Los agricultores apoyaron a Trump, ahora están preocupados

MERCED, California – Jeff Marchini y otros en el valle central apostaron sus granjas en la elección de Donald Trump. Su mensaje de reducir las regulaciones y los impuestos resultó atractiva para este bastión republicano, una de las bases de apoyo más fuertes de Trump en el estado.

En cuanto a sus promesas de aplicar medidas enérgicas contra los inmigrantes no autorizados, muchos supusieron que las promesas de Trump eran, en su mayor parte, solo habladas. Sin embargo, a dos semanas de iniciado su gobierno, Trump ha firmado decretos presidenciales que han cambiado en forma drástica las leyes de inmigración de Estados Unidos. Ahora, los agricultores de Merced están profundamente alarmados por lo que las nuevas políticas podrían significar para sus jornaleros agrícolas, la mayoría de los cuales son no autorizados, así como para los negocios que dependen de ellos.

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“Todo está pasando con tanta rapidez”, dijo Marchini. “No estamos metiendo gente en autobuses, ni la estamos deportando; eso todavía no está pasando”.

Mientras miraba hacia donde estaba una brigada de jornaleros agrícolas, agachados, rebuscando las cabezas de achicoria roja, dijo que, como hombre de negocios, Trump debería saber que los agricultores habían invertido millones de dólares en los productos perecederos que están creciendo en este momento, y que no poder cosecharlos y venderlos representaría pérdidas enormes para la economía del estado. “Tengo confianza en que él pueda captar la magnitud y la ansiedad que tenemos por lo que está pasando en este momento”.

Las políticas de inmigración de Trump podrán transformar al valle central de California, una franja de tierras bajas que se extiende desde Sacramento hasta Bakersfield. Alrededor de 70 por ciento de todos los jornaleros agrícolas que hay aquí está viviendo ilegalmente en Estados Unidos, según investigadores de la Universidad de California, en Davis. El impacto podría tener una fuerte repercusión en toda la precaria economía del valle, donde la agricultura es, con mucho, el sector más grande. Con 6.5 millones de personas que viven en el valle, los campos en este estado aportan 35,000 millones de dólares al año y pueden proporcionar más de los alimentos del país que cualquier otro estado.

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Las consecuencias de un fuerza de trabajo inmigrante más reducida se propagarían no solo a los huertos y vaquerías, sino, también, a los negocios de propiedad local, los restaurantes, las escuelas y, hasta los sectores que pareciera que no están relacionados, como el mercado de seguros.

Muchos se sienten reivindicados con las elecciones, y los letreros que dicen, “¡Vota para que Estados Unidos vuelva a ser grande!”, todavía salpican las carreteras. Sin embargo, en las conversaciones con casi una docena de agricultores, la mayoría de los cuales votó por Trump, cada uno reconoció que dependen de los jornaleros agrícolas que proporcionaron documentos falsos. Y que si el gobierno erradicara a los trabajadores ilegales, los agricultores dicen que sus negocios quedarían paralizados. Hasta los legisladores republicanos en la región han apoyado los planes por los cuales los jornaleros tendrían una vía para adquirir la ciudadanía.

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“Si solo tienes mano de obra legal, no existirán ciertas partes de este sector y esta región”, notó Harold McClarty, un agricultor de cuarta generación en Kingsburg, en cuya operación se cultivan, empacan y embarcan duraznos, ciruelas y uvas que se distribuyen por todo Estados Unidos. “Si regresamos a todas estas personas, sería un desastre total”.

A McClarty no solo le preocupa su negocio, sino también la fuerza de trabajo, dijo. Muchos de los jornaleros han trabajado con él todo el año, durante más de una década, y ganan por lo menos 11 dólares la hora. Después de que los empleados de inmigración hicieron una auditoría de sus archivos de los trabajadores hace unos cuantos años, lo obligaron a despedir a docenas de ellos.

“Estas personas habían estado trabajando para nosotros durante mucho tiempo y dependíamos de ellos”.

Ahora le preocupa que el gobierno de Trump pudiera ordenar la obligatoriedad de un programa del Departamento de Seguridad Interna llamado E-verificación, que estaba orientado a detener el uso de documentos fraudulentos. Casi en todos los estados, salvo por unos cuantos, el programa es voluntario y solo lo utilizan una fracción reducida de negocios.

Los agricultores en esta localidad han enfrentado la persistente escasez de mano de obra durante años, en parte, debido al incremento en la vigilancia policial en la frontera y los precios en aumento que cobran los contrabandistas que ayudan a las personas a cruzar a hurtadillas. La serie, otrora constante, de personas que llegaban procedentes de los pueblos rurales en el sur de México, casi se detuvo por completo. Los jornaleros agrícolas que hay están envejeciendo y muchos de sus hijos encuentran empleos mejor remunerados fuera de la agricultura.

Muchos cultivadores en esta localidad y por todo el país son optimistas en cuanto a que el nuevo gobierno expandirá y simplificará las visas H-2A con las que pueden traer a trabajadores temporales procedentes de otros países para ocupar empleos agrícolas. En los últimos años, los agricultores de California han llegado a depender cada vez más en el programa.

Sin embargo, McClarty y otros dicen que legalizar a su fuerza laboral existente debería ser la primera prioridad. Si bien apoyan la idea de deportar a los inmigrantes a los que se ha condenado por crímenes graves, se oponen a forzar a la gente a salir del país por delitos menores, como conducir sin licencia. Desde las elecciones, han seguido llamando a sus representantes congresales y han cabildeado por medio de las asociaciones gremiales, como la Western Growers Association, cuyo director ejecutivo es un integrante del consejo asesor agrícola de Trump.

Los agricultores también esperan con ansiedad conocer los planes del gobierno para alterar los tratados de comercio de larga data. Trump ha dicho que se saldrá del Tratado de Libre Comercio de América del Norte si no puede negociar mejores términos para Estados Unidos. Los agricultores se beneficiarían si Trump negocia condiciones más favorables. Sin embargo, abandonar el acuerdo por completo provocaría represalias de México, mismas que dañarían a la industria agropecuaria de California, la cual obtuvo ingresos por 21,000 millones de dólares por concepto del comercio el año pasado.

No obstante, muchos de los partidarios de Trump dicen que están contando con que él cumpla hasta el final con sus promesas. Dan Stein, el presidente de la Federación para la Reforma de la Inmigración en Estados Unidos, dijo que limitar el uso de la fuerza laboral extranjera empujaría a los estadounidenses a empleos que, principalmente, habían ocupado los inmigrantes.

“No importa si se trata de programar computadoras o de cosechar los campos”, dijo, “Cada vez que estás admitiendo a sustitutos de la mano de obra estadounidense estás deprimiendo los salarios y la condiciones de trabajo y desalentando a los estadounidenses”

Estas perspectivas tienen con los nervios de punta a los dueños de los negocios en el valle. Patricia Pantoj maneja una agencia de viajes en Madera, al norte de Fresno, donde los aproximadamente 60,000 habitantes del pueblo son predominantemente latinos que trabajan en los campos. Este año, contó, menos personas que nunca antes regresaron a sus lugares de origen en México.

“No quisieron arriesgarse”, comentó. “Todos están asustados, aun si tienen documentos”.

A unas cuantas puertas de la agencia de viajes, Maria Valero dijo que todos los clientes en su tienda de regalos son no autorizados.

“Si se fueran, yo tendría que cerrar mi negocio mañana”, notó.

Jhovani Segura, un agente de seguros en Firebaugh, cerca del extremo sur del valle, dijo que, más o menos, un 80 por ciento de sus nuevas pólizas de seguros para vehículos corresponden a inmigrantes no autorizados, quienes, de conformidad con una nueva ley estatal de 2015, ahora ya son elegibles para sacar la licencia de conducir.

“Si hubiera deportaciones en masa, tendríamos que cancelar la mitad de nuestras pólizas”.

En Ceres, al norte de Merced, el distrito de las escuelas públicas es el mayor empleador por una cantidad enrome, y muchos de los empleos se crearon para apoyar a los hijos de los inmigrantes. Los administradores dicen que cualquier medida enérgica que se aplicara tendría como resultado una gran pérdida de empleos y se reduciría el financiamiento, mismo que el gobierno del estado distribuye con base en las necesidades, para todos los niños en el distrito.

La mayor parte de los trabajadores en las viñas y huertos de McClarty ya tienen una vida bien establecida en la zona.

Javier Soto, de 46 años, compró una casa para su familia de cinco en Reedley, un pueblo de 25,000 habitantes, el cual dice de sí mismo que es “la canasta de frutas del mundo”. Ha trabajado en la granja de los McClarty por al menos seis años y su supervisor sabe que está en el país sin documentos.

“Ahora es más aterrador, ahora que realmente es el presidente y vemos lo que está haciendo”, comentó Soto.

Tienen la esperanza de que Trump no cumpla la mayor parte de sus amenazas. “Quién más habla, menos hace”, si dicen unos a otros en español. Ellos son demasiados, hacen el razonamiento, como para que los saquen.

“Solo estamos esperando y rezando, con la esperanza de que alguien pueda convencerlos de que no le estamos haciendo ningún daño a nadie porque estemos aquí”, comentó Isabel Ríos, de 49 años, quien ha estado recolectando uvas durante las dos últimas décadas. Como la mayor parte de las mujeres en los campos, se cubre el rostro con un pañuelo para protegerse en contra del sol ardiente, el polvo y los pesticidas. Sus dos hijos, de nueve y 18 años, son ciudadanos estadounidenses por nacimiento y a ella le preocupa lo que les pueda pasar si a ella la mandan de regreso a México. “¿Quién se va a beneficiar, si nosotros no estamos aquí”.

Marchini, el que cultiva la achicoria roja, señaló que opina en forma similar porque ha visto generaciones de jornaleros agrícolas en la granja de su familia que mandan a sus hijos a la universidad y se integran a la clase media. La familia de Marchini ha cultivado en el valle por cuatro generaciones y él creció trabajando lado a lado con inmigrantes mexicanos.

Observó que ningún incremento viable en los salarios o cualquier cambio en las condicione serían suficientes para atraer a los estadounidenses nacidos en el país de regreso a los campos.

Son los otros conservadores, anotó Marchini, los que han perdido el contacto y no saben cómo tratar con los trabajadores extranjeros. “Si encuentras una forma de cómo entrar aquí”, dijo, “existe una necesidad de aquello que haces”.

CAITLIN DICKERSON y JENNIFER MEDINA
© 2017 New York Times News Service