Liu encarnaba la esperanza para la democracia de China. Ahora está enfermo

PEKÍN En el otoño de 2008, docenas de activistas trabajaron en secreto para producir un manifiesto político. Tenía solo 3,554 caracteres chinos de largo, pero enlistaba una serie de demandas a los líderes de China para hacer del país una democracia liberal.

Menos de una década después, uno de los principales autores, el ganador del Premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo, está confinado en un hospital, liberado de prisión aunque no de la custodia gubernamental, para ser atendido por lo que sus abogados describieron como un caso avanzado de cáncer de hígado.

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El encarcelamiento de Liu y ahora su enfermedad han llegado a ser un sombrío reflejo del destino de esa causa, nacida de la esperanza pero aplastada por la intolerancia de China hacia la disidencia; y la creciente resignación del mundo, incluso su consentimiento, hacia ella, dada la influencia diplomática y económica del país.

Aunque casi nadie espera que China se convierta en una democracia ahora, esa era al menos una esperanza en 2008.

“Cuando se firmó la Carta 08, había un anhelo de un diálogo más abierto y se hablaba de una transición social pacífica”, dijo uno de los firmantes, Ai Xiaoming, un erudito y cineasta de documentales en la ciudad china sureña de Guangzhou. “Pero ahora hay un control social incluso más estricto, y el espacio para la sociedad civil se ha reducido significativamente”.

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Ai, quien conoció a Liu antes de su encarcelamiento, también expresó culpa de que fuera el único entre los organizadores que fue condenado y sentenciado tan duramente a 11 años de prisión por “incitar a la subversión contra el poder estatal” , aunque muchos otros también enfrentaron un hostigamiento que los obligó a pasar a la clandestinidad o a abandonar el país.

La atención internacional a Liu le concedieron el Premio Nobel en 2010 dio a Ai y a otros la esperanza de que se le protegería, pero el mundo siguió adelante, aun cuando China hizo más estrictos sus controles sobre las organizaciones sin fines de lucro y actuó para arrestar a los abogados de derechos humanos.

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“Es triste ver que él ya no es el centro de la atención”, dijo Ai en una entrevista telefónica. “Tuvimos una especie de ilusión de que el gobierno sería bueno con él dada su influencia internacional. Ahora dudo que ese fuera el caso”.

La esposa de Liu, la poeta y fotógrafa Liu Xia, ha estado bajo arresto domiciliario estricto en Pekín desde que se anunció el Premio Nobel de su marido. Amigos hicieron circular un video tomado con un teléfono celular recientemente en el cual una llorosa Liu Xia decía que los médicos “no pueden operar, no pueden usar radioterapia, no pueden usar quimioterapia” para tratar el cáncer de su esposo.

El Premio Nobel de Liu en reconocimiento de “su larga lucha no violenta a favor de los derechos humanos fundamentales en China” enfocó la atención en su destino, pero a lo largo de los años fue marginado, si no olvidado, por las necesidades pragmáticas de los países que sintieron que no tenían más opción que trabajar con China, no criticarla.

La respuesta de China al premio ilustró los riesgos de ir en su contra. El gobierno de Noruega no tiene voz en decidir quién gana el premio, pero es concedido por un comité de cinco personas elegidas por el Parlamento noruego. China rápidamente suspendió las importaciones de salmón noruego, privando a Noruega de su mercado más grande.

China usa ese tipo de palancas económicas con gran impacto, argumenta Graham T. Allison en un nuevo libro, “Destined for War”, sobre la potencial colisión de Estados Unidos y una China en ascenso.

“Pocos gobiernos han tenido la capacidad o la voluntad para resistir”, señaló Allison, director del Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales en Harvard, en un correo electrónico enviado desde Dalian, China, donde asistía a la reunión cumbre anual del Foro Económico Mundial.

En el caso de Noruega, sus diplomáticos convencieron a China de restaurar las relaciones plenas después de hacer una serie de gestos conciliadores que desanimaron a los activistas de derechos humanos ahí y en China.

Para Estados Unidos, la atención en el historial de derechos humanos de China se ha disipado cada vez más, especialmente bajo el mandato del presidente Donald Trump, reflejando los objetivos en conflicto de hacer negocios con China.

“China es muy inteligente en este aspecto”, dijo Hu Jia, un activista de derechos humanos en Pekín. Señaló cómo Grecia, que está cortejando la inversión china, frustró recientemente un esfuerzo de la Unión Europea para presentar una declaración sobre los abusos de los derechos humanos en países específicos ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

“Debido a temas como la cooperación económica, la seguridad, Corea del Norte y el terrorismo, los líderes no están tan dispuestos a abordar los problemas de derechos humanos con China”, dijo Hu.

La Carta 08 fue firmada en el ocaso del gobierno del presidente George W. Bush, quien usó su segundo mandato para hacer avanzar lo que la Casa Blanca promovía como una “Agenda de Libertad” tras las guerras en Afganistán e Irak. El presidente Barack Obama defendió abiertamente los derechos humanos en todo el mundo, pero impulsó el tema menos vigorosamente cuando visitó China.

Obama elogió el Premio Nobel de Liu, pero cuando el Senado aprobó legislación que habría cambiado en su honor el nombre de una calle frente a la embajada de China en Washington, el gobierno señaló que Obama la vetaría. El proyecto de ley murió discretamente en la cámara baja controlada por los republicanos después de la elección de Trump el otoño pasado.

Trump y sus asesores han indicado claramente que los derechos humanos son menos importantes en la agenda del presidente que la seguridad y los temas comerciales.

“Los derechos humanos han retrocedido en términos del interés popular en China”, dijo Jerome Cohen, director del Instituto de Derecho EU-Asia en la Escuela de Derecho de la Universidad de Nueva York.

El temor de ser excluidos del mercado de China es palpable. “Todos están bajo presión de sus votantes para tomar parte de la acción”, dijo Cohen. “Por supuesto, Estados Unidos ya no pide a otros países que hagan algo, porque decidimos que no es importante para nuestros propósitos”.

El secretario de Estado Rex Tillerson, yendo en contra de la tradición, no presentó el reporte de derechos humanos anual de su departamento en marzo, aunque apareció recientemente junto a Ivanka Trump en el departamento para presentar un reporte similar sobre tráfico humano. Por primera vez, el departamento planea reducir la clasificación de China a la categoría más baja de los países, indicando que ha ejercido un esfuerzo mínimo por combatir el tráfico, reportó The Associated Press.

Hace unos días, el nuevo embajador de Estados Unidos en China, Terry Branstad, dijo que al gobierno de Trump le gustaría ayudar a organizar el tratamiento médico de Liu en el extranjero, un día después de que la embajada de Estados Unidos dijo que había hecho un llamado a que China los liberara a él y a su esposa.

A medida que surgían las noticias de la enfermedad de Liu, los acosados activistas democráticos de China emitieron una nueva petición, una que fue mucho más modesta que la Carta 08. Simplemente pedía que Liu y su esposa fueron liberados incondicionalmente e instaba a que él recibiera el tratamiento médico que necesitaba. A las pocas horas tenía más de 400 firmas.

Stevel Lee Myers y Austin Ramzy

© 2017 New York Times News Service