Juanita Castro, hermana y crítica de Fidel, no se alegra por su muerte

CORAL GABLES, Florida — Juanita Castro consideraba a su hermano Fidel un traidor y hacía 52 años que no hablaba con él; sin embargo, siente que una parte de ella se ha ido con su muerte.

Fidel Castro fue tachado por muchos como un déspota que mató a inocentes y provocó que incontables cubanos huyeran de la isla, y cuando murió el viernes pasado, se organizaron fiestas de manera espontánea en las calles de Miami. Juanita Castro expresó su menosprecio por los miles que bailaban y se regocijaban celebrando la muerte de su hermano.

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“Lógicamente duele esa reacción”, dijo Castro, de 83 años, en una entrevista el domingo en su casa, la cual se encuentra en un vecindario bien cuidado al sur de Florida, donde ha vivido desde 1964.

“No es necesario hacer lo que los cubanos han hecho aquí en las calles de Miami”, afirmó. “Respeto el sentimiento de todos, pero no puedo aceptar esto. No es algo bueno”.

“No es la primera vez que lo hacen ni es la primera vez que lo he sufrido”, explicó. “Cuando él se enfermó, se puso grave hace 10 años, en 2006, yo tenía mi negocio, casi me linchan ahí porque dije que yo no me alegraba ni de la enfermedad de nadie, ni de la desgracia de nadie, ni de la muerte de nadie. Eso no era cristiano, no era humano”.

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Juanita relató que supo de la muerte de su hermano por una llamada telefónica de un amigo. Estaba despierta en ese momento y no pudo dormir después porque el teléfono siguió sonando. “No sabía dónde esconder el teléfono”, contó.

Llamó a su hermana Enma, en México, con la esperanza de conocer más detalles, pero ella tampoco tenía más información. Escuchó que su hermano había sufrido un paro cardiaco, pero no ha podido confirmarlo.

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Aunque no ha puesto un pie en Cuba en más de cincuenta años, estaba al día sobre las últimas intrigas y noticias. Describió unas fotos de la fiesta de celebración de los 90 años de Fidel a la que asistió su hermana en agosto, en las que vio a un Fidel débil. Juanita notó, con un dejo de preocupación, que alguien tenía que ayudarlo a pararse.

Como muchos cubanos, en un inicio ella apoyó la visión de justicia social que proponía su hermano. También, como cientos de miles de cubanos que finalmente huyeron, se desilusionó cuando Fidel se declaró comunista.

Sus últimos años en Cuba los pasó ayudando a otras personas a salir a escondidas del país mientras se enfrentaba tanto a su hermano como a sus colaboradores. Los dos se dijeron palabras duras mientras ella alzaba más la voz, sobre todo cuando las personas que quería eran detenidas de manera arbitraria.

Apenas intercambiaron miradas durante el funeral de su madre en 1963, y poco después Juanita decidió irse decidió irse, cuando fue detenida por un oficial militar que la amonestó en una pista de bolos por fumar Chesterfields, una marca de cigarros estadounidense.

Juanita llegó primero a México y comenzó a pronunciarse en lugares como las Naciones Unidas y otros encuentros internacionales, en los que acusaba a su hermano de traicionar a su patria con falsas promesas.

Después de algunos meses se fue a Miami porque pensó que era el mejor lugar para su activismo desde el exilio. Sin embargo, nunca encajó bien entre los radicales aquí, que la veían con sospecha.

“Me rechazaban porque tenía los apellidos Castro Ruz”, observó. “Imagínate, como si yo hubiera escogido mis apellidos”.
Su teléfono seguía sonando sin parar el domingo, mientras estaba sentada en su sala y relataba esta historia, hablando con cuidado y deteniéndose en ocasiones para recordar detalles. Se está recuperando de una cirugía en el pie y traía una bota ortopédica. Había flores blancas recién cortadas en la mesa del comedor.

Hace poco se retiró, después de ser propietaria de una pequeña farmacia durante más de 30 años, y escribió un libro de memorias sobre sus hermanos, “Fidel y Raúl, mis hermanos”, que se traducirá pronto al inglés.

Castro se animó un poco más cuando conversó sobre la reciente elección presidencial en Estados Unidos; después de expresarse con calma durante más de una hora, prácticamente escupió insultos para el presidente electo, Donald Trump.

Simpatizante del presidente Obama y sus políticas hacia Cuba, Juanita encuentra similitudes entre su hermano y Trump.

“La única diferencia es que él puede tener millones, pero el otro tenía cerebro”, opinó Castro sobre Trump y Fidel. Desafortunadamente, Fidel no usó su inteligencia para el bien de Cuba, añadió.

Además, opinó que su hermano no estaba arrepentido de nada;

probablemente creyó que fue un gran líder hasta el día de su muerte y nunca reconoció sus errores.

Juanita se esforzó por explicar la pena que le causaba la pérdida de su hermano.

“Esto es una de las veces que puedo decir que falta algo”, dijo. “Y el pueblo cubano dirá también que falta algo”.

Castro afirmó que mantiene una relación cálida con muchos de los nietos de sus hermanos, quienes también viven en el extranjero. Pero cada año, la familia se hace más pequeña y ella no va a los funerales. También a este faltará. Lamentó no tener una familia unida, una en la que los miembros estén allí para consolarse unos a otros cuando alguno falta.

“Vivo con dolor en mi corazón, pero acepto mi destino”, declaró. “Los perdono a todos, incluso a mi hermano”.