Insomnio en Nueva York

 

NUEVA YORK (apro).- En la línea de reinterpretaciones de Shakespeare, las nuevas búsquedas han llegado a maravillosos horizontes. Balanceándose entre el teatro y la instalación, se mueve dulcemente Sleep no more, (Dormir… no más).

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Es un Macbeth neoyorquino situado en los años veinte, que se presenta todas las noches por la compañía inglesa Punchdrunk en un hotel abandonado en Manhattan.

Aunque parezca, no todo el gran teatro de la Gran Manzana vive en el turístico Broadway. El McKittrick Hotel se encuentra en el sudoeste de la isla, en una calle un tanto desolada. Sin embargo, las filas de gente que se han enterado del particular espectáculo desbordan la entrada de lo que podría parecer a primera vista una vieja bodega.

Los espectadores deben ser mayores de edad para ingresar al lúgubre recinto. En la recepción, los “huéspedes” son recibidos por los empleados y asignados con la reservación a su nombre. Cada uno recibe una baraja diferente como garantía de entrada.

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Siguen largos pasillos en penumbra, por los que es difícil desplazarse sin tantear paredes y barandales. Por fin, el lugar de encuentro es el bar, con toda la atmósfera de los años veinte. Los muebles, la música en vivo y los personajes que lo habitan nos transportan a lo que fue el cotidiano del hotel en aquella época. Los encargados de las bebidas conviven con el público y ofrecen tragos de ajenjo (la bebida de moda en la Belle-Èpoque), antes de comenzar la aventura.

Acto seguido, la hostess invita a los espectadores a pasar, de acuerdo con la baraja que les haya tocado, con la intención de separarlos de sus acompañantes. Afirma la estilizada mujer que Sleep no more debe ser una experiencia individual. No da mucha explicación. Dar rienda suelta a la imaginación y la curiosidad son los preceptos. Se invita a los huéspedes a rondar libres por el lugar, a explorar habitaciones, a subir y bajar los cuatro pisos del hotel, a escabullirse por cualquier lugar que les despierte la curiosidad. “Si en algún momento sienten que la experiencia se torna muy densa y necesitan tomar un break, pueden regresar al bar y beber una copa.”

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Después de repartir a cada quien una máscara blanca al estilo de la Commedia Dell’Arte, brinda un par de instrucciones más que parecen más una orden vital. El artefacto se debe portar en todo momento. “Es para conservar su anonimato”, cuenta. Se vuelve ésta la seña particular de los espectadores. A su vez las máscaras negras serán las del staff, unos seres casi imperceptibles que rondan por el espacio controlando pequeños detalles. Además, se declara que a partir de ese momento, está prohibido pronunciar una sola palabra.

Terminada la introducción, los espectadores quedan sueltos e indefensos en un inmenso lugar, con espacios tétricos, casi inhabitados. Tienen cerca de tres horas para estar. Deambulan por espacios que invitan a la imaginación.

Los personajes recorren el espacio en silencio, lo cual da la posibilidad de disfrutar el espectáculo a un público de todo el mundo sin la barrera del idioma. Los actores desarrollan sus acciones rodeados de la multitud sin reparar en ella, como si las máscaras blancas, y un ambiente lleno de penumbra, establecieran su condición de fantasmas.

Una tina antigua donde dos enamorados se limpian la sangre, una pequeña cabaña en el bosque donde las mucamas se arrullan en mecedoras, un inmenso salón donde sucede un baile de la época y un personaje que oculta sigiloso un pequeño bulto en la jardinera y coloca luego una cruz en la tierra, son algunas de las escenas aparentemente aisladas con las que el espectador se puede topar.

Sleep no more es una gozosa experiencia sensorial creada por los espacios, las luces, los actores y un silencio espectral que parecería materializar la posibilidad de entrar en la cabeza de Shakespeare y sus personajes. Y vagar sin prisa y sin pausa por ella para hallar fragmentos que al final compondrán una de las piezas maestras de la literatura dramática.