Las claves sobre el daño del Zika podrían encontrarse en los casos de gemelos

PAULISTA, Brasil – En la cama junto a su hermano, Ana Vitória da Silva Araújo se portaba como la niña de un año que era. Sonreía y balbuceaba. Jugaba con una ballena de peluche. Le sacó el chupón de la boca a su hermano y le quitó el babero del hombro.

Su hermano, Joao Lucas, parecía no ser consciente de ella, tenía los ojos cerrados y hacía movimientos de succión con la boca. Un comportamiento típico de un recién nacido. Sin embargo, Joao Lucas tiene exactamente la misma edad que Ana Vitória porque son gemelos.

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Joao Lucas nació con microcefalia y otros problemas graves, como resultado de que a su madre la picó un mosquito infectado de Zika durante el embarazo. Sin embargo, parece ser que el virus que atacó su cerebro cuando estaba en el útero perdonó a su hermana.

Los hermanos son uno de nueve pares de gemelos identificados en la crisis del Zika en Brasil y los científicos esperan poder arrojar luz a cómo funciona el virus en general, y por qué inflige un daño despiadado a algunos bebés y a otros no.

Es frecuente que los gemelos aporten claves a los misterios médicos debido a que sus similitudes biológicas permiten que los científicos identifiquen diferencias relevantes. Determinar por qué se infectó un gemelo en la matriz y el otro no, puede aclarar cómo es que el Zika atraviesa la placenta, cómo entra al cerebro y si algunas mutaciones genéticas hacen que un feto sea más resistente o susceptible a la infección por Zika.

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Hasta hace poco, los gemelos con Zika en Brasil parecían seguir un patrón, comentó Mayana Zatz, una genetista y bióloga molecular en la Universidad de Sao Paulo. Los casos incluyen dos conjuntos de gemelos idénticos, y ambos bebés en cada pareja tienen microcefalia, dijo. También hay seis pares de mellizos en los que uno tiene microcefalia y el otro parece inafectado.

Dado que los gemelos idénticos compartían una placenta, mientras que los mellizos casi siempre tienen la suya propia, Zatz y otros expertos sugirieron que el virus del Zika pudo haber penetrado una placenta y la otra no.

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Quizá el virus entró por un punto débil en una placenta, dijo el doctor Ernesto Marques, un experto en enfermedades infeccionas en la Universidad de Pittsburgh y en la Fundación Oswaldo Cruz en Recife, Brasil. O si un feto “pateó la placenta”, dijo, la inflamación en la membrana pudo convertirse en un portal.

Sin embargo, un par ha roto el patrón. Son mellizos y tuvieron placentas separadas, pero ambos tienen microcefalia y otras complicaciones debidas al Zika. “El niño está más afectado que la niña, pero es grave en ambos”, contó Zatz.

Ese caso complica la teoría. La doctora Vanessa van der Linden, quien ayudó a descubrir que el Zika causa microcefalia y ha atendido a algunos de los gemelos, dijo que una explicación podría ser que en algunos casos de mellizos el Zika atravesó las dos placentas, pero ellos tenían diferencias genéticas que influyeron en que solo uno se infectara o “por qué los bebés reaccionaron en forma diferente al virus”.

Marques sugirió otra posibilidad: que el gemelo afectado estuvo expuesto al Zika antes que el cuerpo de la madre o que la placenta desarrolló respuestas inmunitarias en contra del virus, y que el segundo feto se infectó un poco después.

“Debería alcanzar a los dos al mismo tiempo”, dijo. “No obstante, si el virus atacó a uno de los bebés antes de que la madre pudiera realmente haber desarrollado respuestas inmunitarias protectoras, tienes un problema”.

El laboratorio de Zatz ha tomado muestras de sangre de gemelos afectados y no afectados, y está cultivando neuronas a partir de sus células madre. Está probando para ver cuáles de esas células son susceptibles a la infección del Zika. Ello podría mostrar si algunos gemelos tienen predisposiciones genéticas que hacen que sea más factible la infección por Zika. Básicamente, Zatz espera encontrar una interacción de factores que pueden variar en cada embarazo de gemelos. “Yo creo”, dijo ella, que “la explicación será compleja”.

Por ahora, que el virus haya devastado a João Lucas y no a su hermana sigue siendo un misterio.

Cuando Joao Lucas y su hermana gemela nacieron en agosto del 2015, su madre, Neide Maria Ferreira Da Silva, no se había dado cuenta de que él tenía microcefalia y daño cerebral, dijo ella. El nació primero y lo pusieron temporalmente en una cámara de oxígeno por problemas respiratorios. Y el “doctor en deformaciones” en el hospital de maternidad, especializado en recién nacidos con deficiencias, recomendó que consultaran a un genetista. Sin embargo, Da Silva pensó que cualquier problema sería leve, explicó ella.

Ya había parido a 10 niños, desde que cumplió 17 años. Pasó un mes antes de que llevara a Joao Lucas con el genetista, quien le dijo: “su cerebro, no era como el de nosotros”, recordó Da Silva, de 42 años. “Siempre iba a ser muy pequeño”.

Estaba impresionada. “No me sentí triste, ni alterada”, dijo. “Pensé en cómo sería cuando fuera grande” y se dio cuenta de que “voy a tener que cuidarlo más que a los otros niños”.

Sin embargo, sus síntomas empezaron a abrumarla. “Se quedaba dormido y cinco minutos después empezaba a gritar”, contó.

Da Silva estaba especialmente alarmada por las convulsiones de Joao Lucas, que hacían que “se pusiera morado” y “parecía que se le iban a salir los ojos”.

A veces, se agitaba tanto que se rascaba la cara, dijo Da Silva. “Le salía sangre”.

Incapaz de lidiar con la atención del niño, Da Silva empezó a llevárselo a la prima de una vecina para que lo cuidara. Valéria Gomes Ribeiro, de 46 años, llevó al bebé a su primera cita con un neurólogo. El doctor recetó clonazepam, un ansiolítico, para tranquilizarlo, pero Ferreira seguía viendo que cuando Joao Lucas estaba en la casa, era frecuente que algo anduviera mal. Le dio neumonía y tenía problemas para comer, hasta lo que ella llamaba “una fiebre emocional” porque parecía extrañar a Ribeiro, contó Da Silva.

La hija de 11 años de Da Silva quedó embarazada y tuvo un aborto, lo que provocó que el organismo de protección infantil fuera a su casa. Después de que Da Silva le dijera a la trabajadora social que una amiga cuidaba a su bebé con Zika, el organismo investigó e inició el procedimiento que sacar a Joao Lucas de esa casa. Para evitar que lo llevaran a un refugio, tanto las mujeres como el gobierno acordaron que Joao Lucas viviría con Ribeiro en tanto que Ana Vitória se quedaría con Da silva. Bajo orden judicial, João Lucas pasa los domingos en casa de su madre biológica.

Ribeiro, quien ha adornado a Joao Lucas con una pulsera y un collar con un pendiente de figa, un amuleto de buena suerte, trata de llevarlo a todas sus citas. Incluyen ir al psicólogo que le muestra a Joao Lucas un panel de cuadros negros y blancos para estimularle la visión y lo frota con una esponja adornada con los palitos de las paletas de caramelo para estimularle el tacto.

En una visita en otoño a la casa verde esmeralda de Ribeiro, en una calle sin pavimentar, donde el Salmo 23 cuelga de una pared amarilla, Ana Vitória caminaba torpemente por todas partes, sostenía un pedazo de pastel esponjoso en una mano, y golpeteaba una mesa con la otra. Extendió el brazo hacia la boca de su hermano para tocar la cinta verde que le ponen los terapeutas alrededor de los labios, en los dedos, en la espalda y en la barbilla para relajarle los músculos tensos. Da Silva movió una sonaja frente a Joao Lucas, pero no respondió.

Hasta ahora, Ana Vitória – como los otros mellizos sin ningún daño cerebral evidente – parece no estar afectada, pero los doctores la están monitoreando, al igual que a otros. En el examen por su primer año, Ana Victoria estaba ligeramente rezagada en su desarrollo. Su vocabulario era limitado y fue lenta para señalar a su madre cuando el médico se lo pidió, contó Da Silva.

Eso podría no estar relacionado al Zika, pero, notó, “El doctor nunca dijo que fuera 100 por ciento seguro que no tienen ningún problema”.

Pam Belluck y Tania Franco
© 2017 New York Times News Service