Estados Unidos y Gran Bretaña encabezan las políticas del odio: AI

LONDRES (apro).- El 2016 estuvo marcado por una agenda política muy tóxica, similar a la que existió en los años 30 en Europa, que está llevando ahora a la violencia, el odio sectario y el racismo, deshumanizando a muchos sectores de la sociedad, afirma el grupo humanitario Amnistía Internacional (AI) en su informe anual titulado La situación de los derechos humanos en el mundo.

 

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Y señala dónde se está registrando ese fenómeno con mayor intensidad: Reino Unido y Estados Unidos.

 

De acuerdo con el informe de AI, de los numerosos “movimientos sísmicos” ocurridos en ámbito político durante 2016,  el más destacado fue la elección de Donald Trump como presidente estadounidense.

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“Su designación se produjo tras una campaña en la que hizo a menudo declaraciones que sembraban la discordia, caracterizadas por la misoginia y la xenofobia, al prometer revocar libertades civiles consolidadas e introducir políticas sumamente adversas para los derechos humanos”, subrayó el documento.

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“La venenosa retórica de la campaña de Donald Trump ilustra la tendencia global hacia una forma más airada y divisoria de hacer política. En todo el mundo, líderes y políticos en busca de poder articularon discursos de miedo y desunión, culpando a los ‘otros’ de los motivos de queja, reales o inventados, del electorado”, continuó el informe.

 

Según el documento de AI, de 477 páginas y presentado en Londres el pasado 22 de febrero, el antecesor de Trump, el presidente Barack Obama, dejó un legado que incluye muchos fracasos lamentables a la hora de hacer valer los derechos humanos, en particular la ampliación de la sigilosa campaña de la CIA de ataques con drones y el desarrollo de una gigantesca maquinaria de vigilancia masiva, como reveló el denunciante Edward Snowden.

 

“No obstante, las primeras indicaciones del nuevo presidente Trump sugieren una política exterior que menoscabará significativamente la cooperción multilateral y señalará el inicio de una nueva era en la que habrá mayor inestabilidad y desconfianza mutua”, subrayó.

 

El reporte indicó que, en todo caso, cualquier análisis global que se intente hacer de los turbulentos sucesos del año pasado “dejará probablemente mucho sin explicar”.

 

“Lo cierto es que empezamos 2017 en un mundo muy inestable y de mucha inquietud e incertidumbre sobre el futuro. En este contexto, se corre el riesgo de que los valores articulados en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 no estén ya garantizados”, señaló.

 

Políticas tóxicas

 

Kerry Moscoguiri, director de campañas de AI, dijo que en Gran Bretaña los meses previos al referéndum de junio pasado por el Brexit –la salida británica de la Unión Europea (UE)– fue un periodo “especialmente bajo y con consecuencias muy graves”, entre ellas un aumento del 57% en el número de incidentes de odio sectario.

 

Moscoguiri acusó al gobierno británico de crear “un clima hostil para los refugiados y migrantes”, al tiempo de deshacerse de responsabilidades para con ellos, en especial al rechazar a cientos de niños refugiados sin acompañantes adultos.

 

Pero el Reino Unido y Estados Unidos no fueron los únicos países del mundo que utilizaron un lenguaje agresivo contra los más vulnerables de la sociedad, ya que durante 2016 varios líderes mundiales utilizaron  “el peligroso mensaje de que algunas personas son menos humanas que otras”.

 

Tirana Hassan, directora del área de investigación sobre crisis de AI, destacó en especial aquellos discursos que instigaron a la violencia por parte de Trump, del mandatario húngaro de derecha, Viktor Orbán, quien llamó a un referéndum sobre el futuro de los refugiados sirios, y del líder filipino Rodrigo Duterte, que lanzó una guerra al narcotráfico con un costo de miles de vidas humanas.

 

“Este reporte documenta las consecuencias humanas de líderes como Trump, Orbán, Duterte, y otros, cuyas agendas políticas tóxicas persiguen y  utilizan como chivos expiatorios y deshumanizan a muchos grupos de personas”, explicó Hassasn.

 

Esos ataques no sólo amenazan vidas humanas, sino también amplios sistemas de valores protegidos por la ley internacional después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), agregó la experta.

 

Al respecto, la directora de AI en el Reino Unido, Kate Allen, afirmó que cuando se utilizan discursos que mezclan frases como ‘retomar el control de nuestro país’ o ‘hacer que Estados Unidos sea grande de nuevo’, y se les asocia con políticas para tratar a ciudadanos europeos como fichas para negociar o se prohíbe a los refugiados vivir de acuerdo con su religión, se “genera un odio y desconfianza profundos, enviando una señal fuerte acerca de que algunas personas tienen más derechos humanos que otros”.

 

“¿Nos hemos olvidado acaso de las protecciones de derechos humanos que creamos después de las masivas atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, y que buscan garantizar que cuando decimos ‘nunca más’ estemos significando realmente ‘nunca más’?”, se preguntó Allen.

 

Según la funcionaria de AI, 2016 fue un año “cargado de desprecio” para esos ideales, “desde los bombardeos de rutina a hospitales en Siria y Yemen, hasta la supresión violenta del derecho a disentir, y ataques a refugiados y migrantes”.

 

Parálisis internacional

 

El documento destacó también que en todo el mundo, 36 países violaron la ley internacional y forzaron a refugiados a regresar a zonas de conflictos o a lugares donde sus derechos humanos estaban en peligro.

 

Denunció que se cometieron crímenes de guerra en al menos 23 países y que hubo 22 naciones en las que se dio muerte a personas por defender pacíficamente los derechos humanos.

 

El reporte fue particularmente crítico por la imposibilidad de suspender el brutal bombardeo contra el este de Alepo, en la etapa final de la campaña militar apoyada por Rusia, cuando fueron utilizadas armas químicas y bombas anti-búnker contra civiles.

 

Esa inacción “hizo recordar fallas similares en Ruanda y Srebrenica en 1994 y 1995”, y fue una dura acusación contra los principales poderes mundiales y la ONU “paralizados por sus rivalidades mientras miles de civiles sufrían”.

 

“Nunca estas fallas fueron tan aparentes como en diciembre de 2016, cuando todos fuimos testigos del brutal bombardeo de Alepo, y cuando esos espantosos crímenes de guerra quedaron retratados en nuestros televisores”, explicó Moscogiuri.

 

Para AI, a pesar de las lecciones del pasado, 2016 fue un año en el que la idea de dignidad e igualdad humanas, el concepto mismo de familia humana, “fue objeto de un ataque intenso e implacable en forma de discursos acusatorios, basados en el miedo y la búsqueda de chivos expiatorios, propagados por quienes querían tomar el poder o aferrarse a él casi a cualquier precio”.

 

“El desprecio de estos ideales quedó de sobra patente durante el año, cuando el bombardeo deliberado de hospitales se convirtió en práctica habitual en Siria y Yemen, cuando se devolvió a personas refugiadas a zonas de conflictoy cuando gobiernos de casi todas las regiones del mundo aplicaron medidas de represión masiva para silenciar la disidencia”, señaló el documento.

 

En ese sentido, destacó que ante hechos así, “se ha vuelto alarmantemente fácil pintar un panorama distópico del mundo y su futuro”.

 

“La tarea que tenemos por delante —urgente y cada vez más difícil— es reavivar el compromiso global con los valores básicos de los que depende la humanidad. Algunos de los sucesos más inquietantes de 2016 fueron fruto de un nuevo pacto que ofrecieron los gobiernos a sus ciudadanías: la promesa de seguridad y mejora económica a cambio de ceder derecho de participación y libertades civiles”.

 

Según AI, ninguna parte del mundo se libró de medidas de represión general contra la disidencia, manifiestas y violentas en unos casos, y más sutiles y disfrazadas de respetabilidad, en otros.

 

“El afán de silenciar las voces críticas aumentó en escala e intensidad en gran parte del mundo”, consideró el documento.

 

Subrayó que la erosión de los valores de los derechos humanos fue tal vez especialmente perniciosa cuando las autoridades culparon a “otros” de problemas sociales reales o presuntos para justificar sus medidas represivas.

 

“La retórica del odio, la división y la deshumanización desató los instintos más sombríos de la naturaleza humana. Al atribuir la responsabilidad colectiva de los males sociales y económicos a grupos concretos — con frecuencia minorías étnicas o religiosas —, quienes estaban en el poder dieron rienda suelta a la discriminación y a los crímenes de odio, sobre todo en Europa y Estados Unidos”, agregó AI.

 

Una variante de esta actitud quedó de manifiesto con la intensificación de la “guerra contra las drogas” del presidente Rodrigo Duterte en Filipinas, a costa de una enorme pérdida de vidas.

 

Tras reiteradas muestras públicas de apoyo del presidente a la idea de matar a quienes estuvieran supuestamente implicados en delitos de drogas, “la violencia aprobada por el Estado y los homicidios masivos cometidos por grupos parapoliciales cobraron más de seis mil vidas”.

 

Sin embargo, Amnistía dijo que 2016 no fue sólo un año de malas noticias, ya que la feroz represión en muchos países llevó “al coraje y resistencia” en muchas personas, desde el pueblo de Gambia que puso fin a 22 años de dictadura a partir de elecciones pacíficas, pasando por China, donde a pesar del hostigamiento y la intimidación sistemáticos, hubo activistas que hallaron formas subversivas de conmemorar en Internet el aniversario de la represión de 1989 en la plaza de Tiananmen.

 

También mencionó la protesta olímpica del maratonista etíope Feyisa Lilesa, o el heroico activismo del joven “payaso de Alepo”.

 

Lilesa dio cuenta de la lucha histórica de su tribu Oromo, al cruzar sus brazos cuando alcanzaba la línea de llegada en los Juegos Olímpicos de Río, un gesto de desafío que potencialmente podría haberle costado la medalla olímpica.

 

Por su parte, el comediante de 24 años Anas al-Basha optó por quedarse en una Aleppo sitiada para distraer y entretener a cientos de niños atrapados allí, y murió en esa ciudad tras un bombardeo en diciembre.

 

“Ha quedado claro que muchas personas desencantadas en todo el mundo no buscaron respuestas en los derechos humanos. Sin embargo, la desigualdad y el abandono que habían dado pie a la ira y la frustración populares eran en parte fruto de la inacción de los Estados a la hora de hacer efectivos los derechos económicos, sociales y culturales de su ciudadanía”, explicó AI.

 

El relato de 2016 ha sido en cierto modo “el relato del coraje, la resistencia, la creatividad y la determinación de la gente ante enormes desafíos y amenazas”.

 

“En todas las regiones del mundo quedó de manifiesto que, cuando las estructuras formales de poder se usan para reprimir, la gente encuentra vías para alzarse y hacerse oír. En realidad, la justificación de que los derechos humanos son un proyecto de las élites suena falsa. Las ansias de libertad y justicia de las personas no se desvanecen sin más. En un año caracterizado por la división y la deshumanización, las acciones de particulares por reafirmar la humanidad y la dignidad fundamental de todas las personas brillaron más que nunca”, sostuvo el informe.