Imprimir al estilo antiguo mantiene vivos los textos budistas en el Tíbet

DERGE, China ⎯ Los alrededor de una docena de hombres tibetanos con delantal estaban sentados en pares en sillas bajas, unos frente a otros. Cada pareja estaba inclinada sobre un delgado bloque de madera rectangular y trabajaba bajo la luz solar que entraba a la habitación de un segundo piso abierta a un patio.

Sus manos se movían rápidamente. Una y otra vez hacían los mismos movimientos, varias veces cada minuto: un hombre untaba tinta roja o negra sobre el bloque, el cual estaba tallado con palabras tibetanas e imágenes religiosas. Luego su pareja colocaba una delgada hoja de papel blanco encima del bloque e, inclinándose más, pasaba un rodillo sobre ella. Segundos después, retiraba el papel y lo ponía a un lado a secar.

- Publicidad-

Esas inclinaciones eran un acto de postración ante Buda, dijo Pema Chujen, una mujer tibetana que dirigía a un grupo de visitantes han étnicos por el monasterio. Yo estaba de pie al final del grupo, tras entrar durante un viaje por carretera de dos semanas por esta parte del Tíbet.

“Hacen esto todos los días”, dijo la guía. “Esto es solo la fe en sus corazones. Por supuesto, es bueno hacer ofrecimientos a Buda usando mucho dinero, pero es más devoto hacer ofrecimientos usando tu cuerpo, tu boca y tu mente”.

Así transcurría una tarde típica en una de las instituciones más veneradas en el mundo tibetano, el Derge Parkhang, o la lamasería de impresión, en el corazón montañés de la región de Kham. En los mapas chinos, está en el extremo occidental de la provincia de Sichuan, al otro lado del Cho La, un vertiginoso paso a 5,000 metros de altura.

- Publicidad -

La imprenta, en la localidad de Derge, data de 1729 y atrae a peregrinos de toda la meseta tibetana al monasterio de tres pisos, con sus paredes pintadas de rojo y su techo adornado con íconos budistas dorados.

La imprenta es la encarnación de una tradición sagrada y es un sitio donde el idioma tibetano está siendo preservado, pese a la falta de apoyo del gobierno para la educación en tibetano en la meseta. Contiene más de 320,000 bloques de impresión de madera que tienen en promedio más de 260 años de antigüedad, dijo Pema, una voluntaria que limpia los objetos del monasterio y guía a los visitantes.

- Publicidad -

El monasterio también alberga colecciones de sutras, que incluyen 830 escrituras clásicas y copias de más de 70 por ciento de los manuscritos tibetanos antiguos, afirmó. El fundador del monasterio, Chokyi Tenpa Tsering, acogió las obras de las diversas escuelas budistas tibetanas.

“Él era de mentalidad muy abierta, como el océano que contiene el agua de todos los ríos”, dijo.

Además de tratar de preservar los antiguos bloques, la imprenta también ha estado haciendo nuevos desde los años 80. Dentro de una década, espera tener 400,000 bloques, dijo Pema.

Los bloques de impresión se hacen de madera de abedul rojiza en 13 pasos. En una primera etapa, las piezas de madera al natural tienen que ser empapadas en heces durante medio año. Las que no se rajan o rompen durante este periodo son convertidas luego en bloques de impresión, explicó Pema. Artesanos aplican una solución herbal que repele a las ratas y los insectos.

Las operaciones de impresión emplean a unas 60 personas. Los hombres han estado aquí durante dos décadas en promedio, pese a los bajos salarios, dijo Pema. Cada día, imprimen unas 2,500 piezas de papel, por ambos lados, que serán recopiladas como sutras y distribuidas en toda la meseta tibetana.

En su apogeo, la imprenta empleaba a más de 500 personas, y casi todos eran monjes del vecino Monasterio de Gonchen. En estos días, los impresores son laicos.

El monasterio es una madriguera de pasillos y habitaciones. En el tercer piso, algunos hombres estaban sentados con tablones de madera en una habitación pequeña y oscura. Aquí hacían sencillos thangkas, largos tapices con iconografía budista.

Prendidos de una cuerda había thangkas que mostraban aspectos populares del panteón: el Buda Sakyamuni sentado, con los dedos de una mano tocando la Tierra; el Buda Medicinal, sosteniendo un tazón; el Mahakala, la fiera deidad protectora que aparece en las pinturas como un demonio azul con colmillos y múltiples brazos.

En un rincón de la habitación, un abad estaba sentado discutiendo un texto con uno de los impresores.

A un metro de distancia, un hombre tibetano alto con una chamarra Arc’teryx negra señalaba artículos en la habitación a un amigo. Era Chime Dorje, un prominente médico y activista de la medicina tradicional que dirigía una clínica en el centro de la ciudad.

Dijo que los monjes aquí habían operado anteriormente la clínica. Ahora él y otros eran los herederos de la tradición. Como el proceso de impresión aquí, la práctica de la medicina tibetana se las había arreglado para sobrevivir a la era de Mao y el advenimiento de una economía casi de mercado.

“Había mitos de que la medicina tibetana contenía gran cantidad de mercurio y plomo, pero en realidad sus ingredientes son simplemente normales”, me dijo. “Algunos estudios teóricos también han probado que la medicina tibetana es científica”.

En el exterior, los peregrinos caminaban alrededor del edificio para completar un kora, o círculo sagrado. Mujeres ancianas hacían girar ruedas de oración que llevaban en la mano y renqueaban apoyadas en bastones. Pema dijo que el monasterio era uno de los tres sitios de peregrinación en el mundo tibetano, cada uno de los cuales representa al cuerpo, la boca y la mente de Buda.

Un visitante, Sonam, dijo que veía más atuendos tradicionales en Derge que en cualquier otro lugar en la región. Señaló a las mujeres que daban vueltas al monasterio con piedras de color coral y turquesa entretejidas en las trenzas de su cabello. “Tienen dinero”, dijo.

De los altavoces emanaban cánticos. En las colinas al este del monasterio había racimos de casas de madera de tres pisos, un diseño tradicional alrededor de los centros religiosos en Kham.

Aun cuando la escena en torno al monasterio evocaba costumbres antiguas, la ciudad no. Modernos edificios de cinco pisos cubrían las paredes del valle a lo largo del río. Grúas de construcción amarillas se cernían en el horizonte, una vista típica de ciudades grandes y pequeñas en toda China. En la noche, los letreros de neón destellaban.

Katia Buffetrille, experta en el Tíbet de la École Pratique des Hautes Études en París, dijo que la extensión de la ciudad le había sorprendido cuando la visitó el año pasado. Había venido por última vez aquí tres décadas antes.

El monasterio estaba en deterioro en 1985, dijo. Pero la imprenta estaba funcionando en ese entonces, años después del fin de la destructiva Revolución Cultural.

“Las operaciones de la imprenta son hoy similares a lo que eran en 1985”, dijo Buffetrille. “Es asombrosos cuántas páginas imprimen cada día”.

“Eso puede explicar la mala calidad de la impresión a veces”, añadió.

Pero las tradiciones perduran. En la tarde en que yo estuve de visita, en un edificio monástico colina arriba desde la imprenta, los monjes celebraban una ceremonia dharma, lo cual hacen cada pocas semanas. Un monje caminaba por un patio atestado de gente rociando gotas de agua en los devotos. Otros estaban sentados en un estrado al frente, leyendo en voz alta de las escrituras que habían sido impresas a mano en el edificio vecino.

Edward Wong
© 2017 New York Times News Service