La opción del bricolaje para la pérdida moderada de la audición

Aproximadamente, son chorrocientas las personas mayores que tienen un problema como el mío.

Primero: notamos la pérdida de la audición relacionada con el envejecimiento. En un muy esperado informe de junio, de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina, se establece la prevalencia en más de 45 por ciento en quienes tienen entre 70 y 74 años de edad y en más de 80 por ciento para los mayores de 85 años.

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Luego: hacemos poco o nada al respecto. Menos de 20 por ciento de quienes presentan pérdida utiliza aparatos auditivos.

He escrito antes sobre las razones. Precios elevados (2,500 dólares o más por una prótesis auditiva decente y la mayoría de las personas necesitan dos). Falta de rembolso de Medicare porque la ley original de 1965 por la cual se creó el programa prohíbe esa cobertura. Tiempo y dificultades. Estigma.

Tanto las Academias Nacionales como el influyente Consejo de Asesores sobre Ciencia y Tecnología del presidente han propuesto medidas pragmáticas para hacer que la tecnología auditiva sea más accesible y asequible.

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Sin embargo, mientras no se avance en ellas, muchos de nosotros con pérdida, de ligera a moderada, de la audición podemos considerar una alternativa relativamente módica: productos personales para amplificar el sonido o PSAP, por sus siglas en inglés. Ofrecen cierta promesa, y también algunos peligros.

A diferencia de un audífono, no se necesita que un audiólogo recete un PSAP. Es posible ver estos artefactos en anuncios publicados en revistas o de oferta en las cadenas de farmacias. Es posible comprarlos en internet.

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Sin embargo, prácticamente, no están regulados por la Administración de Alimentos y Fármacos (FDA, por sus siglas en inglés). Por ello, “no tienen los requerimientos de control de diseño, estándares de desempeño, normas técnicas o requisitos para las etiquetas que se aplican a los aparatos”, se dice en el informe de las Academias Nacionales. Por ley, los fabricantes ni siquiera pueden etiquetar o anunciar los PSAP como una ayuda en la pérdida de la audición.

La falta de regulación puede fomentar mayor rapidez en la innovación _ las aprobaciones de la FDA se llevan tiempo _, pero también generar un caos en los consumidores.

Están surgiendo como dientes de león, nuevas características digitales _ en algunos PSAP, se usa la tecnología Bluetooth para personalizarlos y algunos, de hecho, prueban la audición. No obstante, es posible gastar entre 70 y 700 dólares en un par sin alguna forma sencilla de distinguir los productos que sirven de los que son peor que inútiles.

“El mercado actual se parece bastante a una batalla campal”, dijo el doctor Frank Lin, un otorrinolaringólogo en la Escuela de Medicina Johns Hopkins y miembro del comité de las Academias Nacionales.

“Algunas compañías de PSAP son muy buenas; las fundaron quienes fueron ejecutivos e ingenieros de aparatos auditivos”, comentó Lin. “Los aparatos que usted ve en Wal-Mart por 40 dólares son terribles”.

¿Cuáles PSAP son los buenos? El doctor Nicholas Reed, un audiólgo de Johns Hopkins, ha realizado pruebas electroacústicas en varios aparatos que se comercializan en línea para medir su potencia de salida o ganancia (traducción: volumen), banda de frecuencia y claridad, los tres factores más importantes que ayudan a las personas a oír.

También los ha probado con usuarios que presentan pérdida ligera a moderada. (Estos aparatos no ayudan a las que tienen pérdida grave de la audición.)

Colocó a las personas en cabinas de la audición con algo de ruido de fondo, comparó su audición con diversos PSAP con qué tan bien oían sin ellos y con un audífono de un precio medio de 2,500 dólares.

Reed solo les ha hecho pruebas a 29 participantes hasta ahora, previno, y los resultados en el mundo real van a variar. No obstante, a sus colegas y a él les impresionaron tres PSAP.

El Soundhawk que opera con un teléfono inteligente, tuvo un desempeño casi tan bueno como el de una prótesis auditiva, con un precio de lista de 399 dólares. El CS50+, fabricado por Soundworld Solutions, y el Bean T-Coil, de Etymotic, funcionaron casi tan bien y cuestan alrededor de 350 dólares.

Los investigadores también probaron el MSA 30X, que se consigue en farmacias por 30 dólares y encontraron que, de hecho, incrementa la distorsión. “Puro desperdicio de dinero”, dijo Reed.

El grupo de investigación de Lin está realizando dos estudios piloto en el que les ajustan los PSAP a los pacientes y “están viendo resultados muy positivos”, dijo.

Reed presentará sus conclusiones en la Conferencia Internacional de Investigación en Aparatos Auditivos en agosto.

En última instancia, tanto el Consejo del presidente como el comité de las Academias Nacionales recomiendan que los reguladores establezcan una nueva categoría de productos para estos aparatos que se venden sin receta médica, a veces llamados “audibles”. Han exhortado a la FDA para que establezca especificaciones para asegurar la seguridad y efectividad, así como para demandar que los aparatos cumplan con ciertos estándares de manufactura.

Entonces, los consumidores podrán adquirirlos con mayor confianza y evitar los sistemas “combinados”, porque estarán apuntalados por leyes estatales y federales, que harán que los aparatos auditivos estén disponibles solo por medio de los audiólogos.

(La excepción: ya es posible comprar algunos aparatos auditivos en línea, pero, a veces, la única diferencia entre ellos y algunos que se comercializan como PSAP es la etiqueta.)

Los aparatos para oír requieren más personalización e instrucción que los anteojos. Y si bien éstos pueden corregir la visión, ningún aparato restablece la audición normal.

Sin embargo, mientras que los aparatos auditivos aprobados por la FDA y ajustados por un audiólgo pueden seguir siendo el patrón oro para tratar la pérdida de la audición, es posible que los PSAP tengan un lugar. “Permítase que el consumidor encuentre el aparato en línea y, luego, hay que dejar que el audiólogo cobre una tarifa por hora para ajustarlo”, dijo Reed.

Añadió que ya “muchas personas entendidas están haciendo eso por sí mismas”, uniendo sistemas que utilizan la electrónica de venta libre y equipos de audio.

Repentinamente, Richard Einhorn, un compositor en Manhattan, perdió la mayor parte de la audición a causa de un virus, en el 2010. Tiene aparatos auditivos de gran calidad, pero, al igual que muchos usuarios, todavía batalla en ambientes ruidosos, como los restaurantes.

Su solución: se quita los aparatos auditivos y recurre a su iPhone. “El iPhone tiene especificaciones de audio fantásticas, a la par con algún equipo profesional”, expresó Einhorn, de 63 años, un integrante del consejo de la Asociación Estadounidense de Pérdida de la Audición.

El confía en la Jacoti ListenApp, una aplicación para la audición certificada por la FDA; un micrófono direccional enchufable (usa el Shure Motiv MV88), y audífonos de calidad. (Revelación: funge como consultor en Jacoti.)

Se esperaría que, eventualmente, Medicare reconsidere su política sobre la cobertura de los aparatos auditivos, una medida que las Academias Nacionales también informan que urge

Paula Span
© 2016 New York Times News Service