Fallido golpe turco acelero purga en proceso desde hacía años

Ben Hubbard informó desde Ankara; Tim Arango y Ceylan Yeginsu desde Estambul.

© 2016 New York Times News Service

- Publicidad-

ANKARA, Turquía – La noche había caído y el fin de semana había empezado, pero el director de la dependencia de espionaje de Turquía seguía trabajando en el principal complejo de seguridad en Ankara, luchando por registrar informes de raras actividades militares a lo largo del país.

Repentinamente, un rugido de disparos estalló a medida que una flota de helicópteros hacía reventar las verjas del complejo. Mientras los guardias disparaban al aire, un helicóptero intentó aterrizar al lado de la dependencia, mientras otros arrojaban cuerdas para enviar comandos en descenso, con base en un oficial de seguridad que estaba adentro en ese momento, quien habló con la condición del anonimato para discutir cuestiones de inteligencia.

Más que un repentino ataque en contra del gobierno, la intentona golpista de este mes ha surgido como un punto de inflexión en una lucha a lo largo de un año por el control del estado turco. Las líneas de batalla eran claras: aliados del Presidente Recep Tayyip Erdogan en contra de una serie de adversarios, incluidos miembros de las fuerzas armadas y seguidores de Fethulá Gulen, clérigo musulmán que encabeza un sigiloso movimiento religioso desde su exilio voluntario en Pensilvania.

- Publicidad -

Agentes dentro del servicio de inteligencia habían temido largamente que una quinta columna estuviera tomando forma adentro del estado turco, y pasaron años compilando informes sobre decenas de miles de ciudadanos, escrutando su pasado en busca de cualquier indicación de rebelión o vínculos con Gulen.

Con lo dramática y violenta que fue la noche, las consecuencias han sido igualmente impresionantes. Erdogan impuso una extensa purga, etiquetando a decenas de miles de servidores públicos y otros como potenciales enemigos del estado.

- Publicidad -

Si bien oficiales turcos dicen que los seguidores de Gulen encabezó la conjura, aún no está en claro si el intento fue ordenado por el mismo Gulen y cuánto apoyo recibieron los conspiradores de otras partes de la sociedad turca. Gulen ha negado cualquier involucramiento.

A corto plazo, la purga ha amenazado con obstaculizar a un estado de por sí profundamente dividido e infectado con recelo e incertidumbre generalizados.

Pero, a largo plazo, eso podría significar una reordenación total – casi revolucionaria – del estado. Se habla ya de concebir un sistema de comités para juzgar la culpabilidad o inocencia de los acusados, el tipo de proceso que pudiera atizar incluso más divisiones, volviendo a los ciudadanos en contra de cada cual.

Mehmet Simsek, el vice primer ministro de Turquía, declaró ante reporteros este jueves que preveía que prominentes figuras recibieran las facultades para formar algún tipo de comités de juicio.

Al intentar asir paralelismos históricos con la insurrección, historiadores y analistas han comparado esta purga con la revolución cultural de Mao Zedong en China en los años 60 y 70, y con la revolución islámica en Irán de 1979.

“Mao y la revolución iraní son los que vienen a la mente”, dijo Henri J. Barkley, experto desde hace largo tiempo atrás en Turquía que es el director del Programa Medio oriental en el Centro Internacional Woodrow Wilson para Académicos. “Sin embargo, estas fueron revoluciones. “Se espera esto”.

Agregó: “Así que la pregunta interesante es: ¿Está teniendo Erdogan su propia revolución? Él va a reestructurar completamente el estado turco”.

Esto ha suscitado temores de una prolongada cacería de brujas evocadora de la era McCarthy en Estados Unidos, en los años 50.

De hecho, el sistema educativo del país está presionado, con decenas de miles de maestros despedidos y cada uno de los directores universitarios, más de 1,500 en total, obligados a renunciar.

“No nos dan información alguna con respecto a lo que ocurrirá después”, dijo Ugur Tanyeli, decano de la facultad de arquitectura en la Universidad Bilgi, en Estambul. “Tan solo nos pidieron renunciar, y nosotros renunciamos”.

Muchos se han preguntado cómo pudo el gobierno identificar tan rápidamente a tantos considerados traidores. La repuesta, dicen oficiales turcos, es que se habían estado preparando para esto durante años.

Oficiales gubernamentales han sido francos con respecto a ese punto, diciendo que antes de la intentona golpista, ellos ya estaban compilando listas de oficiales castrenses y otros oficiales de quienes se sospechaba eran leales a Gulen.

Esos esfuerzos recibieron un impulso este año, cuando el servicio de inteligencia de Turquía capturó un canal secreto de comunicaciones empleado por seguidores de Gulen, revelando decenas de miles de nombres y números de identificación, con base en el oficial de seguridad turco que estaba adentro del complejo en Ankara cuando fue atacado.

La revelación incluyó 600 oficiales militares cuyos nombres fueron compartidos con las fuerzas armadas para que pudieran ser orillados cuando el ejército anunció nuevas promociones, en agosto. Sin embargo, los seguidores de Gulen se enteraron de que habían sido descubiertos y planearon el golpe para prevenir que los hicieran a un lado, dijeron oficiales.

El golpe de estado fue programado para empezar a las 3 a.m. del 16 de julio, fecha elegida parcialmente porque el director de la fuerza aérea, General Abidin Unal, y otros comandantes estuvieron asistiendo a una boda en Estambul la noche antes, con base en oficiales.

Al parecer, los golpistas se dieron cuenta de que su conjura había sido descubierta, así que lanzaron el golpe a toda prisa por la noche del viernes, coordinando movimientos a lo largo del país a través de la plataforma de mensajería WhatsApp, según oficiales de seguridad.

A medida que el ejército cerró puentes en Estambul y aviones caza desataron estallidos sónicos sobre la ciudad, soldados renegados atacaron sitios del gobierno a lo largo de Ankara, incluyendo el cuartel militar, donde capturaron a los tres principales oficiales militares que habían recibido instrucciones esa tarde. Los guardias repelieron el ataque sobre el cuartel de inteligencia.

Erdogan convocó a sus partidarios a las calles en un mensaje transmitido por FaceTime, que fue transmitido en CNN Turquía, y civiles, la policía y unidades leales al ejército se movilizaron y sofocaron el golpe.

Erdogan regresó. Y las purgas empezaron no solo de aquellos pertenecientes al movimiento de Gulen, sino de detractores del gobierno de toda estirpe. Esta semana fueron suspendidos de sus puestos algunos académicos que habían firmado una petición este año, en protesta por la guerra del gobierno en contra de milicias kurdas.

Steven A. Cook, experto en Turquía por el Consejo de Relaciones Exteriores, formuló una simple pregunta: “¿Quién va a dirigir las universidades? Abrirán en seis o siete semanas”.

Todo parece indicar que nadie lo sabe.

“La purga del sistema educativo… eso es lo más remoto respecto de tomar un tanque o un avión y lanzar un golpe de estado”, dijo Emma Sinclair-Webb, la director de Turquía de Human Rights Watch. “Yo no sé cómo será gobernable el país en este punto”.

Funcionarios del gobierno insisten en que la purga es una medida de seguridad necesaria para prevenir violencia en el futuro. Sin embargo, su velocidad y magnitud han preocupado a muchos.

La oposición política de Turquía – secularistas, nacionalistas y kurdos – se puso del lado del gobierno en público y en contra del golpe, pero ahora está observando con recelo. Muchos oponentes de Erdogan albergan escasa simpatía por el movimiento de Gulen, que durante años hizo causa en común con el movimiento político e islamista del presidente.

“Nosotros conocemos a estas personas, a esta secta religiosa”, dijo Metin Feyzioglu, el director de la asociación turca de bares y uno de los integrantes del principal partido secular de Turquía, quien explicó que él ha creído desde largo tiempo atrás que los ‘gulenistas’ habían abastecido el poder judicial del país.

La inquietud, destacó, es que la purga se amplíe para abarcar a turcos seculares y otros. “tememos que se esté volviendo una verdadera locura, una cacería de brujas”, dijo.

Desde que el golpe fue sofocado, seguidores de Erdogan han llevado a cabo grandes mítines en diversas ciudades de Turquía, diciendo que el fracaso del golpe es una victoria para la democracia turca.

Del caos turco ha llegado más poder y más popularidad para Erdogan, quien utilizó el momento para darle impulso a su base de apoyo en las masas religiosas del país. Al parecer hablando por todos los que se habían reunido, Faruk Akkaya, quien trabaja en la industria del turismo, dijo: “Nos quedaremos aquí hasta que Recep Tayyip Erdogan nos diga que volvamos a casa”.

Ben Hubbard, Tim Arango and Ceylan Yeginsu
© The New York Times 2016