opciones, incluyendo ataques militares, para impedir las ambiciones nucleares de Corea del Norte. Mientras tanto, Corea del Norte ha realizado pruebas con misiles y enormes simulacros de artillería con balas reales, y los analistas dicen que está lista para conducir su sexta prueba con un arma nuclear.

Para algunos residentes (como Hyun Jae-gyun, uno de los maestros que llevaron a los niños al memorial de guerra), eso ha llevado a un creciente sentido de aprensión y a una urgencia por prepararse. “Los maestros son conscientes de que esto es un tema, y deberíamos preparar a nuestros niños”, dijo Hyun.

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Pero mucha más gente de Seúl pareció responder con total indiferencia.

“No estoy preocupado”, dilo Chun Ho-pil, un jefe de obra de 30 años que volvía de su trabajo en el barrio Jongno de la capital. “Estoy muy ocupado trabajando y muy ocupado con mi vida como para preocuparme”, afirmó.

Chun, con el rostro eclipsado por unos lentes redondos de marco negro, encogió los hombros y dijo que no ha almacenado botellas de agua ni comida enlatada en su casa, ni comprado una máscara de gas. Y tampoco conocía la ubicación del refugio más cercano en caso de un bombardeo.

En Seúl, una densa y bulliciosa ciudad con una población de 10 millones de personas, no había ninguna señal de abatimiento. Los restaurantes y los bares estaban llenos y, como siempre, las calles estaban atascadas de tráfico durante las horas pico.

Los surcoreanos elegirán un nuevo presidente a principios de mayo para suceder a la impugnada líder Park Geun-hye, y las políticas de los candidatos hacia Corea del Norte son definitivamente un tema de campaña. El principal contendiente, Moon Jae-in, ha sugerido que adoptaría un enfoque menos confrontante con Pionyang.

Pero las encuestas indican que a los votantes les interesan más las políticas económicas que la seguridad nacional. En una encuesta reciente realizada por Dong-a Ilbo, un periódico de centro derecha, más de 45 por ciento de los participantes dijo estar enfocado en las plataformas económicas de los candidatos, mientras apenas poco más de 9 por ciento dijo que su prioridad número uno era saber cómo manejarían los candidatos la amenaza nuclear norcoreana.

Aún cerca de la frontera con el norte, donde miles de cohetes de artillería están alineados del otro lado de la zona desmilitarizada que divide las Coreas, los residentes consideraron el tema de la crisis con indiferencia.

Apenas dos días después de que el vicepresidente Mike Pence visitara la zona desmilitarizada y advirtiera a Corea del Norte que no pusiera a prueba la resolución de Estados Unidos, camiones cargados de escolares visitaron un punto de observación cercano donde podían meter monedas dentro de grandes binoculares y espiar los ralos bosques y montañas de Corea del Norte.

Mientras correteaban por una terraza detrás de un edificio adornado con el eslogan “Fin de la separación, comienzo de la unificación”, no había ninguna sensación de peligro inminente.

En Munsan, una ciudad de alrededor de 50,000 habitantes situada a aproximadamente ocho kilómetros de la zona desmilitarizada, Gwon Hyuck-chae, un peluquero de 72 años, dijo no creer que el conflicto fuese a estallar luego de más de 50 años de idas y venidas de tensiones.

“Como he vivido aquí por tanto tiempo, ya no tengo miedo”, dijo Gwon fuera de su negocio una mañana reciente. Dijo estar convencido de que el impasse continuará sin guerra, pero fue fatalista sobre la posibilidad de que no sea así.

“Aún si hubiera una guerra ahora, no nos daría tiempo suficiente para escapar”, afirmó Gwon. “Simplemente moriríamos todos en un instante”, consideró.

Calle abajo, en una sucursal de la cadena de cafeterías A Twosome Place, Kong Dong-min, un joven empleado, dijo que no había prestado mucha atención a las noticias recientes sobre Corea del Norte.

Mientras rociaba las mesas con un atomizador y las limpiaba con un trapo, Kong, un joven alto de 19 años que vestía un sombrero fedora color gris, dijo que ha crecido viendo a los soldados patrullar el área.

“No he pensado tanto hacia el futuro”, dijo cuando se le preguntó sobre si se estaba preparando para un posible ataque. “Estoy acostumbrado”, explicó.

Los surcoreanos más viejos, con vívidos recuerdos de la Guerra Fría, suelen estar más preocupados con la amenaza norcoreana. En las encuestas sobre las próximas elecciones, las personas más preocupadas por las relaciones en Pionyang tienen más de 60 años.

Tres hombres que estaban sentados en una banca del Parque Tapgol, en Seúl, dijeron que habían estado discutiendo sobre las atrocidades de las que fueron testigo durante la Guerra de Corea de principios de la década de 1950 que, debido a que no se firmó un tratado de paz, nunca terminó formalmente.

“Los jóvenes surcoreanos no creen que realmente vaya a suceder”, indicó Kim Baek-choon, de 79 años, haciendo referencia a otro estallido de guerra. “Pero nosotros estamos preocupados porque ya ha sucedido antes, y lo hemos visto”, explicó.

Pero muchos residentes de Seúl describieron una sensación de repetición que casi sonó como algo sacado de una obra de Samuel Beckett, con una amenaza que se avecina pero nunca llega.

Kim Yun-hwa, una terapeuta física de Seúl, dijo que sus pacientes recientemente habían expresado estrés por la posibilidad de un ataque norcoreano. “Hasta dicen ‘Debería comprar más provisiones y comida y agua en el supermercado”, indicó Kim, de 35 años.

“Pero en realidad no compran nada de eso”, afirmó Kim. “Solo hablan de hacerlo”, consideró.

Kim dijo sentir empatía con sus dudas. “Aún no lo siento en carne propia”, dijo. “No es una amenaza tangible”, agregó.

Motoko Rich
© 2017 New York Times News Service