La diezmada hermandad musulmana todavía inspira miedo y sus miembros se preguntan por qué

ESTAMBUL – Para Magdi Shalash, un exiliado egipcio que vive aquí, en Turquía, hay una cierta ironía en una reciente discusión diplomática que ha dividido a Oriente Próximo.

Varios países árabes – liderados por Arabia Saudita, los Emiratos Arabes Unidos y Egipto – están enmarañados en un callejón sin salida con Catar y, en menor grado, con Turquía. ¿Una razón importante? El apoyo catarí y turco a la Hermandad Musulmana, un movimiento islamista, en cuya dirección colabora Shalash.

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Para sus enemigos, la Hermandad es una organización terrorista que busca deshacer el orden árabe establecido y no solo en Egipto, donde se fundó la organización en 1928, sino en países como Arabia Saudita y los emiratos, donde ha inspirado movimientos similares.

No obstante, los miembros como Shalash, muchos de los cuales están en la cárcel en Egipto o en el exilio en países como Turquía, dicen que la organización no solo es democrática, sino que está diezmada y dividida. Dicen que tiene poca capacidad para ejercer control hasta sobre sus propio miembros, ya no se diga sobre los gobiernos de Oriente Próximo.

“Nosotros sentados aquí”, dijo Shalash, en referencia a la dirigencia de la Hermandad Musulmana exiliada en Turquía, “realmente no podemos hacer nada”.

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Este sentido de impotencia, no obstante, es nuevo. En el 2011, la Hermandad o sus ramificaciones parecían ser la fuerza entrante en la política regional, que tenía una mano en la mayoría de los levantamientos que desafiaron al antiguo orden en varios países de Oriente Próximo.

En Egipto, eligieron a Mohamed Morsi de la Hermandad como presidente. En Túnez, Enahda – un partido inspirado por la Hermandad – surgió inicialmente como la facción posrevolucionaria más poderosa. La Hermandad Musulmana siria jugó un papel enorme en la rebelión en contra del gobierno del presidente Bashar Asad.

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Todo esto asustó a los gobernantes de Arabia Saudita y de los Emiratos. Como la Hermandad, las familias reales saudita y emiratí se adhieren a variaciones de la doctrina islámica sunita. Sin embargo, la visión más populista que promueven las ramificaciones de la Hermandad amenaza, implícitamente, a las monarquías hereditarias de la región del golfo Pérsico.

“La Hermandad da un tipo diferente de legitimidad religiosa”, notó Shadi Hamid, el autor de “Islamic Exceptionalism” (“El excepcionalismo islámico”), que explora al islam político en el siglo XXI. “Seguirá siendo la única amenaza de largo plazo, de importancia para Arabia Saudita y los Emiratos Arabes Unidos”.

En el corto plazo, no obstante, la Hermandad representa unos cuantos problemas prácticos para sus enemigos. Mientras que algunas organizaciones a las que ha servido de inspiración, incluidas Enahda y Hamas en Gaza, conservan posiciones de prominencia, se ha aplastado a la organización original egipcia.

Desde que el Ejército egipcio derrocó a Morsi como presidente en 2013, con el respaldo tanto de Arabia Saudita como de enormes multitudes de manifestantes egipcios, se ha detenido o matado a miles de integrantes de la Hermandad egipcia. Una minoría consiguió escapar, algunos a Catar, pero la mayoría a Turquía, donde alrededor de 1,500 personas han encontrado refugio.

Muchas viven en Yenibosna o sus alrededores, un suburbio a varias millas al oeste del centro de la ciudad de Estambul. Algunas tienen intereses de negocios y algunas estudian, en tanto que las de mayor jerarquía han establecido una dirigencia en el exilio.

Según su propia descripción, en gran medida, los dirigentes carecen de poder. Luchan para mantener los niveles básicos de contacto con sus colegas en su país, a algunos de los cuales, dicen los exiliados, los han aprehendido después de hablar por teléfono con miembros de la Hermandad que viven en Turquía. Veintenas de exiliados carecen de pasaporte ahora porque no pueden renovarlo en el consulado egipcio en Turquía.

“Las comunicaciones en el nivel humano y el nivel político son más o menos imposibles porque la gente allá está oculta”, dijo Aiman Abdel Gani, otrora el portavoz del ala política de la Hermandad Musulmana, el Partido de la Libertad y la Justicia. “Aun si tienes a algún familiar allá, es difícil comunicarse con él”.

Por ejemplo, se consideraba que el suegro de Abdel Gani, Jairat al Shater, era un jugador tras bambalinas durante la presidencia de Morsi. Ahora, al igual que Morsi, lo tienen en una prisión egipcia.

La Hermandad en el exilio hace lo que puede por sus integrantes encarcelados. Actualmente, los exiliados están generando conciencia sobre sus 13 integrantes a los que se sentenció a muerte en Egipto hace poco por lo que ellos dicen que son cargos falseados, así como recaudando dinero para las familias de los detenidos.

Sin embargo, los recursos son más escasos de lo que fueron alguna vez. El gobierno egipcio ha confiscado muchos de los negocios y ahorros de los exiliados, en tanto que la mayoría batalla para encontrar empleo lucrativo en Turquía, dijo Ahmed Gad, un ex legislador del ala política de la Hermandad Musulmana.

“Es difícil encontrar oportunidades de trabajo”, señaló Gad, dando a entender que instituciones turcas y cataríes, o sus sustitutos, les subsidian la vida, así como miembros acaudalados del movimiento de la Hermandad. “Los mismos gobiernos que están manteniendo nuestras libertades, nos están manteniendo aquí”, comentó sin mayor explicación.

Quizá el mayor problema de la Hermandad, no obstante, sea la falta de unidad. Otrora una institución estrictamente jerárquica, ahora, sus miembros discrepan abiertamente sobre cómo deberían responder a la actual dictadura egipcia; cómo debería estructurarse, en caso de que alguna vez se dé una apertura en Egipto, y qué hizo mal durante el año en el que estuvo en el poder del 2012 al 2013.

En líneas generales, la organización ahora está dividida entre quienes apoyan el enfoque gradual de la antigua jerarquía y una fracción más reducida que prefiere una mayor confrontación con el Estado egipcio. “si los revolucionarios salen a las calles, deberían poder protegerse”, dijo Shalash, quien es un personaje prominente de la segunda facción.

Y también están los miembros exiliados de la Hermandad que no apoyan a ninguna de las dos, gente como Abdalá Karyuni, un médico de 31 años de edad que encuentra que ninguna de las dos posiciones es realista. La primera facción todavía está esperando que Alá los haga vencedores, sin haber dominado las herramientas políticas que los harán vencedores”, dijo Karyuni. La segunda “podría conducir al país a experiencias similares a las de Siria y Argelia”, una referencia a la guerra civil en esos países.

Durante anteriores represiones, los miembros de la Hermandad Musulmana y sus afiliados también han pasado tiempo en el exilio y ha sido frecuente que la ubicación haya influido en sus concepciones políticas al retornar. “Tal como según donde se estudie en el extranjero a los veintitantos años es importante, donde se pasa el exilio también es muy importante”, dijo Monica Marks una académica de la Universidad de Oxford quien investiga a la Hermandad Musulmana y sus ramificaciones.

Falta ver cuáles lecciones, si es que alguna, aprenderán los hermanos musulmanes egipcios al vivir en Turquía. Ellos no están de acuerdo en si la organización debió haber tratado de trabajar con una coalición más amplia durante el desafortunado año en el poder o si debió haber mostrado todavía mayor fuerza.

Se podría decir que la experiencia del presidente turco Recep Tayip Erdogan, muestra cómo pueden funcionar los dos enfoques.

En los primeros años en el cargo, Erdogan – cuyas raíces ideológicas son comparables a las de la Hermandad – consolidó el poder buscando alianza con los liberales y diversas minorías. No obstante, desde que la Hermandad Musulmana egipcia empezó a mudarse a Turquía, contrariamente, Erdogan ha conjurado la competición aplicando medidas enérgicas y siendo duro con sus oponentes, en particular después del fallido golpe de Estado del año pasado.

Y Marks se pregunta si el segundo enfoque de Erdogan resultará mas atractivo a los miembros de la Hermandad que el primero.

“Están viendo un modelo muy mayoritario en la práctica y me temo que ello podría estar reforzado algunas de sus tendencias más autocráticas”, dijo Marks. “Lo que estás viendo en Turquía es un régimen que, al menos en la superficie, parece muy poderoso, que usa un discurso de legitimidad democrática para defender lo que, de muchas formas, son políticas poco democráticas. Es muy atractivo”.

PATRICK KINGSLEY
© 2017 New York Times News Service