En el país de la ópera, un coro para los desafinados

MILÁN ⎯ En una reciente noche de febrero, una tendera, una ex directora de mercadotecnia, una profesora de filosofía y varias otras docenas de personas desafiaron la helada humedad de Milán para hacer algo que a muchos les dijeron de niños que nunca podrían hacer: cantar.

Conozca a algunos de los novatos del Coro degli Stonati, o coro de los desafinados, de Milán, un consorcio de individuos vocalmente discapacitados que están forzándose por superar sus antiguas inhibiciones para cantar en público; con suerte, pero no necesariamente, entonados.

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“Desde que estaba en la escuela primaria, las maestras me decían que fingiera ser un pez cada vez que teníamos que cantar”, dijo Nicoletta Corsini, dueña de una tienda local. Ella abría y cerraba la boca, asegurándose de que no saliera ningún sonido.

Pero después de unos meses con el coro, dijo Corsini, se siente como una mujer cambiada, y su voz cantora recién descubierta la hace “inflarme de orgullo como un dirigible Michelin”.

Italia, el país que inventó la ópera, sorprendentemente no tiene un fuerte plan de estudios musical en las escuelas públicas, dijo Gianpaolo Scardamaglia, el organizador del coro, y la mayoría de los niños italianos no toman clases de música coral. Quizá fue adecuado que una institución musical en Milán ⎯ que alberga a la principal casa de ópera de Italia, La Scala ⎯ buscara cambiar eso.

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La maestra Maria Teresa Tramontin ha dirigido el coro para los desafinados desde su formación, en 2010, a sugerencia de Luigi Corbani, quien hasta recientemente fue director general de la Orchestra Sinfonica di Milano Giuseppe Verdi, conocida como La Verdi. “Él creía que las personas desafinadas no existían”, dijo Tramontin.

“Ella me ha dado confianza en mí misma”, dijo Corsini de su instructora. “Nos dice que estamos haciendo los ejercicios vocales que acostumbraba hacer Maria Callas, así que ahora todos nos sentimos la Callas”.

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Tramontin está particularmente calificada para el puesto: una mezzo-soprano en el coro sinfónico de La Verdi y directora de su coro infantil, es también terapista musical.

“En muchos casos, la gente desafinada tiene que ser desbloqueada desde un punto de vista sicológico”, dijo Tramontin durante una entrevista en el espacio de ensayo del coro, que está en una estructura para propósitos múltiples anexa a un depósito de autobuses municipales.

A menudo, la gente cree que es desafinada porque les han dicho que lo son, dijo. Pero la verdadera falta de entonación ⎯ amusia, la incapacidad para reconocer o reproducir tonos musicales ⎯ es rara, añadió.

“La mayoría de la gente que viene al coro solo tiene que aprender a escuchar, aunque eso es lo más difícil”, dijo Tramontin. Aprender a cantar se basa en la concentración, el pensamiento sobre los sonidos y la emisión de los mismos en la forma correcta. La gente que piensa que es desafinada, dijo, en realidad “no permite que su cerebro capture los sonidos”.

El curso se enfoca en los aspectos básicos de cómo cantar entonado, empezando con la comprensión de la anatomía humana y cómo produce sonidos, desde el diafragma hasta las cuerdas vocales.

Para comprender mejor la mecánica de la voz, Tramontin instó recientemente a los coristas a visitar una exhibición en Milán de cadáveres humanos “si ese tipo de cosas no les molesta”, dijo riendo.

Respirar correctamente es fundamental para cantar, y Tramontin ha llevado a la clase un modelo hecho en casa del sistema respiratorio, con todo y diafragma, pulmones y tráquea.

“No quiero que la gente se desmaye, pero no quiero verlos respirar”, dijo Tramontin a un grupo, el cual estaba entonando una canción sobre un gallo en el dialecto de la región de Friuli-Venezia Giulia en el noreste de Italia. “Arréglenselas. Usen un tanque de oxígeno si lo necesitan”.

En un ensayo de “Pavane” de Gabriel Fauré, los bajos entonaban tres notas diferentes a la vez. Ninguna salió bien.

“Tienen que escuchar antes de cantar”, los reprendió amablemente, haciendo que cada bajo repasara la escala hasta que alcanzara el tono correcto.

“Esa es la nota, no se preocupe”, dijo Tramontin a un corista, quien irradiaba orgullo, y cierto alivio. “Ve, si la alcanza. Bravo”.

Los gemidos que saludaron al tema de David Byrne que da título a la película “The Last Emperor” pronto fueron reemplazados por carcajadas y risitas nerviosas mientras Tramontin aseguraba a los coristas que no debían sentirse desalentados cuando la entonación estaba menos que … afinada. “Toma tiempo”, dijo.

“Es como esperar que alguien de 60 años salte obstáculos por primera vez sin caerse; es imposible, físicamente es imposible”, dijo durante la entrevista. “Es lo mismo cuando se entrena la voz a esa edad y nunca se ha hecho antes”.

“Al final”, continuó, “el placer que se obtiene al cantar en lo más fundamental. Se puede mejorar, pero también se puede recibir placer aun cuando no se está completamente desafinado”.

El coro, que cuenta con 280 miembros y está dividido en cuatro grupos, ha atraído a desafinados de todos los antecedentes. Los miembros pagan 220 euros, unos 234 dólares, por el curso, el cual va de octubre a junio. Sus edades varían entre los 25 y los 81 años, y la mayoría son mujeres.

Unirse al coro empieza con una audición, que da a Tramontin una idea del rango vocal del individuo y sirve como “el primer avance sicológico”, dijo. “Tienen que exponerse frente a mí y los otros, y llegan a darse cuenta de que todos son iguales”.

“El hecho de que haya otros peores que uno es un gran consuelo”, bromeó en una noche reciente Maria Bettetini, profesora de filosofía y en su primer año en el coro.

La Verdi, la institución musical detrás del coro, fue formada en 1993 por un rico consorcio de mecenas y empresarios milaneses después de que dos orquestas milanesas fracasaron.

Si La Scala ofrece prestigio internacional a la ciudad, La Verdi sirve a un propósito más social, y siempre ha dado un valor importante a la educación. Aparte del coro de los desafinados, hay una orquesta de aficionados, una orquesta juvenil y el coro infantil. También había un coro en una prisión local, pero el programa se quedó sin dinero.

“Creemos que todos tienen el derecho de hacer música, evidentemente según la propia competencia y capacidad de cada uno”, dijo Tramontin.

Al unirse al coro, Tiziana Minoli, una directora de mercadotecnia retirada, está cumpliendo un sueño de toda la vida. (Sus anteriores hazañas musicales involucraron cantar con discos de ópera detrás de puertas cerradas, dijo, “para evitar problemas con la familia”.) No es todavía una diva, bromeó Minoli, pero siente que está en el camino correcto.

El coro tendrá un concierto al final del curso para dar a los coristas la experiencia frente a un público. Para el cuarto año, la mayoría de los coristas pueden alcanzar las notas con confianza. Y para el sexto año, la mayoría de las inhibiciones desaparecen.

“Es un programa abierto”, dijo Tramontin, y los coristas se pueden quedar el tiempo que deseen.

Los ensayos para el concierto de junio ya estaban en marcha para diversas piezas, incluida la versión de los Blues Brothers de la canción “Rawhide”. (Sin revelar demasiado, se incluirán gafas oscuras de aro grueso.)

Después de tropezar durante el rápido estribillo de “Rawhide”, Iliano Geminiani, un administrador de consejo escolar retirado, confesó que siempre había querido cantar. Pero, dijo, fue solo cuando descubrió el coro para los desafinados que supo que había encontrado el lugar donde se sentiría cómodo.

“Hasta ahora, los resultados aún no se escuchan”, dijo Geminiani, después de luchar por alcanzar una nota durante el ensayo. “Pero espero que se den”.

Elisabetta Povoledo
© 2017 New York Times News Service