“Lady Macbeth” acaba con el teatro de la época de sombreros, y también con otras cosas

Una de las observaciones más jugosas sobre el drama de época británica “Lady Macbeth”, que no se trata para nada de Lady Macbeth, vino de un crítico que escribió que la película “hunde un frío y afilado cuchillo en la espalda de los dramas de la época de sombreros”.

En parte es así debido a la oscura trama de la historia y a su desafiante y lujuriosa anti heroína, quien se encuentra casada con el muy mayor, impotente y bilioso hijo de un rico e igualmente bilioso hombre viejo.

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Aunque “Lady Macbeth” se sitúa en la Inglaterra del Siglo XIX, tiene pocos rasgos visuales comunes con dichas películas de época. No hay tomas aéreas de hombres vestidos con fracs pasando rápido por campos a caballo, ni alta burguesía vestida de seda en bailes de salón; es tan escasa como alacena de monje, tanto por diseño como por necesidad. La película fue hecha con unas austeras y estrechas 500,000 libras (alrededor de 770,000 dólares, cuando se filmó en 2015).

El director de la película, William Oldroyd, también rompió con la tradición de los dramas de época con sombreros eligiendo a actores de color y de grupos minoritarios para papeles cruciales. Oldroyd, que también es director de ópera y teatro, dijo que simplemente había contratado a los mejores actores para esos papeles, y además, fotografías inglesas históricas muestran que en la región vivían familias de color.

“La gente que ha pasado antes que nosotros ha elegido no incluir personas de color en las películas, cuando claramente había personas de color”, dice Oldroyd respecto a otras películas de época. “Ultimadamente, sentimos que representamos más a esa región y ese período”, afirma.

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“Lady Macbeth se desarrolla casi por completo en una locación, dentro y en los alrededores de un castillo de Northumberland que a la protagonista, Katherine (Florence Pugh), se le ha prohibido abandonar; ni siquiera se le permite respirar el aire fresco. Tras no poder desflorarla en su noche de bodas, su esposo de alrededor de 40 años la abandona para ocuparse de sus negocios en otro lugar, tras lo cual la adolescente Katherine comienza a revelarse.

Katherine deambulo por los páramos, engulle vino, y se acuesta con un chico del establo, Sebastián (Cosmo Jarvis), de quien se enamora apasionadamente. Cuando los hombres de la casa vuelven e intentan detener el romance, los atacas sanguinariamente.

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Oldroyd, novato cineasta de largometrajes, dice que él y su productor, Fodhla Cronin O’Reilly, se sintieron atraídos por la historia porque pone de cabeza cualquier noción de victimismo femenino.

“Su respuesta no es sufrir en silencio, o escapar, o suicidarse, como lo han hecho muchas mujeres en novelas de esa época, sino luchar”, señala Oldroyd respecto a Katherine. “También vemos cómo pierde el control, pero ella piensa que tiene que actuar de esa forma para sobrevivir” explica.

El guión fue adaptado por la dramaturga Alice Birch a partir de “Lady of Macbeth of the Mtsensk District”, una novela de 1865 de Nikolai Leskov que también fue fuente de una ópera de Shostakovich (efectivamente prohibida por Stalin), de un ballet, y, en 1964, de una película del director polaco Andrzej Wajda. La historia no tiene nada que ver abiertamente con Shakespeare, aunque su título es en alusión a la conspiración mortal de Lady Macbeth.

Oldroyd dice que Birch sobresale escribiendo sobre mujeres fuertes y que no siente miedo al poder de las dinámicas de la violencia. “También nos emocionó ver el personaje de una mujer compleja que impulsa la historia de una forma sorprendente y emocionante”, señala O’Reilly.

El sencillo guión se vio reflejado en la desnudez del escenario. El apretado presupuesto significó que cada gasto tuvo que justificarse de acuerdo al bien que hiciera a la historia, lo que según Oldroyd terminó beneficiando a la película.

“Realmente filtró toda la producción”, indica. “Hubo una forma de austeridad en la manera en que los personajes se hablan entre ellos, en la forma en que actúan entre ellos, en lo que visten, cuando salen y a quién ven”, considera.

La filmación tomó lugar principalmente en el Castillo Lambton, un sitio estilo normando ubicado en el noreste de Inglaterra, bajo cielos grises plomo. La palidez del telón de fondo es completamente compensada con el desenfreno, vigor y frescura de Katherine, a quien Pugh (relativamente nueva) ha personificado entusiastamente. Su Katherine es implacablemente moderna y solo responde a su veta independiente e impulsos sexuales.

Oldroyd afirma haber buscado actrices del Reino Unido, Francia y Australia antes de hacerle una prueba a Pugh, quien en ese entonces tenía 19 años y, según dice, era “muy, muy libre”.

“Pudo hacer la transición entre la joven novia oportunista y la mujer que conocemos al final”, destaca Oldroyd. “Se me viene a la mente mucha gente que definitivamente puede hacer de ‘femme fatale’, pero no queríamos eso desde el principio. Necesitábamos que eso fuera interno. Necesitábamos que tuviera resolución, y valor”, subraya.

Hablando vía telefónica desde Oxford, Pugh dijo que sentía admiración por Katherine y que la veía como que estaba en el limbo entre niña y mujer. Es la señora de la casa, pero al mismo tiempo, al menos al principio, también está atrapada. Parte de lo que ha hecho que la película sea tan seductora y desconcertante es que Katherine tiene la empatía de la audiencia desde el principio, lo que hace que su giro a la violencia sea mucho más perturbador.

“Intentamos hacerla al principio lo más joven posible y como que emocionada por la vida, así que es virtualmente imposible no quererla y apoyarla”, subrayó Pugh. “Nunca estás completamente seguro de si es una dama endemoniadamente brillante o una niña buena para jugar a adulta”, explicó.

Otras tensiones son más sutiles. La mucama, Anna (Naomi Ackie), a quien Katherine manipula con fines devastadores, es negra, lo que suma a la dinámica un toque de tensión racial.

Invariablemente, “Lady Macbeth” ha sido descrita repetidamente como película feminista, con lo que Pugh no tiene problemas, aunque no está segura de por qué se necesita esa descripción.

“Parte de mí dice ‘Sí, defendamos esa palabra y usémosla por todas partes’”, destacó. “Y otra parte de mí dice ‘¿Por qué? ¿Por qué la necesitamos?’ Es una mujer que logra lo que quiere, y sí, mientras tanto consigue a un hombre. Es tan increíble que no necesitamos ponerle una etiqueta”, agregó.

Cara Buckley
© 2017 New York Times News Service