El huyo de Siria para evitar la cárcel, Termino viviendo en una de cualquier manera

HAARLEM, Holanda _ Cuando el ejército sitio trató de reclutarlo a la fuerza, Omar Nabhan, de 27 años de edad, enfrentó una decisión terrible: convertirse en soldado en una guerra a la cual no quería unirse, o enfrentar el encarcelamiento. Él y su esposa decidieron huir de su casa en Aleppo.

Así que es un cruel giro del destino que _ después de cruzar el Mar Egeo en un barco que casi se volcó, y caminar a través de los Balcanes y luego hasta Holanda _, hayan terminado viviendo en una prisión de cualquier manera.

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Son dos de los más de 300 solicitantes de asilo que han sido ubicados en De Koepel, una de las 13 ex prisiones y cárceles que Holanda está usando para albergar a los migrantes y refugiados mientras son procesadas sus solicitudes.

Nunca ideal, el reacondicionamiento de las prisiones vacías como refugios inicialmente fue aceptado como una respuesta de emergencia a la repentina afluencia de migrantes y refugiados procedentes de Siria, Irán, Eritrea, Afganistán y otros países a fines del año pasado.

Pero se ha vuelto cada vez más polémico a medida que los plazos para el alojamiento y el procesamiento de las solicitudes de asilo se prolongan por meses. Para los críticos y algunos de los albergados en las ex cárceles, una solución temporal ha tomado un aire de permanencia y la sensación de un encarcelamiento real.

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“Las prisiones obviamente no ofrecen la sensación de privacidad e independencia para prepararse para la integración en la sociedad holandesa, o para su regreso y reintegración en sus propias sociedades”, dijo Jasper Kuipers, subdirector del Consejo Holandés para los Refugiados, un grupo activista financiado en parte por el gobierno. “No son adecuadas para ello”.

Cuando unos 58,000 migrantes inundaron Holanda el año pasado, el país no tenía suficientes refugios para todos, señaló en entrevista Klaas Dijkhoff, el secretario de estado para la seguridad y la justicia. Él analizó varias opciones, incluidos espacios de oficinas vacíos y campamentos de tiendas de campaña.

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Pero, excepcionalmente para casi cualquier país, Holanda tenía un superávit de celdas carcelarias no ocupadas debido al desplome en las tasas de delincuencia, e incluso había estado rentando celdas a otros países, como Bélgica y Noruega.

Cuando llegaron los solicitantes de asilo, parte de una ola de más de un millón de migrantes que entraron en Europa el año pasado, los centros de detención vacíos parecieron una opción práctica, dijo Dijkhoff.

“En el momento en que lo hicimos, la afluencia era tan alta que si al final del día teníamos suficientes camas para las personas que estaban llegando, nos sentíamos orgullosos”, dijo.

Aunque las prisiones “no son instalaciones de cinco estrellas”, añadió Dijkhoff, sí tienen algunos “beneficios claros”, incluidas cocinas y habitaciones privadas.

En muchas, “incluso tienen un gimnasio, o una cancha al aire libre para jugar fútbol u otros deportes, lo que no se tiene en un edificio de oficinas acondicionado, por ejemplo”, dijo. “Y la mayoría de las veces, se tiene más espacio”.

Otros son menos optimistas.

Pooria Bazhian, de 26 años de edad, y su madre, Nahid Mikaeilidiba
de 52 _ ex musulmanes que se convirtieron al cristianismo en Irán, donde la apostasía es castigable con la muerte _ también han estado albergados ahí durante cinco meses.

“Este lugar fue construido para criminales, no para seres humanos libres que no cometieron ningún acto equivocado”, dijo Bazhian. “No se tiene ningún buen sentimiento aquí. No hay aire fresco. No hay espacio verde para caminar”.

Conforme el tiempo se prolonga, crecen las quejas, junto con la preocupación de que una solución rápida e imperfecta se haya convertido en la norma.

“Cuando nos consultaron sobre esto, dijimos, está bien, dado que esta es una emergencia, podemos aceptarlo”, dijo Kuipers del grupo activista.

“Pero ahora han estado ahí durante medio año, y no veo que se vayan”, dijo. “Me preocupa mucho que las ex prisiones no sean temporales, sino el nuevo estándar”.

La Agencia Central para la Recepción de Solicitantes de Asilo del gobierno _ conocida por su sigla en holandés de COA _ operaba 40 centros de recepción, con espacio para unas 30,000 personas, en enero de 2015, antes de que empezara la crisis. Ahora opera 121 instalaciones.

Unas 16,000 personas actualmente albergadas en instalaciones de la COA han recibido sus permisos de residencia, pero no pueden salir hasta que encuentren lugares permanentes donde vivir, y hay un retraso, dijo Dijkhoff.

El tiempo de espera antes de que los solicitantes de asilo puedan esperar una decisión sobre sus solicitudes, que era de seis meses cuando mucho, ahora típicamente empieza en siete meses y puede tomar hasta 15.

“No teníamos ninguna gran queja sobre el hecho de que no quieran permanecer en una prisión”, dijo el portavoz de la COA, Jan Willem Anholts. “Difícilmente recibimos quejas sobre las instalaciones; recibimos quejas sobre lo prolongado del procedimiento”.

Kuipers dijo que le preocupaba particularmente el efecto sicológico sobre las personas que huyen de la persecución y el encarcelamiento en sus países de origen. Los grupos de migrantes más grandes que llegaron a Holanda en 2015 fueron sirios y eritreos, dijo.

“Los eritreos huyeron de un régimen en su país donde el encarcelamiento era un problema enorme”, dijo Kuipers. “Muchos de los eritreos han estado encarcelados; yo sugeriría que la mitad de ellos”.

Añadió, refiriéndose al presidente Bashar Assad de Siria: “Para las personas que han estado en prisiones y han sido víctimas de tortura _ por parte del régimen de Assad, por ejemplo _, puede desencadenar ciertos recuerdos”.

Sin embargo, muchos de los solicitantes de asilo están tratando de ser positivos. En un día reciente, Dawlat Derbas, de 34 años de edad, estaba sentada afuera haciendo un collage en el jardín de las mujeres, un ex patio carcelario donde algunas han plantado cajas con flores.

Nieta de un refugiado palestino, Derbas siempre ha sido oficialmente apátrida, aun cuando nació en Siria. En Aleppo, tenía una casa, un auto y un empleo como maestra, y estaba trabajando para obtener un título de maestría en sociología, dijo.

“En Siria, lo tenía todo”, dijo, “pero no tenía libertad, y eso es muy importante. Aquí, no soy libre, no todavía”.

Nina Siegal
© 2016 New York Times News Service