Porqué los electores religiosos valoran a Donald Trump

© 2016 New York Times News Service

Si bien el número de políticos republicanos e intelectuales conservadores que le dan la espalda a Donald Trump sigue en aumento, hay un contingente importante que mantiene firme su apoyo: los evangélicos conservadores blancos.

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Todavía en mayo, la mayoría de los jerarcas evangélicos mantenían su intención de votar en contra del adúltero, tres veces casado y simpatizante de Planeación Familiar. Pero ahora, una mayoría abrumadora de evangélicos blancos están respaldando a Trump. James C. Dobson y Richard Land son algunos de los pesos completos de la derecha cristiana _ algunos de los cuales expresaron graves reservas sobre el candidato republicano _ que pertenecen a la junta asesora evangélica de Trump. Según una encuesta realizada en el verano, casi 80 por ciento de los evangélicos blancos piensan votar por Trump.

¿Por qué? ¿Están engañados o son hipócritas?

La respuesta no es ninguna de esas dos. Los evangélicos conservadores están muy conscientes de los defectos de Trump, pero de todos modos lo apoyan porque creen que su victoria sería la única forma de recuperar el control de la Suprema Corte. En la situación actual, el control de la corte vale más para ellos que cualquiera otra meta política. Nada de lo que diga o haga Trump ahora podría hacerlos vacilar en su apoyo, pues ese apoyo no se basa en que tengan fe en el carácter o el programa de Trump, sino básicamente en su promesa de postular jueces conservadores a la Suprema Corte.

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La derecha cristiana no siempre ha estado tan interesada en la Suprema Corte. Hace 36 años, cuando Jerry Falwell, Pat Robertson y otras figuras apoyaron la campaña de Reagan, ni siquiera les pasaba por la mente la idea de cambiar a la Suprema Corte. Más bien, pensaban que podrían hacer aprobar enmiendas constitucionales para revocar Roe v. Wade, el fallo que despenalizó el aborto, y restablecer el rezo en las escuelas públicas, obviando así la necesidad de cambiar a los magistrados. Pero cuando esas propuestas fracasaron en el Senado, el movimiento “pro-vida” y la derecha cristiana se dieron cuenta de que probablemente sería más fácil revocar Roe v. Wade mediante nuevos nombramientos que a través de enmiendas constitucionales.

El Partido Republicano vio con buenos ojos esta estrategia pues la postulación de un juez conservador es mucho menos divisiva para el partido que las enmiendas constitucionales. La plataforma del Partido Republicano en 1980 prometió una enmienda constitucional en contra del aborto, pero la de 1984 agregó la promesa de postular a jueces que “respeten los valores familiares tradicionales y la santidad de la vida humana inocente”. Esa fue la primera vez que esa noción apareció en la plataforma republicana. La estrategia judicial se volvió el instrumento primordial de los conservadores para luchar contra el aborto y las batallas por las postulaciones a la Suprema Corte se volvieron cada vez más reñidas.

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La estrategia judicial hizo que la Suprema Corte se inclinara a la derecha, pero no les dio a los conservadores lo que realmente querían: la revocación de Roe v. Wade. Dos de los jueces nombrados por Reagan votaron en favor de confirmar el derecho al aborto, en el caso Planeación Familiar v. Casey, como hizo también uno de los jueces nombrados por el presidente George H. W. Bush. Por esta razón, es difícil convencer a los evangélicos que apoyar al candidato republicano será la clave para revocar Roe v. Wade. De hecho, Dobson se negó en 1996 a votar en favor del candidato presidencial republicano, Bob Dole, a quien consideraba poco confiable en la cuestión del aborto. En su lugar, emitió un voto de protesta en favor de un conservador de otro partido.

Este año, empero, Dobson está apoyando a Trump. La controversia por el mandato de la ley de seguro médico accesible, llamada Obamacare, en cuestión de anticonceptivos, junto con las decisiones judiciales sobre el matrimonio de parejas del mismo sexo, han galvanizado a los evangélicos. La mayoría de los jerarcas de la derecha cristiana están más desesperados y temerosos que hace veinte años. Ya no consideran el control de la Suprema Corte como una forma más de revocar Roe v. Wade. No, ahora lo ven como un factor esencial para preservar su libertad para actuar conforme a sus convicciones religiosas.

Al principio de la campaña presidencial de 2016, la mayoría de los líderes de la derecha cristiana pensaban que la mejor oportunidad de lograr una Suprema Corte conservadora era elegir a la presidencia a Ted Cruz, Marco rubio u otro candidato republicano convencional. Con la excepción de Jerry Falwell Jr., muy pocas figuras evangélicas apoyaron a Trump, y algunas incluso lo criticaron.

Pero hay un número sustancial de republicano evangélicos laicos, junto con aquellos que no asisten regularmente a la iglesia, que se preocupan más por la inmigración, la seguridad de las fronteras y la economía que por el aborto y los derechos de los gais. Fueron sus votos los que permitieron que Trump llegara a ser el candidato republicano oficial.

Los dirigentes evangélicos a los que disgusta Trump se enfrentaron entonces a una difícil decisión: ¿Podrían convencerse de apoyar al candidato presidencial republicano más abiertamente profano, al más socialmente liberal de toda una generación? La mayoría de los líderes evangélicos vaciló para apoyarlo hasta que, en mayo, Trump tomó la insólita medida de dar a conocer la lista de jueces conservadores, que él se comprometió a considerar para las postulaciones a la Suprema Corte.

Poco después de que Trump inesperadamente diera a conocer su lista de jueces, una encuesta de la revista World entre líderes evangélicos influyentes encontró que 47 por ciento apoyaría a Trump si “se comprometiera a nombrar a un juez profundamente pro-vida en la Suprema Corte”. La encuesta también encontró que, mientras solo 1 por ciento pensaba votar por Hillary Clinton, 46 por ciento pensaba emitir su voto en favor de un candidato de otro partido, “aunque no tuviera ninguna oportunidad de aganar”, antes que votar por Trump.

Pero en cuanto Trump dio a conocer su lista de posibles candidatos a la Suprema Corte, muchos de los líderes evangélicos que habían pensado en abstenerse en esta elección, se pusieron de su lado.

Para la mayoría de los votantes evangélicos y conservadores, el pragmatismo ha vencido a la pureza teológica, y la visión amplia de una renovación moral a nivel nacional que otrora animara a la derecha cristiana le ha cedido el lugar a un interés exclusivo en la Suprema Corte. Los líderes de la derecha cristiana ciertamente tienen razón en pensar que su única oportunidad de hacer que la Suprema Corte sea más conservadora, si es que tienen alguna posibilidad, está del lado de Donald Trump, más que de Hillary Clinton.

Por el bien de sus principios y de la credibilidad de su fe, los evangélicos que apoyan a regañadientes a Trump con el fin de tener una Suprema Corte conservadora deberían de preguntarse qué pensará el resto del país si los cristianos devotos y “pro familia” son los únicos que quedan apuntalando la candidatura de Trump, después de que montones de republicanos han criticado al candidato de su partido por sus declaraciones moralmente ofensivas.

En esta elección, para el evangelismo en Estados Unidos podría estar en juego algo más grande que la Suprema Corte, aunque la mayoría de los activistas de la derecha cristiana no se dan cuenta de eso. Si el apoyo a Trump de los evangélicos conservadores los obliga a desdecirse de sus convicciones sobre los valores de la decencia, la fidelidad marital y la virtud cristiana en la vida pública, ¿no estarían corriendo el riesgo de ganar la suprema Corte a costa de perder el alma de su movimiento?

Daniel K. Williams
© The New York Times 2016