“El Estrangulador de Tacuba” en cinta de José Buil

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- El nuevo largometraje del productor, guionista, director y editor José Buil se refiere a Gregorio Goyo Cárdenas Hernández, quien en 15 días asesinó a cuatro jovencitas en el barrio de Tacuba de la Ciudad de México, hacia 1942.

También plantea la situación del país en esa época con respecto a la Segunda Guerra Mundial, cuando se difundió que Alemania atacaría con aviones a la nación.

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La película, en la cual es productora su esposa, la también cineasta Maryse Sistach, se llama Los crímenes de Mar del Norte por el nombre de la calle donde Goyo Cárdenas vivía (Mar del Norte 20) en una casa con jardín, donde enterró a sus víctimas.

Buil narra a Proceso que filmó esta historia porque para él Goyo “es una leyenda en el imaginario de la Ciudad de México y es conocido en todo el país y entre los fans de los mayores criminales en la historia de la humanidad”. Destaca que aparece en cualquier lista de asesinos seriales:

“Hasta Julio Cortázar pone una foto de Goyo en uno de sus libros, al igual que Monsiváis. Desde que yo era un niño, la gente que me rodeaba contaba de Goyo, era tema en nuestra mesa en mi hogar de la colonia Industrial y un chiste callejero muy popular. Goyo fue El Estrangulador de Tacuba y cada uno de sus pasos, incluso dentro de la cárcel, apareció en los diarios más populares de México como La Prensa, Alarma, El Alerta y El Magazine de Policía y que mi tío Luis compraba, leía y luego dejaba en casa de mi abuelita Emilia, muy aficionada a la nota roja; yo convivía mucho con ella platicando de atrocidades. Yo igual fui un niño aficionado a la nota roja.”

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Cuenta el cineasta que cuando tenía diez años de edad, “Goyo ya era una celebridad”. Utiliza un término guionístico para rememorarlo como rolling gag (chiste recurrente) “por las calles del norte de la ciudad”. El realizador recuerda que residía relativamente cerca de Lecumberi, la prisión conocida como El Palacio Negro, ahora sede del Archivo General de la Nación, y se iba en bicicleta a visitar el lugar:

“Una vez me colé en una excursión de señoras de la alta sociedad que asistieron a verlo, encerrado en su crujía. Cuando salí, trémulo de la emoción por haberlo visto, descubrí que me habían robado la bici. Mi mamá me regañó por esa pérdida y nunca se enteró que conocí en persona al estrangulador.”

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Los crímenes de Mar del Norte, cuyos directores de fotografía y de arte son Claudio Rocha y Jay Aroesty, respectivamente, estrena en la 32 edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG) que se lleva a cabo desde el 10 de este mes y finalizará el 17. Además, compite en dos secciones: Largometraje iberoamericano de ficción y el Premio Mezcal.

Se aprecian las actuaciones de Sofía Espinosa (la novia de Goyo, Graciela Arias, a quien estranguló al final) y Gabino Rodríguez (Goyo). Los acompañan Norman Delgadillo, Alberto Estrella, Vico Escorcia, José Carlos Rodríguez, Úrsula Pruneda y María Rojo, entre otros.

“Inventé mi propia historia”

El realizador de La leyenda de una máscara (1989) y La fórmula secreta del doctor Funes (2014), codirector con Sistach de El cometa (1988), La línea paterna (1995) y productor de los filmes Perfume de violetas, La niña en la piedra y Lluvia de luna, igual de Maryse Sistach, efectuó una larga investigación sobre Goyo Cárdenas:

“Mi exploración comenzó mucho antes de la era de internet, cuando ya de adulto me había olvidado de El estrangulador de Tacuba, y hasta la fecha no la termino…”

A finales de la década de los ochenta, refiere, una mañana Guillermo Ochoa entrevistó al criminal para su programa matutino Hoy, de Televisa.

“Habló con él durante media hora porque resultó que Goyo se acababa de recibir en Derecho, en la UNAM. Fue entonces cuando me clavé con el personaje. Era un hombre casi de setenta años y ya estaba fuera de la cárcel. La tesis del nuevo licenciado versaba sobre derechos de los inimputables, tema muy querido por Goyo quien hasta su muerte se creyó inimputable.

“Ochoa jamás mencionó que aquel licenciado en Derecho, en su juventud, había estrangulado a cuatro muchachas y las había enterrado en el jardín de su laboratorio. Estábamos en la época del oscuro Miguel de la Madrid, un sexenio de decadencia abismal. Me indigné con esa hipocresía tan grande del conductor y me lancé a la hemeroteca para ver de primera mano la verdad de sus crímenes, ya que hasta la fecha circulan muchas líneas tergiversadas por la imaginación popular. Por eso investigué, para después reinventar todo y hacer una película (Proceso, 29/4/1989).”

Entonces, Buil se enclaustró en la Hemeroteca de la UNAM, ahí pidió los tomos del periódico La Prensa del año 1942:

“¡Quedé sorprendido! Las notas sobre el jardín del terror del estudiante de ciencias químicas, Goyo, se mezclaban con igual dimensión a las de la Segunda Guerra Mundial y sus efectos en México. Alemania avanzaba con sus tanques tigers en las estepas rusas, José Stalin mandó millones de soviéticos al frente, Francia fue invadida…

“El país mexicano, en esa inercia, se puso sospechosamente en pie de guerra y militarizó su vida cotidiana; se supone que estábamos amenazados por un ataque de la aviación germana que tenía naves capaces de cruzar el Atlántico para bombardearnos. Esta situación histórica produjo una atmósfera muy propicia en la capital de México para que Goyo cometiera sus crímenes. Está visto que nadie es ajeno a la historia; es al revés, la historia dicta nuestras vidas, no somos más que esclavos de la historia, así que tenemos derecho a reescribirla y esa es una de las razones por las que hice esta película. Lo paradójico es que no fui fiel a nada, inventé mi propia historia. Mezclé personajes que no existieron con otros que son de verdad, aunque inverosímiles.”

Define a su personaje principal, quien en la vida real se aseguraba que sufrió un daño neurológico por una encefalitis que padeció:

“Goyo es un asesino brutal. Abusó de su fuerza y estranguló a cuatro muchachas indefensas, más chiquitas y débiles que él, quien plenamente consciente, pues no era ningún ingenuo, sabía lo que estaba haciendo. Lo que no entiendo entre tanto testimonio laudatorio es por qué la gente no se cansa de decir que era muy inteligente. Nada justifica matar a alguien, no hay ningún valor, ninguna justificación para matar a otra persona. Sobre el daño neurológico que nunca se comprobó, su defensa logró sembrar la duda sobre su inimputabilidad.

“Lo trasladaron a La Castañeda, dónde recibió todos los tratamientos psiquiátricos de la época que, en general, eran brutales. Se dice que la psiquiatría era tan dura en esa época que Goyo se dio a la fuga cuando supo que le querían abrir el cráneo para ver las deformaciones de su cerebro.”

Sobre su muerte en Los Ángeles, California, dice:

“No se fue como indocumentado, sino con todo su dinero y su poder para salvarse del juicio de la historia, y no quería tener una tumba aquí porque dentro de toda la admiración que los medios, los políticos y los académicos del Derecho le concedieron, siempre hubo gente que lo odió por sus crímenes; por ejemplo, los parientes de Graciela Arias, su novia, de 19 años.”