La muerte de Ricardo Piglia, el hombre que fue Emilio Renzi

Todos los escritores tienen un mito de origen, pero solo algunos atesoran también un mito final.

Ricardo Emilio Piglia Renzi nació oficialmente en Adrogué, Buenos Aires, en 1942. Cuando aún no había cumplido los dos años de edad, imitando a su abuelo, cogió un libro de la biblioteca y salió a leerlo a los escalones de la casa. En algún momento se acercó un señor y le hizo ver que sostenía el volumen al revés. Un señor que podría ser Borges. En ese momento comenzó una de las escisiones más fértiles de la literatura contemporánea. Por un lado, Ricardo Piglia, el futuro escritor y crítico y profesor, que leía a contracorriente, que leía al revés. Por el otro, Emilio Renzi, el personaje, el protagonista de tantas ficciones, pero también del diario, el otro, el mismo.

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En sus famosas “Tesis sobre el cuento”, el escritor defendió la idea de que un relato siempre cuenta dos historias. Una, casi siempre, visible; la otra, por lo general, secreta. Una biografía, había decidido antes, también puede ser doble.

Sabemos por la publicación en 2015 de su segunda obra maestra, el primer volumen de Los diarios de Emilio Renzi (Anagrama), subtitulado “Años de formación”, que Piglia tuvo sobre todo dos abuelos. El biológico, que le encargó y le financió la escritura de su primer proyecto; y Borges, que —como presencia o como fantasma— siempre estuvo ahí.

En su primera obra maestra, Respiración artificial, publicada treinta y cinco años antes, demostró haber entendido como nadie las estrategias borgeanas de juego con el canon: para la ejecución de una novela política, se apropió de la metaliteratura y argumentó que Roberto Arlt era un escritor más contemporáneo que el autor de Ficciones. Pero su padre y su abuelo reales estaban debajo de la página, aunque nadie —más que el autor— pudiera verlos.

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Ningún lector de esa novela puede olvidar el encuentro cósmico y enfermo entre Hitler y Kafka, una de las grandes escenas de la literatura de este cambio de siglo. Respiración artificial se publicó en 1980, entre desaparecidos y picanas. Obsesionada con los mecanismos con que el Estado narra y controla, con la circulación del capital, con el relato detectivesco, la obra de Piglia hibrida la gran tradición narrativa argentina con la novela negra, con Bertolt Brecht o con Walter Benjamin. La imaginación con el pensamiento. El secreto con la crítica. Sus ensayos y anotaciones de diario son relatos; sus relatos son ensayos; sus novelas ensayan y sus ensayos narran. Son siempre intervenciones.

En El último lector (2005) dibujó al Che Guevara en Bolivia como el último lector, como el último hombre de acción que desea llevar a la realidad la utopía que ha leído. Pero él encarnó otro tipo de lector final: el que se identificó de joven con Cesare Pavese, el que bebió del marxismo, y pese a todas las derrotas y todas las metamorfosis, supo mantenerse fiel a un modo de lectura sistemáticamente crítica con la realidad y sus ficciones políticas.

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A causa de los estragos del ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), Ricardo Piglia trabajó en estos últimos tiempos con una asistente y con un sofisticado ordenador, a quienes dictó la edición de sus diarios. A esas sesiones de trabajo él las llamaría “escenas de lectura”. Hay que imaginarlo leyendo sus más de trescientos cuadernos y decidiendo cortes, cambios, nuevas escenas, una arquitectura de novela que acogiera y resignificara una serie extensa e inconexa de momentos vitales.

Él, que tanto había escrito sobre máquinas narrativas y sobre obras dictadas, se vio obligado a protagonizar unos años que se parecieron mucho a los de autores que había estudiado o inventado. El resultado de esas sesiones son unos diarios que demuestran que todo lo que escribió Ricardo Piglia, que leímos como elaboraciones intelectuales y teoría narrada, fue parcial o totalmente vivido por Emilio Renzi. Que la historia visible, tan cerebral, escondía una historia secreta que era carne y nervio, inesperadamente sanguínea.

El comienzo de 2017 no solo alarga innecesariamente una serie de dolor (Michel Butor, Umberto Eco, John Berger, Ricardo Piglia), también es el año en que se publicará el tercer volumen de los diarios de Ricardo Emilio Piglia Renzi. Hay otros títulos inéditos, autorizados por él, corregidos o escritos contra reloj, sí, pero también con la extrañeza de quien puede al fin dedicarse solamente a la escritura. Como si siguiera vivo: continuamos esperando sus próximos libros.

EL ÚLTIMO LECTOR, EMILIO RENZI, JORGE LUIS BORGES, RESPIRACIÓN ARTIFICIAL, RICARDO PIGLIA