Con horario de banqueros, observadores europeos se pierden la mayoría de la guerra de Ucrania

© 2016 New York Times News Service

AVDIIVKA, Ucrania – A medida que las sombras de la tarde se van alargando, criaturas nocturnas empiezan a sacudirse. Un gato callejero despierta de una siesta, se estira y sale trotando a cazar. Por arriba, golondrinas bajan en picada y chillan en el ocaso que se profundiza.

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Pronto, los habitantes humanos de este poblado en el oriente de Ucrania empiezan con sus rituales nocturnos.

Soldados cubiertos de verde se ajustan los cascos y cargan sus armas, mientras observadores europeos del cese al fuego, totalmente de blanco, se embolsan sus cuadernos, suben a sus automóviles y se marchan. Y después empieza la lucha.

Esta improbable rutina entre soldados y observadores con la Organización para Seguridad y Cooperación en Europa se desarrolla cada noche, ilustrando el sombrío pantano de la guerra de Ucrania, actualmente entrando a su tercer año.

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“Yo nunca los veo aquí por la noche”, dijo Tatyana Petrova, cuyo apartamento da a un estacionamiento que es un frecuente puesto de escucha para los observadores. “En la noche, me asomo y ya no están, y después empieza el concierto”.

Avdiivka, laberinto de calles traseras con años de vegetación extrañamente descuidada, es el foco rojo más problemático a lo largo de la denominada línea de control que separa a separatistas apoyados por Rusia del ejército ucraniano.

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Los observadores van desarmados, en su mayoría diplomáticos europeos asignados a la misión, tienen facultades para escuchar violaciones al cese al fuego, escoltar ayuda humanitaria y negociar treguas localmente. Sin embargo, patrullan solo durante el día.

Esta adherencia a horario de banquero y otras señales de debilidad en su mandato están haciendo poco por ayudar a ponerle fin a la única guerra activa en Europa, en momentos en que la seguridad del Viejo Continente ya se está viniendo abajo a partir de terrorismo y tensiones en torno a la migración.

Típicamente, la OSCE informa de docenas cientos de violaciones diarias al cese al fuego. El ejército ucraniano informa de varias muertes por semana, conmensurable con las bajas del ejército estadounidense durante la Guerra de Irak. Naciones Unidas informa que casi 10,000 personas han muerto en el oriente de Ucrania desde marzo de 2014.

Afuera en patrullas, cada vez que comandantes militares de su lado presentan objeciones a su presencia, los observadores se dan media vuelta y se van, sin hacer preguntas. Durante una patrulla a la que acompañé recientemente, una enfermera militar de Ucrania ahuyentó a observadores.

El mandato del grupo está limitado a la observación de la paz no pacificación… importante distinción. No se supone que los equipos que conducen a través de caminos llenos de hoyos en camionetas blancas blindadas Toyota Land Cruiser se conviertan en escudos humanos que separan a combatientes, sino más bien seguir suficientemente cerca para observar la lucha.

“Volverse el amortiguador o el escudo, no es nuestro papel y excedería nuestro mandato”, dijo Alexander Hug, el diplomático suizo que encabeza la observación en el terreno como subjefe de la misión, en entrevista. La misión tiene alrededor de 600 observadores desplegados a lo largo de la línea del frente, dijo.

Hug dijo que los casos del lado prorruso bloqueando acceso a observadores se habían duplicado durante un periodo de reportajes de una semana en este mes, dejando a la misión pocos recursos más allá de informar de las obstrucciones.Ciertamente observadores individuales asumen grandes riesgos por un objetivo indudablemente noble de asegurar una presencia imparcial, un tercero, a lo largo del frente, desalentando estallidos y salvando vidas civiles.

La OSCE ha abierto “bases de patrulla de avanzada” en hoteles en pueblitos más estables que el presente, y deja videocámaras filmando en la noche. Además, recibió en fecha reciente hogares móviles pagados por Suiza, pintados de azul y banco, así que los observadores podían pasar la noche en ubicaciones más remotas.

Sin embargo, la organización sigue luchando por adaptarse al ritmo circadiano de una guerra peleada en su mayoría de noche. Su ausencia después de que oscurece es una notable característica del conflicto en Ucrania.

“Los llamamos sordos, tontos y ciegos”, dijo la enfermera militar que ordenó la salida de los observadores de su hospital de campo. Ella solo ofreció su apodo, Romashka, típica práctica de soldados aquí. “Ellos no saben nada. Ellos no ven nada. Ellos son demasiado suaves”.

En una tarde reciente en Avdiivka, cuya población previa a la guerra de 35,000 personas se ha reducido casi a la mitad, observadores recogieron a la hora del cierre de negocios, a las 5 p.m., como de costumbre. Confinados por mucho y en general a sus hoteles después del anochecer, los observadores dicen que pasan el tiempo viendo televisión, navegando en internet o conversando con sus colegas. Pueden escuchar sobre violaciones desde adentro de los hoteles.

El sol se puso a través de una hermosa capa de rosa, nubes de cola de caballo y después, era de noche oficialmente. Un distante disparo repicó. En lo alto, pasó zumbando un dron detector de los rebeldes.

Para cubrir el aumento en violencia después de la salida de observadores, esperé a la llegada de la lucha cada noche en una trinchera sobre el extremo del poblado, desde el cual se domina la vista de un pantano lleno de juncos que hace las veces de zona de amortiguamiento. Los soldados de la 58 Brigada esperaban, fumando. El zumbido metálico de una bala voló por arriba de la cabeza.

Al poco tiempo, estallaron disparos por todas partes, con balas disparadas desde la línea a favor de Rusia impactándose en las abandonadas casas de campo donde los conscriptos duermen durante el día. Respondió una ametralladora calibre .50. Corrieron soldados por el lugar, agazapándose para protegerse.

El soldado raso Denis Krylov corrió hacia la trinchera vistiendo solo la camiseta militar de franjas con la que había estado durmiendo durante el día.

“Llegó para el comienzo de la disco”, dijo el sargento Ruslan Pilipenko, el comandante de esta posición, sobre el combate nocturno.

“Todos están hartos de esta guerra”, dijo Krylov. “La gente quiere seguir con sus vidas”. Él me dijo, arrepentido, que había dejado su comida, un tazón de borscht, sin terminar en la casa que fue impactada.

El tiroteo escaló hasta aproximadamente las 9 p.m., cuando se abrió artillería pesada que se supone ninguna de las partes debe desplegar en alguna parte de la retaguardia ucraniana, disparando hacia posiciones rebeldes con estallidos distantes.

Había una sucesión de ambulancias a través de las calles, transportando a los heridos. La lucha, dijeron soldados, siguió el típico ritmo de las horas nocturnas, incluso si parecía más intenso que lo acostumbrado.

Esa noche, tres soldados ucranianos murieron y 16 quedaron heridos a lo largo de la línea de control.

Andrew E. Kramer
© The New York Times 2016