Estados Unidos se prepara para una batalla climática contra el estado Islámico en Mosul, Irak

WASHINGTON _ Mientras las tropas iraquíes y estadounidenses se preparan para recuperar la ciudad de Mosul, ahora en manos del Estado Islámico, el gobierno de Obama describe la batalla como el último gran obstáculo antes de declarar la victoria en contra del extremismo militante sunita, al menos en Irak.

Sin embargo, a algunos exfuncionarios y organizaciones de ayuda humanitaria les preocupa que el presidente Barack Obama se vaya a topar con el mismo problema que persiguió a su predecesor, George W. Bush: iniciar una campaña en tierra sin un plan integral de lo que sucederá después.

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“Existe una campaña para proclamar cumplida la misión y, obviamente, recuperar Mosul sería una derrota muy importante y simbólica para el EIIL”, dijo Vali Nasr, un ex funcionario del Departamento de Estado en el gobierno de Obama, aunque utilizó otro nombre para el Estado Islámico. Sin embargo, dijo, la victoria en Mosul sin un acuerdo detallado de cómo será gobernada la ciudad y el resto de Irak “no evita que los extremistas vuelvan a aparecer”.

No obstante, funcionarios del gobierno de Obama son renuentes a retrasar todavía más la operación, a la que concibieron hace dos años, para poder organizar por adelantado los acuerdos políticos posteriores al conflicto dentro y en los alrededores de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak. El gobierno está tomando el riesgo calculado de que el futuro de una región poblada por un maremágnum de grupos étnicos y religiosos, se puede organizar pacíficamente conforme se desarrolla la batalla o, incluso, después de que se derrote a los extremistas, en donde los funcionarios estadounidenses funjan como intermediarios cuando sea necesario, pero sin imponer ningún plan.

Según todos los indicios, la batalla por Mosul será por etapas. Como cuando se recuperó Ramadi en diciembre, las fuerzas iraquíes van a rodear y acordonar primero la ciudad; luego, gradualmente, van a cerrar el círculo en un proceso que podría llevarse meses. En una situación similar, las fuerzas estadounidenses maniobrarían dentro del corazón de la ciudad, en gran medida como lo hicieron en su asalto sobre Bagdad en el 2003. Sin embargo, las fuerzas iraquíes _ que no tienen el mismo tipo de apoyo en el campo de batalla, en particular la atención médica de alta calidad _ han sido muchísimo más aversas al riesgo y deliberadas en sus operaciones.

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Una docena de brigadas militares iraquíes, cada una de las cuales incluye entre unos 800 a 1,600 tropas, se han estado reuniendo en Qaiyara Airfield West, una base iraquí a 40 millas al sur de Mosul. Combatientes peshmergas kurdos, posicionados al norte y al este también ayudarán a aislar a la ciudad.

El servicio de contraterrorismo de Irak llevará a cabo el asalto final a Mosul, a cuyos comandos entrenaron las fuerzas especiales estadounidenses, y son la fuerza de combate más confiable y eficiente del país. Algunas unidades del ejército y la policía federal iraquíes también se unirán en el impulso para llegar a la ciudad.

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El ejército estadounidense está posicionado para influir en la batalla en formas potencialmente decisivas. Helicópteros Apache equipados con misiles Hellfire han estado atacando blancos en el norte de Irak y se puede colocar la artillería estadounidense y francesa para proporcionar apoyo. Los comandos de Operaciones Especiales de Estados Unidos también han estado activos en el norte de Irak.

Los analistas estadounidenses de inteligencia estiman que de 3,000 a 4,500 combatientes siguen en Mosul, una mezcla de extremistas iraquíes y reclutas extranjeros que han estado bajo constantes ataques aéreos de la coalición en los últimos meses. Una pérdida notable para el Estado Islámico fue Omar AL Shishani, un checheno y uno de los altos comandantes de campo de la organización, quien murió en un ataque aéreo en marzo, en una ciudad al sur de Mosul.

“Tienen la espalda contra la pared”, dijo en entrevista telefónica el teniente general Sean MacFarland, quien hace poco dejó de ser el comandante general de las operaciones de Estados Unidos en Irak y Siria. Agregó que los extremistas tenían problemas para atraer nuevos reclutas a Siria e Irak debido a las revisiones fronterizas más estrictas en Turquía. “No son el EIIL que llegó allá hace un par de años”, dijo.

Aun así, el Pentágono y sus aliados en la coalición liderada por Estados Unidos, se están preparando para una dura pelea en contra de un enemigo que ha cavado una red de túneles por toda Mosul, ha hecho trincheras que ha llenado de petróleo y colocado explosivos improvisados tan cercanos unos de otros que parece un campo minado.

Los asesores de Obama dicen que a él le gustaría entregarle el problema del Estado Islámico al siguiente presidente, si no resuelto, al menos con la parte de Irak en la trayectoria correcta.

Sin embargo, Irak tiene una forma de confundir hasta los planes mejor expuestos y los críticos del presidente lo ven en forma diferente. “Supongamos que hay un millón de refugiados de Mosul. ¿Qué van a hacer?”, preguntó Eliot A. Cohen, quien fue consejero en el Departamento de Estado en el gobierno de Bush. “Me gustaría ver que recuperaran Mosul, pero algo que todos aprendimos de Irak es que las cosas nunca solo salen como tú quieres”.

Funcionarios militares estadounidenses reconocen que con recapturar Mosul no se va a derrotar al Estado Islámico porque Raqa, en Siria, la capital de hecho de la organización, es el corazón de su autoproclamado califato.

“No es el final del califato si Mosul cae”, dijo MacFarland. Sin embargo, “si cae Raqa, el califato, como lo conocemos, realmente empieza a desaparecer poco a poco”.

No obstante, con todo y su complejidad, Mosul presenta una oportunidad para la Casa Blanca, misma que puede no estar tan presente en Siria. Tras casi ocho años en Irak durante los gobiernos de Bush y de Obama, el ejército estadounidense conoce bien el terreno y cuenta con una red de bases iraquíes grandes y bien aseguradas que puede utilizar para asistir en la lucha. También tiene una fuerza considerable en la que apoyarse: miles de tropas iraquíes y kurdas que han entrenado los estadounidenses.

Algunos oficiales esperan que los extremistas retrocedan del lado este de Mosul, al que divide el río Tigris y defiendan, en cambio, la rivera occidental, donde está el centro del gobierno. La rivera occidental tiene muchas calles estrechas, lo que dificulta la operación de los tanques y la artillería.

Una pregunta clave es quién asegurará la ciudad una vez que se saque al Estado Islámico.

Se ha acusado a las milicias chiitas, que tienen respaldo iraní y son un movimiento políticamente poderoso en Irak, de detener y matar a cientos de hombres que huyeron de los combates dentro y en los alrededores de Faluya este año. Para evitar abusos en contra de los derechos humanos, se espera que el primer ministro Haider al Abadi les dé una función a esas milicias muy fuera de la ciudad.

Los kurdos han dicho que no mandarán fuerzas a Mosul una vez que sea asegurada. Ni Estados Unidos quiere que Irak mantenga a su ejército, en gran medida chiita, dentro de la ciudad más tiempo del necesario.

Como resultado, miles de policías locales tendrán que proporcionar la seguridad, incluidos muchos a los que todavía hay que entrenar, así como exagentes policiales que se unieron al ejército iraquí después de que el Estado Islámico atacó y ahora necesitan volver a sus unidades originales. También ayudarán con la seguridad más de 20,000 combatientes tribales, a los que están investigando los iraquíes y los kurdos.

Este plan tiene la virtud de ponerle el ejemplo a las fuerzas de seguridad locales, pero, también, significa que se le está confiando a los combatientes que están ligeramente equipados y a los que Estados Unidos no asesorará directamente en el campo de batalla, una de las fases más delicadas de la operación.

Una inquietud muy importante para los críticos es que no hay ningún plan en Irak sobre cómo gobernar a Mosul y la provincia de Nínive que la rodea. Esto ha generado temores de que recapturar la ciudad pudiera agravar las tensiones entre la población predominantemente sunita de Mosul y el gobierno dominado por los chiitas en Bagdad que, para empezar, fue lo que impulsó el ascenso del Estado Islámico.

“No existe ningún acuerdo sobre nada después de la liberación”, notó Atheel al Nuyaifi, quien era el gobernador de la provincia de Nínive cuando los extremistas atacaron Mosul en el 2014. “Es muy peligroso”.

Helene Cooper, Eric Schmitt and Michael R. Gordon
© 2016 New York Times News Service