La hermana de Antoine Griezmann, la estrella del futbol francés, recuerda el terror en los ataques de Paris

MACON, Francia _ Maud Griezmann entró en el salón de conciertos y miró a su alrededor. Era poco antes de las 9 p.m. del 13 de noviembre en el Bataclan, en París, y admiró el grandioso escenario. Examinó a la multitud, cada vez más grande. Observó, por unos momentos, mientras un hombre en el puesto de recuerdos ordenaba camisetas, carteles y CD de la banda Eagles of Death Metal, que estaba por comenzar su tanda.

Luego, Griezmann vio rápidamente su teléfono. Su hermano Antoine Griezmann es un delantero estrella de la selección nacional de futbol de Francia y esa noche jugaba en el Stade de France, justo en los límites de la ciudad. El inicio del partido y el del concierto estaban programados para más o menos la misma hora. Maud Griezmann guardó el teléfono. Quería escuchar la música.

Debido a eso, no vio en Twitter o en Facebook que su hermano, como muchos de los otros jugadores en el partido, iban dando tumbos debido al inconfundible sonido de una explosión afuera del estadio, como a las 9:20. Ella no sabía que dos terroristas suicidas se habían explosionado cerca de donde era el partido. Ella no sabía que asociados de esos terroristas habían rociado balas en restaurantes del centro de París. Ella no sabía que habían sacado del estadio al presidente francés, Françoise Hollande, en un helicóptero por el temor de que París estuviera bajo sitio.

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Ella solo sabía que unos 40 minutos después de que Eagles of Death Metal empezó a tocar, se pudo oír una serie de sonidos estridentes a pesar de la música. No se sabía qué estaba pasando.

“Al principio, pensamos que se trataba de una broma, de un chiste”, dijo Griezmann hace poco, cuando, con lujo de detalles, habló por primera vez sobre su experiencia. “Pensamos que era parte del concierto. Pero luego oímos los gritos”.

A Simon Degoul, su novio, y a ella los empujaron al rincón derecho del salón, junto al escenario, cuando tres terroristas irrumpieron en el salón con rifles de asalto y granadas. Griezmann y Degoul, como tantas personas a su alrededor, se tiraron al suelo en un intento por evadir las balas. Una mujer cayó entre los dos.

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Griezmann sentía duro el piso en su mejilla. Presionó la cara contra el suelo obligándose a no ver lo que estaba pasando a su alrededor.

“Si te movías, te disparaban”, dijo. “Una persona junto a mí se movió y le dispararon. Solo le dieron y la oí caer”.

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El futbol por separado

Griezmann sonríe mucho. Tiene 28 años. Tiene el cabello pintado de rojo, un poco ondulado. Ríe y sonríe, y habla animadamente sobre su familia y sus viajes y sus tatuajes, que incluyen la fecha de nacimiento de Antoine Griezmann; el nombre de Theo, su otro hermano, y, como nueva adición en la parte superior del brazo derecho y todavía envuelto en un plástico protector, un homenaje al programa de televisión, “Twin Peaks”.

Sentada en un café aquí, en el centro del pueblo, donde crecieron sus hermanos y ella, Griezmann solo fue brusca cuando se sugirió que un próximo partido entre Francia y Alemania podría remover emociones únicas en ella o en su familia. Será la primera vez que Francia juegue contra Alemania desde los ataques del 13 de noviembre, en l0s que murieron 130 personas, unas 90 en el Bataclan.

Es un partido importante para Antoine, para el equipo, para los hinchas”, dijo Griezmann. “Pero no es ninguna otra cosa. Yo no pienso en el futbol por lo que pasó. Trato de no pensar para nada en eso”.

No obstante, ella sabe que es imposible. En los ocho meses desde los ataques, no ha visto a algún terapeuta, contó, y agregó que “la familia y la vida son mi terapia”. Ha hablado sobre su experiencia al detalle con Antoine solo una vez, después de lo que ambos decidieron que lo mejor era seguir adelante.

Sin embargo, eso no quiere decir que Griezmann no se va a abrir. Por el contrario, una vez que empieza a hablar, fluyen los recuerdos.

Lo que recuerda de esa nochecomo lo hace mucha gente que ha estado involucrada en situaciones traumáticas, es una mezcla de algo necesariamente confuso y por completo nítido. No recuerda cuántos atacantes eran o dónde estaban parados. Aunque parezca extraño, recuerda haberse sentido más asustada cuando había largos periodos de silencio, en lugar de con el estruendo de la balacera.

Recuerda haberse quitado los zapatos para poder correr más rápido. Recuerda haber corrido a gran velocidad hasta la puerta cuando finalmente entró la policía, y haber visto tan claramente al hombre al que había observado ordenar los artículos en el puesto de recuerdos yacer inmóvil en el suelo.

Recuerda haber esperado en un patio, a unos 183 metros del Bataclan, con otros sobrevivientes mientras la policía continuaba con su operativo. Recuerda haber llamado a su madre por el teléfono de Degoul y gritar: “¡Estoy afuera! ¡Estoy afuera!”, una y otra vez porque no se le ocurría ninguna otra cosa qué decir.

Ruidos que sacuden

En enero, cerca de dos meses después de los ataques de París, Maud Griezmann empezó a trabajar con Antoine como su estratega publicitaria. Ella tiene un grado en relaciones públicas y, dado que crecía el estrellato de su hermano por jugar en el Atlético, equipo que llegó a la final de la Champions League en mayo, y en la selección nacional francesa, ella quería ayudar a guiarlo hacia los socios adecuados y las relaciones correctas.

Aun ahora que se ha convertido en pieza central del equipo francés en la Euros (ha anotado cuatro de los 11 goles), Griezmann, sobre todo, todavía piensa en él solo como su hermanito. Cuando estuvieron en Nueva York hace unos años, solo ellos dos, hicieron un video para YouTube de sus atolondradas payasadas cuando se toparon con el Vaquero Desnudo en Time’s Square y Antoine Griezmann se puso a bailar sobre su cama del hotel.

Aunque Maud Griezmann vive en París y Antoine en Madrid, ella sigue viniendo con bastante frecuencia a esta localidad a visitar a sus padres, que también están disfrutando el ascenso de su hijo. Patrick Montero, un amigo de la familia de tiempo atrás, dijo que unos 3,000 habitantes del pueblo llevaran puestas máscaras y camisetas de Antoine Griezmann cuando vean el partido en el centro de exposiciones del ayuntamiento.

“Ahora es un momento increíble para Antoine”, dijo Maud Griezmann. “Es un momento increíble para todos nosotros”.

Su familia y ella estarán en el partido y, añadió rápidamente, también en la final del campeonato, “porque va a ganar Francia”. Ese partido será en el Stade de France, pero no le preocupa lo que pudiera provocarle psicológicamente asistir a ese partido allí, o en cualquier otra parte.

Si bien, para muchos, el futbol francés y los ataques todavía están entrelazados, Griezmann dijo que ella no establece ninguna relación entre ellos. La mayoría de los días, dijo, son normales. Reconoce que lo que le pasó _ tiene un tatuaje del vocalista de Eagles of Death Metal llorando y abrazando la Torre Eiffel _, pero no la sacuden las confrontaciones manifiestas con ello.

Más bien, son las cosas sutiles las que se meten con ella, los momentitos que le retuercen el estómago. Ya que no vio mucho de lo que pasó esa noche, son, de hecho, los sonidos y no las imágenes los que la sacuden.

Gritos repentinos. Alaridos que llegan de ninguna parte. Y, quizá más que ninguna otra cosa, el sonido de pies en movimiento.

Unas cuantas semanas después de los ataques, estaba en la tienda de abarrotes comprando cuando un niñito detrás suyo, en un pasillo, empezó a correr de pronto en la dirección contraria. Estaba correteando a su madre, quizá, o haciendo lo que hacen los niños, pero Griezmann se paró en seco.

“Lo oí; correr”, dijo. “Pensé que estaban tomando como rehenes a las personas de la tienda”.

Hizo una pausa.

“No sé cuando me dejará de pasar”, comentó. “No sé si pasará”.

Sam Borden
© 2016 New York Times News Service