La paranoia inunda la política brasileña, dominada por los escándalos

RÍO DE JANEIRO – Michel Temer, el presidente de Brasil, está furioso.

Un miembro de su propio gabinete grabó en secreto una conversación que sostuvieron y acusa a Temer de presionarlo para ayudar a un aliado en un negocio de bienes raíces. Ahora los enemigos de Temer se están basando en ese escándalo para solicitar su destitución, solo unos cuantos meses después de que se convirtió en presidente gracias a la destitución de su predecesora.

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“Es terrible que un ministro grabe al presidente de la república”, dijo Temer, de 75 años, en una conferencia de prensa. “Totalmente indignante”.

Los dirigentes de Brasil han estado inmersos en una franca guerra política desde hace más de un año, que culminó con la destitución de la primera presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y el triunfo del partido de Temer hace apenas unos meses.

Sin embargo, la vorágine de la política brasileña está entrando en una nueva fase turbulenta: la paranoia.

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Gran parte del nerviosismo en Brasilia surge de la investigación sobre la corrupción que, a pesar del cambio de gobierno, se rehúsa a desaparecer.

Los políticos están tan ansiosos que solo unas cuantas horas después de que Temer decretó tres días de luto oficial por el accidente del avión en el que viajaba el Chapecoense, un equipo de fútbol brasileño, los legisladores celebraron una sesión maratónica hasta las 4:00 a. m. el miércoles. Estaban enfocados en desmantelar la autoridad de los fiscales y jueces que investigan a los políticos involucrados en casos de corrupción.

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Después de saber cómo habían pasado sus legisladores la noche después de la tragedia, muchos brasileños se sintieron enfurecidos.

“Toda la estructura política está corrompida”, dijo Marcos Defranco, un investigador de la policía civil de São Paulo. “Es como perseguir ratas de una madriguera a otra. La actitud del congreso al votar la otra noche muestra su miedo”.
Los defensores de Rousseff argumentan que sus rivales la destituyeron principalmente para boicotear la investigación sobre la corrupción a gran escala en la paraestatal petrolera, Petrobras. De hecho, se ha captado a algunos ministros del gabinete de Temer en grabaciones secretas en las que discuten cómo desviar las pesquisas, y en una de ellas se describe explícitamente la expulsión de Rousseff como una manera de obstaculizar a los fiscales federales.

No obstante, aunque Rousseff ya no esté, la investigación avanza. Ahora los políticos están preocupados por una inminente declaración de culpabilidad por parte de ejecutivos de una enorme constructora brasileña en el corazón del caso.

De acuerdo con filtraciones sobre las declaraciones, se espera que los ejecutivos de la empresa constructora, Odebrecht (entre ellos Marcelo Odebrecht, el antiguo presidente que ahora está cumpliendo una condena de 19 años de cárcel), revelen un entramado de sobornos que involucra a decenas de legisladores federales y otros prominentes líderes políticos.

Odebrecht emitió una declaración recientemente en la que se disculpa por sus delitos, mientras que las agencias noticiosas brasileñas informaron que la empresa había acordado pagar cerca de dos mil millones de dólares como parte del acuerdo de indulgencia.

Con los ánimos encendidos y las sospechas al máximo, los políticos brasileños se han volcado a una manera confiable de protegerse a sí mismos y traicionarse los unos a los otros: las grabaciones secretas.

En cada episodio importante en la crisis política brasileña, las grabaciones están revelando tácticas que harían sentir orgulloso a Maquiavelo.

La crisis dio un gran giro hace justo un año cuando un participante en apuros grabó en secreto un complot ideado por Delcídio do Amaral, un antiguo senador del partido de Rousseff, para sacar en secreto a un petrolero encarcelado del país con el fin de evitar que declarara sobre el grado de corrupción en la paraestatal petrolera. El escándalo subsecuente desestabilizó al gobierno dirigido por el partido de Rousseff, el Partido de los Trabajadores.

En marzo surgieron más grabaciones secretas que revelaban cómo Rousseff había ofrecido un puesto en el gabinete a su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, para darle cierta protección ante un posible juicio. Las grabaciones eran parte de una investigación sobre corrupción y mancharon la reputación de casi todos los involucrados.

Sin embargo, después de que Rousseff fue suspendida de su cargo en mayo, debido a acusaciones de haber manipulado el presupuesto para esconder problemas económicos, resultó que la clase política brasileña solo estaba calentando motores.

Sérgio Machado, el presidente de una subsidiaria de la paraestatal petrolera, reveló que había estado grabando conversaciones con una gran variedad de líderes del partido de Temer, incluyendo a José Sarney, el expresidente, y a Renan Calheiros, el dirigente del senado.

La mina de grabaciones de Machado produjo rápidamente las renuncias del ministro de Planeación de Temer, Romero Jucá, que conspiró para obstaculizar la enorme investigación sobre corrupción en Petrobras, e incluso la del ministro Anticorrupción, Fabiano Silveira, que también trató de obstruir la misma investigación.

“Este asunto de las grabaciones muestra que la confianza en la política escasea”, dijo Antonio José Valverde, profesor de Ética y Filosofía Política en la Universidad Católica de São Paulo. “La mejor alegoría para este momento es una imagen que circula en internet: ratas que devoran la bandera de Brasil”.

Algunos brasileños tenían la esperanza de que la destitución de Rousseff calmara el sistema político y permitiera que los dirigentes se enfocaran en arreglar la economía, que enfrenta su peor crisis en décadas. La semana pasada, las autoridades divulgaron que el producto interno bruto se redujo en un 2,9 por ciento en el tercer trimestre en comparación con el mismo periodo del año anterior.

El drama político de los últimos días ha generado inquietudes, pues los escándalos podrían distraer a las autoridades de enfocarse en la economía. Y las noticias siguen llegando. El jueves pasado, por ejemplo, el Tribunal Supremo determinó que Calheiros, el poderoso jefe del senado y aliado de Temer, deberá enfrentar un juicio por acusaciones de corrupción.

Poco después de abandonar el cargo el mes pasado, Marcelo Calero, el ministro de Cultura de Temer, dijo que el presidente lo había presionado para rechazar una medida de conservación histórica que estaba deteniendo la construcción de una lujosa torre en Salvador, una ciudad al noreste del país.

Geddel Vieira Lima, un importante aliado político de Temer que detentaba el título de secretario de Gobierno, uno de los cargos con más peso dentro del gabinete, había invertido en un apartamento del edificio y quería que la construcción prosiguiera.

Calero trató de justificarse por haber grabado al presidente diciendo que era “un asunto de procedimiento”.

Temer ahora enfrenta la crisis más aguda de su corta presidencia, pero pocos observadores lo ven en riesgo inminente de caer. La coalición de su gobierno todavía controla el congreso. Las solicitudes de destituirlo vienen de partidos de la oposición.

Sin embargo, con la tecnología que avanza al punto en que prácticamente cualquiera con un teléfono inteligente puede grabar secretamente una conversación, los ánimos se caldean en torno a semejantes traiciones dentro de la clase política brasileña, cada vez más paranoica.

“Bromeo acerca de que el único lugar seguro para una conversación entre políticos sería en una piscina, donde obviamente ningún equipo de grabación puede funcionar”, dijo Renato Janine Ribeiro, un antiguo ministro de Educación del gobierno de Rousseff que también es profesor de Filosofía Política en la Universidad de São Paulo.

Paula Moura y Claire Rigby colaboraron con el reportaje desde São Paulo.