¿La UE puede trasladar la crisis de los migrantes a la fuente? En Libia, las probabilidades son pocas

NUEVA YORK ⎯ La ceremonia a bordo del barco de la armada italiana en el puerto de Valeta, Malta, tenía toda la parafernalia de un asunto de la Unión Europea. Pero los “cadetes” que estaban recibiendo certificados en una mañana reciente conformaban un grupo inusual: 89 libios que la Unión Europea espera puedan ayudar a solucionar su problema con los migrantes.

Como agentes de la guardia costera libia, fueron capacitados por los italianos para interceptar y rescatar barcos de migrantes cerca de la costa libia antes de que lleguen a aguas internacionales. Normalmente, las fuerzas europeas interceptan a los barcos de migrantes y deben llevarlos a Italia.

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Pero si los migrantes son interceptados por los libios en sus propias aguas, pueden ser más bien devueltos a Libia.

Para los líderes europeos, capacitar a la guardia costera libia es en muchas formas un intento, contra todas las probabilidades, de alejar la respuesta a la crisis de migración de Europa de sus costas, y hacerle frente en la fuente.

El plan es dar dinero, recursos y capacitación a los libios para mantener a los migrantes ahí, una idea un poco similar al acuerdo de la UE con Turquía, solo que este es con un país bajo el control de milicias rivales y múltiples gobiernos débiles.

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No es la primera vez que Italia ha forjado un acuerdo con Libia para frenar el flujo de la migración. Pero el intento más eficaz fue antes de que Libia cayera en el caos con el colapso de su gobierno en 2011.

Libia se ha convertido desde entonces en el primer punto de partida para muchos de los 180,000 migrantes que llegaron a Italia el año pasado, cuando más de 5,000 personas murieron tratando de cruzar el Mediterráneo.

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Incluso acuerdos anteriores se toparon con críticas por las tácticas en ocasiones brutales que los países del norte de África usaban para contener a los migrantes. Aunque en una etapa embrionaria, este plan más reciente para frenar el flujo ya está siendo criticado como potencialmente inviable e inhumano.

Algunos expertos internacionales se muestran escépticos sobre el alcance de la operación, y grupos defensores de los derechos humanos temen que el plan sea el equivalente a arrojar a los migrantes de nuevo al caos de Libia, donde muchos están huyendo de peligros y condiciones horribles.

El programa piloto es el primero de su tipo dentro de la Operación Sofía, la operación contra el tráfico de migrantes de la Unión Europea, y es parte de un esfuerzo que los líderes europeos acordaron en febrero en su reunión cumbre en Malta, donde prometieron un financiamiento “sostenible y predecible” para entrenar a la guardia costera libia.

El día anterior a la reunión de Malta, el primer ministro de Italia, Paolo Gentiloni, firmó un acuerdo con el primer ministro libio, Fayez Serraj, para frenar el tráfico de migrantes procedentes de las costas libias.

A cambio, Italia ofrecerá dinero, tecnología, medicamentos y capacitación para establecer centros de retención de migrantes en el país, al cual gobernó como colonia entre 1911 y 1943.

Funcionarios de la embajada italiana fueron la última delegación europea en abandonar Trípoli en 2015, y en enero se convirtieron en los primeros en regresar a su recinto original.

Recientemente, el Ministerio del Interior de Italia organizó una reunión en Roma con 10 alcaldes libios de la región sur de Fezzan, la principal puerta de entrada de los migrantes a Libia, para subrayar la intención de Italia de ayudarles a controlar la frontera.

“No podemos esperar que un fenómeno tan grande tenga una solución inmediata”, reconoció Roberta Pinotti, la ministra de Defensa de Italia, en una mañana reciente a bordo del portaviones atracado en el puerto de Valeta.

“Pero es un fenómeno que queremos poder controlar”, dijo, citando a los miles de recién llegados a Italia, incluso en invierno.

Joseph Muscat, primer ministro de Malta, se hizo eco del sentimiento. “La capacitación no tendrá lugar porque haya una crisis, sino para intentar evitar una crisis”, dijo.

Los centros de retención de migrantes están entre los componentes más polémicos del plan.

Hussein Thwadi, el alcalde de la ciudad costera occidental de Sabratha, Libia, el punto de partida más activo para los cruces del Mediterráneo, ha dicho que mantener a los migrantes en Libia es un “paso peligroso”, porque el país no tiene los recursos para hacerse cargo de ellos.

Enormes cantidades de migrantes están ya en Libia, y enfrentan amenazas constantes, señalan grupos humanitarios.

El año pasado, Médicos sin Fronteras destacó los “niveles alarmantes de violencia” contra los migrantes y refugiados en Libia, incluyendo ataques sexuales y asesinatos, no solo a manos de los contrabandistas, sino también de una veintena de grupos e individuos armados.

Cualquier cosa que frene el flujo de migrantes en Libia también corre el peligro de ir contra los intereses de los poderosos grupos armados que controlan el comercio. En un país atormentado por el conflicto, el contrabando de migrantes se ha convertido en un negocio lucrativo para una variedad desconcertante de pandillas criminales y milicias asociadas.

Los líderes europeos admiten que la inestabilidad y extendida violencia de Libia eran causas de preocupación.

“Los jóvenes que recibieron esta capacitación, cuando regresen a su país, enfrentarán enorme presión de las pandillas criminales y los contrabandistas que tienen una afluencia de millones de euros a la semana”, reconoció Muscat, el primer ministro de Malta.

La mayoría de los barcos de los contrabandistas parte de playas remotas a lo largo de una extensión de 370 kilómetros de costas en el oeste del país, entre Misrata y la frontera con Túnez.

Teóricamente, este territorio es controlado por el gobierno de unidad respaldado por la ONU encabezado por Serraj, el cual se instaló en Trípoli en marzo pasado con el apoyo de Estados Unidos y otros países occidentales.

En realidad, gran parte de la costa, así como las localidades desérticas a través de las cuales pasan los migrantes, es controlada por una red de grupos criminales y milicianos con un interés financiero creado en la continuación del comercio.

Pocos creen que el gobierno de unidad tenga la fuerza militar, la influencia política o el dinero para detener el comercio, dado que apenas controla siquiera la capital, Trípoli.

Sus fuerzas controlan el puerto de la ciudad y un puñado de ministerios gubernamentales, pero por lo demás compiten por el terreno con un gobierno rival encabezado por una coalición de islamitas y militantes originarios de Misrata.

Los pistoleros de facciones rivales se enfrentan frecuentemente en las calles de la ciudad en una violencia que se ha intensificado en las últimas semanas, provocando advertencias de funcionarios occidentales de que el gobierno de unidad está en peligro de ser marginado por completo, si no es que peor.

El gobierno respaldado por la ONU también está bajo presión de rivales en el este del país, donde las fuerzas encabezadas por el cacique general Khalifa Hifter han asumido un control casi completo de la segunda ciudad más grande del país, Bengasi.

Hifter ha consolidado sus fuerzas, con respaldo de Egipto y Rusia, y ha desdeñado al gobierno de unidad. Durante un esfuerzo encabezado por Egipto para negociar la paz entre las facciones libias rivales recientemente en El Cairo, Serraj y Hifter se negaron a reunirse.

El plan italiano de entrenar a la guardia costera libia ya chocó con el escenario político fracturado de Libia después de que el San Giorgio, un barco de la armada italiana que participaba en el programa, atracara en el oeste de Libia en enero.

En un indicio de las potenciales dificultades a futuro, los líderes en el este de Libia acusaron a los italianos de entrar ilegalmente al país.

Gaia Pianigiani y Declan Walsh
© 2017 New York Times News Service